Reconocido ampliamente como uno de los más influyentes arquitectos mexicanos, Michel Rojkind está convencido de hallar en sus proyectos un valor agregado más allá de la estética vanguardista.
“Por la experiencia de llegar a lugares nuevos empecé a darle mucho más valor a la arquitectura. Llegar a los aeropuertos, moverte, ver la infraestructura de esa ciudad. Me sorprendí de lo que la arquitectura era capaz de provocar”, cuenta a Newsweek en Español sobre su primer acercamiento real a la arquitectura —mientras se encontraba de gira como baterista del grupo de Aleks Syntek.
Rojkind lo explica como una fascinación infinita por la movilidad, el ir y venir de las personas y el dinamismo de una ciudad.
“Siempre me ha llamado la atención el movimiento. Cómo se traslada la gente, si está centralizada o si está en la periferia, eso es lo que da vida a una ciudad.” En 2002, esta pasión se materializó cuando fundó su ahora afamado estudio de diseño arquitectónico.
Desde su creación, algunos de los desarrollos más notables de Rojkind Arquitectos (cuyos socios principales son Michel Rojkind y Gerardo Salinas) son la sede central de Falcon, en la ciudad de México; el Museo del Chocolate Nestlé, en el Estado de México, y otro edificio de fábricas Nestlé en Querétaro. En años recientes concluyeron tres importantes proyectos en la capital del país: la fachada de la tienda departamental Liverpool Insurgentes, la reestructuración de la Cineteca Nacional Siglo XXI y el exitoso Mercado Roma. A estos podríamos aumentar una larga lista, pero el tiempo de la entrevista se agota… y Michel quiere contarnos sobre las habilidades que considera indispensables en los arquitectos modernos y sobre cómo observa a la nueva generación de profesionales, entre ellos, sus alumnos en la Universidad de Pennsylvania.
“Compartir la responsabilidad. Creo que lo necesitamos hacer más que nunca. Yo lo veo así: si llega un cliente y me dice que quiere hacer una torre en medio de la ciudad, mi responsabilidad también es decirle: ‘Aunque tú vas a pagarlo, ese proyecto atiende a mucho más gente que tú’, entonces debemos pensar, conjuntamente, en lo que cada proyecto representa para el lugar específico en donde se construya.”
Los proyectos que está desarrollando su despacho testifican esta necesidad de encontrarle un valor agregado a la arquitectura. Por ejemplo, en proceso aún se encuentra el Highpark, en Nuevo León, una urbanización que funcionará de manera residencial, comercial y con espacios abiertos para los habitantes locales. Otro ejemplo es una colaboración con el Banco de Alimentos de México, del que él cuenta emocionado: “Esta empresa recupera y evita el desperdicio en México, y estamos trabajando con ellos para hacer un centro bastante importante en Guadalajara. Este tipo de cosas son las que queremos hacer más y más, que lo que trabajemos tenga un eco”.
En ese sentido, su reto es doble, porque aunado a su trabajo como socio del despacho, como profesor invitado en UPenn también mantiene un compromiso, distinto, con la juventud. Rojkind asegura: “Lo más difícil ha sido que los alumnos entiendan que la herramienta más importante no es la computadora, es su cabeza. Si no aprenden primero a observar, a estructurar ideas y a generar un proceso de pensamiento, de nada les servirá ser buenísimos en la computadora porque no hay nada real detrás de lo que van a hacer”.
Predicando con el ejemplo (por trillada que suene la frase), procura explicarles que el arquitecto de la actualidad tiene que dominar más que solo su área. En sus palabras, “hoy uno tiene que entender de políticas públicas, de iniciativas privadas, de negocios, de movilidad social y, de cierta forma, anticipar el impacto que puede tener el trabajo”.
Michel Rojkind tiene una visión muy clara de cómo contribuir al paisaje arquitectónico y a la dinámica social a la vez, hecho que hasta ahora le ha significado un buen catálogo de reconocimientos. Él, halagado por estos, pero firme en su convicción profesional, resume su responsabilidad de forma elocuente:
“Ya no solo se pueden hacer edificios por ‘qué bonito se verá’. El valor estético es importante, pero no suficiente. Hay que encontrar la manera en la cual tu proyecto mejore la condición de lo que está alrededor.”