El aire templado
de las diez de la mañana se cuela con dificultad en los pulmones al llegar a El
Rosario, a unos tres mil metros sobre el nivel del mar. El sol ilumina sin
calentar demasiado la pequeña explanada rodeada de construcciones modestas de
madera, chapa y palos en las que las mujeres asan tortillas y cuecen platos
exuberantes y baratos.
Perros
sin dueño reinan en el descampado de piso de tierra y viven de las sobras
generosas que les llegan de todos lados. Los niños del pueblo corretean y piden
dinero a cambio de posar para la foto del turista. Los turistas, de los más
diversos orígenes, vienen a ver una de las migraciones masivas más famosas del
continente. Este es uno de los sitios donde las mariposas monarca han
instaurado su frágil reino.
El
Rosario, ubicado en Michoacán, es uno de los más grandes (y añosos) santuarios
de mariposas monarca de México. Se trata de un pequeño punto dentro de la
enorme Reserva de la Biósfera de la Mariposa Monarca, un territorio de más de
dieciséis mil hectáreas localizado entre los estados de México y Michoacán. La
importancia de este trozo de tierra mexicana va más allá de su calidad de
hospedaje temporal de estas mariposas viajeras.
Vamos a pie. El
recorrido comienza con una suave pendiente serpenteante que luego se convierte
en un reto aeróbico para el que pocos están preparados, más de un kilómetro de
recorrido ascendente por un sendero rodeado de oyameles, cedros y pinos y
eventuales mariposas adormercidas por la falta de sol, lo que obliga a mirar el
suelo para no aplastarlas accidentalmente. A medida que uno se acerca a la
cima, las mariposas revolotean alrededor de los arbustos, se les ve tomando el
néctar de las flores con su espirotrompa —nombre poético que recibe la
imperceptible y larga trompa que se enrolla en espiral, con la que también
beben minúsculas gotas de agua que han caído con la brisa matinal o que son
salpicadas desde algún arroyuelo—. A lo lejos, muchas descansan unidas en
espesos y enormes racimos conformados por sus cuerpos unidos y cuyo peso dobla
las ramas de los poderosos oyameles hasta acercarlas peligrosamente al suelo.
No
todas son iguales, de esto nos enteramos antes de iniciar el recorrido.
Llegamos temprano en la mañana para entrevistarnos con Eduardo Rendón, director
del programa de Conservación de la Mariposa Monarca de la World Wild Foundation
(WWF), una ONG con presencia en todo el planeta cuya misión es preservar la
fauna. Eduardo nos recibe en una cafetería de Zitácuaro, abre sulaptop
e inicia la clase de biología básica para comprender mínimamente la complejidad
detrás de la migración y supervivencia de esta especie de lepidóptero cuya
mayor virtud no es la de adornar los bosques ni atraer turistas, como suele
promocionarse.
De
todas las especies de monarca que existen en el mundo, sólo una emigra y lo
hace desde dos sitios distintos a dos puntos igualmente distantes: las nacidas
en el noroeste de las Montañas Rocallosas en Estados Unidos, que pasan el
invierno en California, y las oriundas del este de las Montañas Rocallosas, del
sur de Estados Unidos y Canadá, que recorren cada año más de cinco mil
kilómetros sobre montañas, desiertos, praderas y ríos hasta instalarse en la
región del eje neovolcánico mexicano, la reserva declarada Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco.
Las
monarca son especiales: no sólo por su enorme capacidad de adaptación ni por
emprender una migración masiva tan peculiar, sino porque funcionan como uno de
los indicadores más inequívocos de la salud ambiental, además de que son de las
especies polinizadoras más importantes para la región norte del continente
americano. Pero
están desapareciendo.
Dueños de la biodiversidad
Durante
años México recibió presiones —con justo motivo— por parte de los otros países
huéspedes de la monarca, Estados Unidos y Canadá, para controlar la
deforestación de los bosques de la Reserva, lo que estaba poniendo en serios
problemas a las mariposas. No bastó con que el gobierno mexicano estableciera áreas
protegidas ni que fijara penas contra quienes la amenazaran: independientemente
de la tala a gran escala, más fácil de restringir y controlar, estaban los
cientos de ejidatarios y campesinos que veían como única posibilidad de
subsistencia la tala “hormiga”.
Muchos
de los campos aledaños a la reserva han sido explotados (sin cuidado) durante
tantas generaciones, que ya no producen maíz ni otros productos de alto
consumo, y mucho menos al ritmo necesario para considerarse una fuente de
ingresos. Esas tierras yermas hoy están siendo reutilizadas como viveros para
producir oyameles y pinos, entre otros. Este avance fue resultado de un cambio
de paradigma en la forma de ver la conservación, y llegó de la mano de Rendón y
su equipo en el WWF México: “No veo conservación como cuando llegué hace
veintitantos años a la [Reserva de la] monarca, desde la perspectiva de la
monarca por la monarca misma: no hay manera de solucionarlo si no trabajas con
los dueños del ejido”.
Eso
ha significado establecer una relación de correspondencia con los que él llama
los “dueños” de la biodiversidad: ejidatarios y campesinos que en la actualidad
están involucrados en el monitoreo y cuidado de los bosques de la reserva y se
benefician de diversos proyectos sustentables con los que pueden mantenerse a
sí mismos y sus familias: desde la fabricación de artesanías hasta aserraderos,
criaderos de setas y viveros comunitarios, lo que “crea economía para mejorar
la estructura social de la comunidad, y como fin último, disminuye la presión
sobre los bosques”.
Para
esto, diversas ONG escogidas por la WWF acompañan a las comunidades desde la
planeación hasta la ejecución y mantenimiento del proyecto: “Llegas, estableces
el proyecto y sigues con él. El ejemplo más importante que tenemos ahora de
este tipo de esquema son los trece viveros comunitarios en la región de la
monarca con los que producimos, cuando las cosas están bien y con gestión para
producción de plantas desde la perspectiva federal, hasta un millón y medio de
plantas al año. Eso significa trabajo, mucho trabajo para la gente. La clave ha
sido que hemos estado desde 2007, cuando iniciamos este trabajo, junto al
primer vivero forestal que fue Las novias del sol, junto a la gente que es
dueña del ejido”.
El
resultado se ve en los números: entre 2005 y 2007, la tala ilegal a gran escala
disminuyó a 731 hectáreas afectadas (antes había sido de 2179), mientras que en
2012 no hubo una sola hectárea afectada. Esto no significa que ya no exista la
amenaza latente de que vuelva a ocurrir: todo depende del nivel de esfuerzo que
el gobierno local, instituciones privadas y organizaciones no gubernamentales,
como la WWF, sigan poniendo en ofrecer alternativas económicas más atractivas
que las que conducen a la deforestación.
Sin
embargo, cuando México se sacudió el problema de la tala ilegal la situación no
mejoró: al contrario, el último resultado del monitoreo que realiza todos los
años la WWF en México mostró que si bien hubo un incremento de 0.49 por ciento
en la llegada de mariposas en el periodo 2014-2015 con respecto al periodo
2013-2014, cuando la ocupación de bosques de la Reserva cayó un 44 por ciento
—su mínimo histórico en las últimas dos décadas—, el incremento es
insignificante comparado con los niveles de la temporada 1995-1996, época en
que la migración comenzó su declive. Este periodo coincide con la época en la
que comenzó la producción y cultivo de semillas de soya transgénica en el sur
de Estados Unidos, de donde proviene la población afectada de monarca.
Una muerte lenta
Las monarca
tienen un ciclo de vida sumamente delicado: las hembras que regresan de su
larga hibernación (de noviembre a febrero, en México; los machos mueren aquí
tras haberlas preñado) ponen sus huevos en algunas especies de asclepias, planta
perenne que crece salvajemente en varias zonas del mundo y cuyas hojas resultan
venenosas para la mayoría de los animales e insectos. Esos huevos eclosionan y
allí nacen las orugas que se alimentarán de la planta para construir un
exoesqueleto igualmente venenoso que le sirve de protección contra los
depredadores. Unas semanas después construyen la pupa, el capullo del que
saldrán más tarde convertidas en mariposas. Esas mariposas, que viven
aproximadamente un mes, se reproducirán y viajarán un poco más al norte, y así
lo harán hasta que la cuarta generación (conocida como “Matusalén”) vivirá lo
suficiente (unos ocho meses) para recorrer la larga trayectoria que las traerá
a su refugio invernal en México.
“El
cambio climático y la deforestación tienen menor influencia en el declive de la
población de monarca comparado con el efecto de la disminución de los campos en
los que crece la asclepia (Flockhartet
al., 2014), lo que contradice la
postura largamente defendida de que las mariposas son más vulnerables a la
deforestación y a la degradación de sus sitios de hibernación”, concluye el
estudio firmado por los biólogos Omar Vidal y Eduardo Rendonen en el número 180
de la revista científica Biological
Conservation.
Desde
que se ha intensificado el cultivo de transgénicos, en particular de soya y
maíz producidos con semillas de Monsanto, y que por lo tanto requieren del uso
del Round-Up, un poderoso herbicida cuyo componente activo, el glifosato, mata
toda la flora a su paso a excepción de estas plantas genéticamente modificadas,
el número de asclepias comenzó a declinar drásticamente. Si bien Monsanto ya no
es la única compañía que fabrica y comercializa el glifosato, su marca es la
más utilizada debido a que su uso suele ser condición para los campesinos que usan
sus semillas.
El
glifosato recientemente ha sido señalado por la Organización Mundial de la
Salud (OMS) como posible cancerígeno para humanos (está demostrado que lo es
para animales), y ha sido denunciado en diversas partes del mundo por ser un
potente químico cuyos efectos a largo plazo —a través del consumo de alimentos
fumigados y tratados con él— no se conocen a ciencia cierta. Este fue también
el herbicida utilizado por el gobierno de Estados Unidos para acabar con los
cultivos de coca colombianos como parte del Plan Colombia.
En
marzo de este año, Monsanto anunció que haría un donativo de 4 millones de
dólares a un fondo creado por el Wild & Fish Service de Estados Unidos, al
que se le suman 1.2 millones de dólares del mismísimo gobierno y que serán
administrados por la National Fish & Wildlife Foundation (NFWF), una ONG de
ese país a través del Fondo para la Conservación de la Mariposa Monarca.
Esta
iniciativa es una respuesta a la presión de la comunidad científica y civil de
ese país ante la alarmante situación de los campos de asclepias cuya
disminución está dificultando cada vez más que las mariposas que regresan al
norte del continente lleguen al sur de Canadá.
Pequeñas soluciones para grandes problemas
“Esto es el
equivalente de colocar un curita sobre una herida de arma de fuego”, dice
Tierra Curry, científica del Center for Biological Diversity de Estados Unidos,
institución que se dedica, entre otras cosas, a la preservación de la monarca
en ese país.
En
agosto de 2014 (seis meses antes del anuncio de Monsanto y el W&W Service),
el Center for Biological Diversity, junto al Center for Food Safety, el Xerces
Society y el doctor Lincoln Brower, del Monarch Butterfly Fund, presentaron una
petición civil al W&F Service para que el gobierno de ese país califique a
la mariposa monarca entre las especies en peligro, algo que ya ocurre en México
desde hace años (como especie protegida), y que allí es aún algo incierto. De
ir todo bien, el W&F Service —que incluyó esta petición en diciembre para ser
estudiada— debería dar su dictamen en diciembre próximo. De ser positivo,
significaría mayores restricciones para la industria que está acabando con
ellas, así como una inversión considerablemente mayor.
“Monsanto
podría desarrollar un calendario para eliminar el Roundup y los cultivos
Roundup Ready y dirigir su energía hacia soluciones agrícolas verdaderamente
sostenibles que no incluyan la pulverización de millones de acres de tierra con
químicos tóxicos”, sostiene Curry. No obstante, esto está lejos de los planes
de Monsanto, aunque curiosamente su vocero, Erich Zachs, líder en temas de
políticas regulatorias y de asuntos científicos, muestra que la compañía asume
—aunque sea veladamente— su rol en la pérdida del hábitat de las monarca en
Estados Unidos: “Han disminuido en los campos de cultivo a la par que los
sistemas de producción agrícolas han evolucionado para ser más productivos y
generar beneficios ambientales importantes”.
Le
pido ejemplos de esto: “Monsanto apoya la promoción del uso de prácticas agrícolas
más sostenibles. Un sistema de agricultura que reduce significativamente la
erosión del suelo, reduce los costos de combustible y construye materia
orgánica; prácticas de rotación de cultivos que reducen las presiones de las
malezas y plagas; cultivos de cobertura mejoran la eficiencia del uso de
fertilizantes, disminuyen las pérdidas de nutrientes en el medioambiente,
mejoran la salud del suelo y preservan la calidad del agua; y herramientas que
promueven la producción más eficiente y menos pérdida de nutrientes”.
Curry sostiene todo lo
contrario: “No estoy segura de lo que quieren decir cuando afirman que hay
beneficios ambientales de los sistemas de producción agrícolas masivos que se
encuentran actualmente en el lugar, pero las consecuencias ambientales son la
contaminación de aguas, la dispersión de pesticidas, el declive de los
polinizadores y la amenaza a especies antes comunes, como las monarca”.
Más
allá de la discusión de las posturas de Monsanto, empresa con presencia mundial
que factura anualmente más de 7000 millones dólares gracias a sus productos
agroindustriales genéticamente modificados, y la comunidad científica
internacional —que casi consensuadamente se opone a las prácticas de esa
compañía—, se encuentran el gobierno de Estados Unidos e instituciones
multinacionales como la Comisión para la Conservación Ambiental (CCA), que se
mantienen al margen o muestran una postura indecisa o tibia ante el problema
cuya gravedad es manifiesta.
Monarca en riesgo
El CCA es
un organismo creado a la par del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica
(NAFTA) en el año 1994, con la finalidad de establecer esquemas de colaboración
para el cuidado ambiental entre Canadá, Estados Unidos y México, y cuya imagen
es nada menos que la emblemática mariposa monarca.
“Las
monarca están enlistadas entre las especies en riesgo en Canadá desde 2003. No
hay ningún estatus legal especial de protección a escala federal [de las
monarca] en Estados Unidos. En México, las monarca están protegidas bajo la
norma de especies en peligro, pero las pequeñas poblaciones establecidas fuera
de la reserva requieren de mayor protección”, explican en el artículo antes
citado Rendón y Vidal. En 2008, la Reserva se convirtió en Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco. Ese año, la CCA respaldó el Plan de Conservación de
Norteamérica de la Mariposa Monarca; Estados Unidos, Canadá y México acordaron
proteger los campos de asclepias y los hábitats de su camino migratorio,
incluidos los territorios mexicanos en los que invernan. Sin embargo, dice el
texto de Rendón y Vidal, “se han logrado acciones trilaterales limitadas a la
fecha, y las monarca no fueron mencionadas en el plan estratégico de la
comisión para 2010-2015”.
Consulto
a la oficina local sobre este tema. La respuesta de Mauricio García Velasco,
representante en México de la CCA, es algo difusa: “El 17 de junio de 2013, la
directora ejecutiva [del CCA] sostuvo un reunión con Omar Vidal de WWF. En
dicha reunión, Omar [Vidal] nos mencionó el tema de la mariposa monarca y su
intención de presentarlo al gobierno mexicano para su atención. Ella hizo
mención del trabajo que sobre el tema la CCA ha desarrollado desde hace ya
algún tiempo y reiteró la mecánica por medio de la cual se adopta el programa
operativo bianual y los temas estratégicos quinquenales”.
En
cuanto a la población de asclepias que se pretende restaurar, tanto el CCA como
el W&F Service no parecen contar con cifras muy concretas. Velasco lo
explica así: “Tenemos un estimado en bruto muy básico que utilizamos para una
herramienta de mapeo en 2008. Desafortunadamente, tampoco conocemos a detalle
el nivel de restauración del hábitat que se requiere para proteger a la
población de mariposas; quisiéramos procurar e impulsar un nivel de
restauración para una población mucho mayor que la actual”.
No
obstante, para el Center for Biological Diversity sí hay certidumbre en cuanto
al tema. Curry explica que se estima que 167 millones de acres del hábitat de
las asclepias —equivalente a una vez y media la superficie del estado de
California— se han perdido en los últimos años.
En comparación con la
cantidad de dinero que gana Monsanto por año y el papel que sus cultivos
Roundup Ready han jugado en la pérdida de las asclepias que las monarca
necesitan para sobrevivir, la pequeña cantidad de dinero que están poniendo
para la conservación de las mariposas es insignificante”, insiste Curry. Y
explica por qué: se estima que —dependiendo de la zona— la restauración de un
acre de cultivo de asclepias requiere de una inversión que va de 100 a 1000
dólares. Para restaurar el hábitat perdido hasta la fecha (los 167 millones de
acres) a un ritmo que permita controlar la disminución de la población de las
monarca, habría que cultivar anualmente un millón de acres. No hace falta ser
un genio de las matemáticas para saber que el dinero recaudado entre el
gobierno de Estados Unidos y Monsanto no es suficiente para lograrlo.
La
estrategia por seguir y los objetivos de restauración de los cultivos de
asclepias por parte del National Fish & Wildlife Foundation (NFWF), de
acuerdo con Rob Blumenthal del NFWF, quien me envió un archivo de pdf, se
sostienen básicamente en lo que sabemos: los cultivos de asclepias en declive,
la importancia de la monarca, la necesidad de tomar acción. Tanto la NFWF, como
el Fish & Wild Service invitan a la sociedad civil a participar en esa
restauración a través de programas educativos y hasta del cultivo, en jardines
y espacios públicos, de esta planta, lo que basándonos en las respuestas del
Center for Biological Diversity no sería suficiente.
Sin
embargo, el NFWF es más optimista en su apreciación del problema: “El NFWF
trabaja con empresas y organismos estadounidenses para apalancar fondos
públicos y privados”, explica Blumenthal, lo que supone que habrá ingresos
adicionales para realizar este proyecto. No obstante, de este se sabe muy poco:
“Una de las tres áreas de enfoque prioritarias del NFWF es la divulgación y
educación en las comunidades urbanas y rurales, con un enfoque en la
participación de los jóvenes. En este momento estamos trabajando con la
comunidad conservacionista de la monarca para desarrollar una línea de tiempo
realista con metas y objetivos bien definidos para el programa en su conjunto y
para nuestros esfuerzos de divulgación y educación en particular”, lo que deja
más dudas que respuestas.
El
pdf del NFWF tampoco aclara mucho el asunto, pero deja entender que los poco
más de 5 millones de dólares con los que cuenta el Fondo en la actualidad serían
destinados a resolver tres cuestiones; a saber: restauración del hábitat,
educación e investigación, producción y distribución de semillas nativas. Según
la estimación que hace Tierra Curry, el dinero con que cuenta el Fondo para la
Conservación de la Mariposa Monarca apenas sería suficiente para restaurar 32
000 acres de asclepias.
Tanto
el NFWF como el Wild & Fish Service y la CCA evitan por diversas razones
tocar el tema de una posible petición al gobierno estadounidense, en particular
a la U. S. Environmental Protection Agency (EPA), encargada de regular el uso
de químicos y pesticidas en ese país, para eliminar o modificar las fórmulas
que afectan a las asclepias, como el glifosato. Monsanto directamente descarta
la idea.
Amenazas y efectos destructivos
A la
iniciativa de crear un fondo gubernamental para la preservación de la monarca,
ahora Estados Unidos, a través de un entusiasta anuncio, con un toque de
reproche por parte del presidente Barak Obama, lanza una nueva campaña que
busca salvar los polinizadores más amenazados: las abejas y, en menor medida, a
otros, como la monarca. El plan anunciado hace unas semanas, cuyo nombre se
puede traducir como Estrategia Nacional para Promover la Salud de las Abejas y
Otros Polinizadores, consiste básicamente en “la realización de investigaciones
para comprender, prevenir y recuperarse de las pérdidas de polinizadores;
expansión de la educación pública con programas y actividades de divulgación;
aumentar y mejorar el hábitat de los polinizadores; y el desarrollo de los
sectores público y privado asociaciones en todas estas actividades”
(http://bit.ly/1HE3Zuf).
No obstante, organizaciones como el Center for
Biological Diveristy, el Center for Food Safety y Friends of Earth, entre
otras, han emitido comunicados de prensa expresando su preocupación con
respecto al plan, principalmente por considerar que es insuficiente para
resolver el problema de la desaparición de los polinizadores.
“Estoy contento de ver
las metas de la Casa Blanca para aumentar el hábitat de los polinizadores,
trayendo de vuelta a las monarca y reduciendo las pérdidas de abejas, pero sus
recomendaciones no van lo suficientemente lejos para salvar nuestros
polinizadores”, explica Lori Ann Burd, directora del programa de Salud
Ambiental del Center for Biological Diversity. “Innumerables estudios han
encontrado que los pesticidas e insecticidas, los neonicotinoides en
particular, son la principal causa de la disminución de polinizadores. Nuestras
abejas no pueden esperar para más informes y evaluaciones. Tenemos que
salvarlas de los neonicotinoides prohibiéndolos ahora mismo”, continúa la
experta.
Por
su parte, el Center for Food Safety concluye: “El plan también se ocupa de las
amenazas a las mariposas monarca, específicamente de los efectos destructivos
de los herbicidas a base de glifosato en las plantas esenciales para su
supervivencia, las asclepias. Si bien los esfuerzos para restaurar el hábitat
de las asclepias son importantes, sin abordar las prácticas agrícolas
responsables de su erradicación, las poblaciones de monarca no se recuperarán
en niveles saludables. Enlistar a las mariposas monarca como amenazadas bajo la
Ley de Especies en Peligro es esencial para su supervivencia, ya que
proporcionaría mayor protección para estas y su hábitat”.
Tierra
Curry, del Center for Biological Diveristy, va más lejos: “Esto establece el
objetivo demasiado bajo para la conservación de las mariposas. Incluso si esto
se logra, representaría casi una disminución de 80 por ciento en la población
monarca, y asciende a un menor número de monarca que han muerto a manos de una
sola tormenta de invierno en el pasado. También es lamentablemente inadecuado
para proteger las abejas. Para proteger realmente los polinizadores, tenemos
que prohibir inmediatamente los neonicotinoides y hacer un plan para reducir
drásticamente el uso de glifosato. Además, creemos firmemente que la monarca
aún necesita ser protegida formalmente bajo la Ley de Especies en Peligro”.
De
aprobarse en diciembre de este año la inclusión de la monarca en el Endangered
Protection Act (Ley de Especies en Peligro), ¿se produciría quizás un cambio en
ese sentido? Habrá que esperar para verlo. Por lo pronto, Monsanto continúa
alegando su intención de proteger esa planta y a los grandes polinizadores del
norte del continente afectados indirectamente por sus productos.
No
deja de ser curioso que una compañía que vende semillas patentadas y que exige
la renovación anual de estas por parte de los campesinos que las utilizan,
defienda algo que potencialmente podría acabar con su negocio. De modo que, si
los polinizadores siguen existiendo, ¿quién controlará el origen y la
reproducción de las cientos de millones de plantas que crecerán sin
intervención de compañía alguna?
El Corredor Mariposa queda a deber
En días recientes, el presidente de Estados Unidos, Barak
Obama, anunció la creación del “Corredor Mariposa”, con el cual pretende
generar un hábitat de paso para las monarca en su viaje de ida y regreso a México.
Si bien estas noticias son celebradas constantemente por la prensa, los
científicos y activistas de la monarca son más escépticos acerca de los
alcances, efectividad y resultados de estas medidas paliativas que no combaten
el problema de fondo: las prácticas de monocultivo y el uso de herbicidas como
el glifosato.
Al respecto, Tierra Curry, del
Center for Biological Diversity, opina: “El corredor no restaurará suficiente
hábitat de asclepias para recuperar la población de monarcas a un número lo
suficientemente grande como para ser resistente (a una eventual extinción).
También es riesgoso si no se aplican y se hacen cumplir reglas muy estrictas a
lo largo del corredor sobre la siega y el uso de plaguicidas, y los niveles de
atropellamiento que podrían sufrir las mariposas adultas al hacer el recorrido
sobre la carretera interestatal implican un riesgo desconocido en términos
científicos.