Dos días antes de la elección federal de los Estados Unidos, Joaquín Samaniego y sus amigos viajaron en auto de Tijuana a San Diego para disfrutar un juego de los San Diego Chargers.
Joaquín es un tijuanense fanático del equipo de fútbol americano de San Diego desde que recuerda, pero ha seguido los juegos por televisión durante los últimos 20 años de su vida.
En Tijuana tenemos la posibilidad de encariñarnos con equipos que pertenecen a las mejores ligas del mundo y que están a 20 minutos de distancia, dice Joaquín.
“Nunca he asistido a un juego de los Chargers y esta temporada, dado que el calendario es un poco más endeble, los precios por boleto me permitieron ir a dos juegos”.
Como muchos habitantes del otro lado de la frontera, el domingo 6 de noviembre Samaniego vio jugar a los Chargers contra los Tenesse Titans desde el Qualcomm, un estadio que los directivos del equipo rentan por 18 millones de dólares al año.
Pero la ventaja de los aficionados tijuanenses está en riesgo desde que el año pasado, el equipo amenazara con cambiar de casa, si no se construía un nuevo estadio.
Esta discusión se resuelve mañana 8 de noviembre, cuando los sandieguinos decidirán si se construye el nuevo estadio —uno multiusos—, que hospede a los cargadores.
Después de 55 años jugando en San Diego, los Chargers se juegan en esta elección su permanencia en “la ciudad más fina de Estados Unidos”, y según el panorama de las encuestas, están en los últimos minutos del juego con el marcador en su contra.
California votará por la Medida C, que propone construir un estadio ampliando el Centro de Convenciones de San Diego para albergar a 72 mil aficionados, como casa del equipo, además de un centro comercial y turístico.
Este espacio, también pretende emplearse para eventos de otros deportes, como el soccer, —un deporte predilecto para los latinos— con la expectativa de que algún día cercano se juegue la Copa de Oro de la Concacaf.
Para financiar este proyecto, se habla de conseguir un préstamo de 1,150 millones de dólares para pagarlo posteriormente con nuevos impuestos de hospedaje en los hoteles de la ciudad.
Además los Chargers invertirían 300 millones de dólares y la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) otros 350 millones, para sumar un total de 1,800 millones de dólares que costaría el complejo.
La pregunta que muchos seguidores de la NFL se hicieron es por qué la construcción de un nuevo estadio para los Chargers.
Una causa son los números rojos a los que recientemente llegó el equipo. El año pasado la administración concluyó que requerían un estadio propio, ya que el Qualcomm es rentado —representa un gasto de al menos 18 millones de dólares anuales— y el equipo debe sujetarse a las reglas que se le imponen como arrendatario.
Casi de inmediato, el equipo comenzó a buscar opciones en otras ciudades donde estuvieran dispuestos a ofrecerles un espacio propio para jugar, causando incertidumbre entre los seguidores.
En respuesta a esta situación, tanto la alcaldía, como los aficionados y simpatizantes propusieron construir un estadio para los Chargers en San Diego.
Sin embargo, el apoyo de los votantes representa un reto para esta iniciativa, porque según la consultora SurveyUSA, la Medida C, parece destinada al fracaso.
La consulta general revela que 36% de los electores consultados apoya la propuesta, mientras que el 41% asegura que votará en contra. Esta tiene un margen de error del 4%.
“Eso no nos parece justo”, dice Víctor Manuel Flores, seguidor de los Chargers, “Porque, ¿cómo nos vamos a ver si somos la tercera ciudad más importante en California, pero no tenemos nuestro propio equipo de fútbol americano?”, dice.
“Y cómo nos veríamos, si por construir un estadio endeudamos a la ciudad y tenemos que salvar la situación con presupuesto que necesitamos para asuntos más urgentes en las comunidades, como mantenimiento y alumbrado”, responde el regidor David Álvarez, uno de los principales opositores al proyecto.
“San Diego no puede comprometer recursos, sobre todo grandes recursos públicos para apoyar a una empresa privada que amenaza con irse si no se le garantizan ganancias millonarias”, dice Álvarez.
Otro aspecto que olvidan los promotores del estadio de acuerdo con el economista y experto en asuntos deportivos, Víctor Matheson, es que los estadios no son impulsores de actividad económica.
Si bien la etapa de construcción podría generar empleos, terminado el proyecto se acabarían los trabajos.
“El número de empleos permanentes después de terminada la construcción es similar al personal de una tienda Walmart”, dice Matheson.
Además de que el sitio donde se pretende edificar, —cercano al Petco Park— carece de espacio suficiente para el estacionamiento de automóviles, porque está muy cerca del centro de la ciudad.
El presidente de los Chargers, Dean Spanos, asegura que se trata de un buen negocio, porque la construcción la financiarían los visitantes, los aficionados de fuera de San Diego y aquellos que usen el complejo para diversas actividades y eventos a lo largo de cada año.
Pero los hoteleros de San Diego realizaron cuatro estudios independientes y todos concluyen que el propuesto aumento de impuestos se traduce en solo una fracción de lo que anticipan los promotores de “Vote sí a la C”.
¿Qué pasará con los Chargers? Si el pueblo de San Diego le da la espalda al proyecto del nuevo estadio, es probable que el equipo se traslade a Los Ángeles. Los socios se plantearon decidir más tardar en enero del año que viene.
¿Y qué pasará con los aficionados de Tijuana que viajaban a los partidos en San Diego?
Joaquín Samaniego y sus amigos han podido disfrutar la cercanía de los Chargers, pero la luna de miel puede terminar. Un viaje a Los Ángeles dura unas tres horas, mientras que uno a San Diego es de 20 minutos.
¿Dejaría Joaquín de lado sus emociones y recuerdos como aficionado?
“No puedes dejar todo eso de lado exclusivamente porque el equipo se vaya”.