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Son las cuatro y media de la tarde, y un camión del cuerpo de bomberos de Tijuana apunta un chorro de agua hacia las ventanillas del avión que inaugurará el viaje directo de Tijuana a Toluca de Volaris.
El bautizo de las aeronaves es una tradición en cada nuevo despegue de la industria.
Cuando Volaris inició operaciones, el primero de sus viajes fue entre estas ciudades, en marzo de 2006. En ese tiempo, les era imposible aterrizar en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México, y utilizaron Toluca como una vía alterna hacia la capital.
En 2011 lograron entrar a la Ciudad de México, y un año después, suspendieron el viaje directo entre Tijuana y Toluca.
Las rutas las definen los usuarios. Y al tratarse de un mercado tan dinámico, el primero de diciembre fue reabierta esa ruta.
Se trata de tres viajes redondos por semana, con un tiempo de vuelo de dos horas y 55 minutos. El primero llevará el número 464.
El avión inaugural se llama Omar, un Airbus A320, con 174 asientos: viajan familias, turistas y altos cargos de la empresa.
Visto desde el cielo, al costado derecho de la aeronave, se asoma el próximo atardecer del Océano Pacífico.
Es un vuelo despejado con viento a favor, informa el capitán.
“Es emocionante formar parte de esto’’, dice Yahir, sobrecargo de la empresa. Muchos de los que nos atienden en el vuelo, trabajan con tanta pasión en Volaris, que cambian su ritmo de vida.
Cristian Cervantes es el Coordinador de Ventas. Paga predial en Tijuana, vive en un avión y duerme en un hotel.
Como él, quienes trabajan durante el vuelo tienen un segundo hogar en los aires.
Aunque a los pilotos no se les permite hablar, los sobrecargos son el medio de comunicación entre usuario y compañía: preparan a los pasajeros, hablan sobre las medidas de seguridad, y empujan a través del pasillo el carrito del café.
Tener ese trabajo no es algo complicado para Yahir. Es originario de la Ciudad de México y recién cumplió nueve meses en Volaris.
Además de la altura obligatoria, —que es 1 metro con 60 en mujeres, y 1.68 en hombres— para él, lo indispensable para obtener la licencia federal de sobrecargo, es tener actitud de servicio y nunca perder la emoción por volar.
Tijuana es una de las ciudades consentidas de Volaris: la empresa opera alrededor del 70% de los vuelos del aeropuerto, con más de 34 destinos directos.
El crecimiento de la compañía es paralelo al crecimiento del aeropuerto local.
Hasta octubre, en Volaris viajaron 12.2 millones de personas y el aeropuerto de Tijuana se ha convertido en el segundo del país con mayores conexiones posibles.
Y con la creación delCross Border Xpress, San Diego, California, está a un puente de distancia.
Antes, Tijuana tenía los precios más altos de todo México. Esto lo volvía una plaza poco competitiva.
“Nosotros hemos agregado 40 rutas, de las cuales más de la mitad no tienen competencia”, dice Enrique Beltranena, Fundador y Director Nacional de Volaris.
Aunque distintas aerolíneas desaparecieron hacia el final de la primera década del siglo XXI, a partir de 2010, ninguna empresa ha sufrido bancarrota.
“Que haya más rutas, más demanda, y la opción de cruzar a Estados Unidos, ha hecho que la tarifa baje”, dice Beltranena.
“Tijuana es nuestra segunda casa’’, dice Juliana Ramírez, Gerente de Ingresos Adicionales de la compañía.
Volaris tiene en esta ciudad un hangar de mantenimiento para sus aviones y que a fin de año, usa para una de las cuatro fiestas con sus embajadores (así le llaman a sus empleados).
A diferencia de las otras fiestas de Ciudad de México, Guadalajara y Cancún, en la frontera se contrata a una banda, y al son de la tambora se despide un año más.
Pero volvamos a los aires.
Los sobrecargos regalan a los pasajeros playeras de color negro con letras en blanco y la leyendaTijuana nunca estuvo tan Nevado.El chiste se cuenta solo.
Un hombre que se sienta a la altura de las alas, reniega y lucha para colocarse la prenda.
Se anuncia el sorteo de cinco vuelos redondos, diciendo al azar números que deben acompañar la palabra SEQ de la esquina superior derecha del pase de abordar.
Invitan al niño más próximo a la cabina a que diga los números ganadores. Le preguntan por sus favoritos. Sólo da cifras pequeñas.
Tenemos un afortunado: es el hombre que renegaba.
Hay cierta emoción en abordar el primer vuelo de una nueva ruta en Volaris. Víctor Hugo, quien vive en Tijuana desde hace 20 años, hoy tiene a Puebla por destino.
Dice que pagó un buen precio por subirse a este avión: 4 mil 900 pesos por dos viajes redondos para él y su hijo Emiliano, de 12 años.
Le costará 400 pesos más llegar a Puebla desde Toluca, eso lo viajará en autobús.
“Yo ya había volado a Toluca con Volaris hace como 10 años. No sé por qué quitarían la ruta. En lo general la experiencia es buena”.
Aparece un hombre vestido de mariachi. ¡Suenan los primeros acordes de El Rey! Canta a capella, y se pasea por el pasillo.
Esta es una de las tradiciones de Volaris en los vuelos inaugurales.
Que no hay que llegar primero/ sino hay que saber llegar, dice la canción.
Cantan entusiasmados: Pero aquellos mariachis/ y aquel tequila/ me hicieron llorar.
Quince celulares graban el momento.
“Estas son las experiencias que creamos”, dice Cristian, el Coordinador de Ventas de Volaris.
Un cúmulo de aplausos y las luces del interior encendidas como escenario.
Para Volaris es una fecha especial. Ahora lo es para los pasajeros.
Volamos sobre Aguascalientes, vía Zacatecas con destino a Toluca. Una hora de vuelo después, aterrizamos sin problema alguno.
Son las nueve veinticuatro de la noche en la hora local de Toluca.
Para regresar a Tijuana, debo darle la vuelta al aeropuerto, pasar el filtro de seguridad y presentar el nuevo pase de abordar.
El vuelo ahora llevará el número 465. El avión se sigue llamando Omar.
El bautizo vuelve a ser. Una hora después: las playeras, el sorteo de boletos y el mariachi.
Una canción se añade al repertorio:
Y en mi coqueta Tijuana/ traigo perdido un amor/ soy de Baja California/ orgulloso y cumplidor.