En un país en el que el Estado no protege a los periodistas y las autoridades no acaban con la impunidad de quienes perpetran ataques contra los que investigan y denuncian, la libertad se convierte en una elección de vida.
La lista va en aumento, con los días se hace larga y se torna impune. Ya son 87 los periodistas mexicanos asesinados, 14 se hallan en el exilio, 12 desplazados y 20 desaparecidos en los últimos 12 años…; cifras que se leen rápido y fácil, pero que son producto de una lenta y dolorosa transición a la democracia y de un prolongado pacto de impunidad que prevalece entre la clase gobernante del país.
México ha sido señalado como uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo, y ellos, los políticos y empresarios, lo saben, como lo sabemos tú y yo, pero nadie hace nada. Los periodistas parecen ser los únicos que lloran a esos muertos, que sienten la lejanía de los exiliados, que acompañan en su búsqueda a los desplazados, que todavía escuchan esas voces acalladas de los desaparecidos, y que entienden el temor de los que están amenazados.
Cuando se atenta contra la libertad de expresión e información también se atenta contra la libertad de pensar y decidir, un derecho del que los políticos y los consorcios mediáticos en gran medida han logrado privar a los mexicanos a través del desgarre del tejido social y su desorganización, del silenciar a las voces incómodas, de intimidar a quienes dicen la verdad.
Cuando se pierde a un periodista no es asunto de uno, es asunto de todos, ya que solo una sociedad bien informada puede ejercer sus derechos democráticos y es por eso, por creer que su trabajo y el de sus compañeros es capaz de cambiar el rumbo de la historia de México, que periodistas como Anabel Hernández, Lydia Cacho, Marcela Turati, Diego Osorno y el caricaturista Rafael Barajas, el Fisgón, decidieron formar parte activa en la defensa de los periodistas que, ante la ineficiencia del gobierno y sus instituciones y su falta absoluta de interés y compromiso, han tenido que huir y recurrir a organizaciones independientes como Reporteros Sin Fronteras, Periodistas de a Pie y Artículo 19, para que los respalden y protejan.
Es así como en un gesto de solidaridad con sus compañeros de trinchera, en junio inició la cruzada por el derecho a la libertad de expresión e información a través de una serie de eventos organizados por periodistas para periodistas con el fin de recaudar fondos y empezar a hacer acciones para proteger, capacitar, empoderar y reinsertar a los colegas que se encuentran exiliados en diversos países del mundo y desplazados en los estados de la república.
En junio tuvo lugar la subasta “Monos y moneros”, en la que los caricaturistas Naranjo, Boligán, Patricio, Rius, el Fisgón, Helguera, Hernández y Rapé se “mocharon con sus monos” en favor de que la libertad de expresión sea un derecho de todos y con la convicción de que la solidaridad es posible entre periodistas y ciudadanos. La iniciativa fue de Rafael Pineda, Rapé, quien lleva un año desplazado en el Distrito Federal tras sufrir amenazas en su ciudad natal, Veracruz.
El mes de julio dio lugar al conversatorio “Prensa y sociedad”, en el que Anabel Hernández, Lydia Cacho, Marcela Turati, Diego Osorno y el Fisgón se reunieron en el Club de Periodistas con la sociedad para hablar de cómo opera la libertad de expresión e información en México y se llevó a cabo la venta de algunos de sus libros. Por cada libro se donó el 40 por ciento para el Fondo de Protección a Periodistas, y la casa editorial Random House Mondadori donó el 5 por ciento de lo recaudado; los periodistas también contribuyeron con sus regalías.
En entrevista con Newsweek en Español, Anabel Hernández, autora de libros como Los cómplices del presidente, Los señores del narco y México en Llamas: el legado de Calderón; Lydia Cacho, autora de Los demonios del Edén, Con mi hij@ no y Esclavas del poder, entre otros; y Diego Osorno, autor de La guerra de Los Zetas, País de muertos y El cartel de Sinaloa, entre otros, comparten sus experiencias en el ejercicio de su profesión en un país en el que actualmente reina la corrupción, la violencia y la impunidad.
Diego, ¿cómo ha sido ejercer el periodismo en México donde la negligencia del gobierno ha sido criminal?
“Un ejercicio de vértigo con efectos nocivos y también con efectos maravillosos. Contar historias en una jaula con leones ha llevado al buen periodismo a una profunda reflexión en medio de ese vértigo. Hay quienes optan por el silencio de la supervivencia, mientras que los cínicos se inclinan por ser ecos amaestrados del poder, pero cada nota o cada crónica seria y libre, en este entorno, está impregnada por el resultado de esa reflexión permanente; pero también hemos presenciado un gran auge. Nunca como ahora ha habido tantos cronistas y tantos buenos trabajos periodísticos, sobre todo fuera del DF. Cuando está tu vida de por medio y eres honesto, lo que escribes tiene mucho mayor valor y es más potente. Por eso estos años de vértigo también han beneficiado al periodismo mexicano”.
Anabel, tú no solo has sido amenazada de muerte, sino que ya han atentado en contra de tu familia y los hostigamientos continúan día tras día. La solución que te dio el gobierno fue que no firmaras tus artículos, ¿no ha hecho nada más por ti?
“Nada, absolutamente nada. Aunque reconozco que el gobierno de la ciudad de México, cuando acudí en 2010 a levantar mi primera demanda, implementó un mecanismo de protección inmediato y me asignó escoltas, pero desde entonces es la única protección concreta y real.
“Pero eso no me resuelve mi problema fundamental, que es que los que me amenazaron y persiguen siguen impunes, y mientras esta gente siga impune y yo siga publicando, sigo en riesgo porque, aunque hoy no estén presentes físicamente Luis Cárdenas Palomino, Genaro García Luna, Armando Espinosa de Benito, etcétera, sus familiares están en puestos y áreas clave, y yo en peligro. Hay que decir que es tan responsable quien asesina y amenaza a un periodista como quien permite que eso suceda a costa de la ley”.
Lydia, ¿sientes que eres una periodista libre a pesar de que ya has sido amenazada de muerte y torturada por tu labor?
“Sí, definitivamente, soy más libre que antes de ser secuestrada por la gente del gobernador Mario Marín. Me he convertido en una estratega de mi propia seguridad, elijo los temas que en general le importan poco a periodistas porque me parecen los más necesarios. Soy libre para elegir y para publicar”.
¿Quiénes perpetran los ataques a periodistas y por qué se mantienen impunes?
Para Diego, los ataques son ejecutados normalmente por “gente miserable y cobarde”, “pero el problema de fondo es el pacto de impunidad que prevalece entre la clase gobernante de un país como el nuestro, que dejó durante 10 años que Elba Esther Gordillo saqueara las arcas a la vista de todos, sin decirle nada, hasta que vino el reciente ajuste presidencial de cuentas.
“Todos sabemos que en la cúpula del poder hay decenas de bribones que gozan de la misma impunidad que gozó Elba Esther Gordillo y vivimos resignados ante ello. De hecho, las opiniones de estos bribones son las que nutren nuestro diarismo, el cual fabrica héroes de cartón piedra. Esta espantosa atmósfera de impunidad irradia a diferentes niveles sociales una sensación de que se puede hacer lo que sea. Nuestra sociedad está educada en la impunidad. Por eso matar a un periodista que denuncia ese estado absurdo de las cosas no representa ningún costo especial”.
¿Qué es peor, un presidente como Felipe Calderón, quien decía preocuparse por los periodistas y no hizo nada o uno como Enrique Peña Nieto, quien ni siquiera los ha mencionado?
“Los dos gobiernos han sido negligentes y criminales, el gobierno tiene la obligación de aplicar la ley y las instituciones solo simulan querer aplicarla porque no hay ni un solo resultado concreto.
“Los dos gobiernos han sido terribles, Calderón por haber dicho que sí le importaba, pero haber instruido a los fiscales para que bloquearan los casos, los ignoraran y los empolvaran para que el tiempo los borrara, cosa que a veces es más eficaz para la Procuraduría para no impartir justicia.
“Y EPN no ha dicho ni una sola palabra ni durante la campaña, ni durante su gobierno. ¿Qué va a hacer contra esos atentados a la libertad de expresión? ¿Cuándo va a resolver los temas de los compañeros que están desaparecidos, que fueron levantados? ¿Cuándo va a generar las condiciones para que estos periodistas exiliados regresen a México y los que están desplazados regresen a sus estados? Nunca, nunca porque no está en su agenda”, asegura Anabel.
¿Para quién escribes? ¿Con quién te comprometes al hacerlo?
Lydia escribe para los seres humanos, para su familia, para su comunidad. “Me comprometo antes que nada conmigo misma y siempre, siempre con las personas victimizadas por alguna forma de violencia que me confían sus historias. Me comprometo con la verdad”.
¿Consideras que en otro país de Latinoamérica tanto tú como otros periodistas estarían en una situación menos vulnerable para trabajar?
“La información libre y crítica es reprimida en general en todo el continente. Pero suele ser algo que hacen principalmente los políticos y empresarios. En México, además de políticos y empresarios, debemos sortear a los hombres armados del narco o a los que supuestamente combaten al narco. Quizá los colegas de Colombia, Honduras y Guatemala son los que mejor entienden nuestro drama”, puntualiza Diego Osorno.
Anabel, has dicho que no solo tienes miedo, sino que vives con miedo, ¿cómo lidias con él cuando sales a trabajar?
“El periodismo para mí es como respirar, me apasiona, es lo que me ha hecho sentir productiva; siento que el periodismo dignifica, que es una de las profesiones más nobles que puede haber en el mundo, el poder darle voz a quien no tiene voz, el poder denunciar, transparentar, el poder poner sobre la mesa aquello que los corruptos quieren mantener oculto, eso ayuda realmente a una democracia.
“Pensar que si yo dejo de hacer mi trabajo habrá un acto de corrupción que no será revelado, una injusticia que no sea denunciada me pesaría mucho, por eso soy periodista y por eso puedo superar mi miedo, es más mi deseo de servir que mi miedo”.
Como bien lo dijiste, los periodistas son amenazantes para pocos, pero su oficio es útil para muchos; ¿qué necesita México para ser un país seguro y justo para que los periodistas puedan hacer su trabajo?
“Necesita justo lo que estamos haciendo, hacer un mapa claro de su realidad, comprender qué tareas le tocan a cada quién, aprender a poner el ejemplo, a ser congruentes y consistentes. El nuevo sistema de justicia penal puede cambiar a este país, pero si las y los litigantes no cambian sus prácticas lo van a destruir. En el periodismo tenemos una gran tarea para hacer más periodismo de paz y menos periodismo de guerra. En el periodismo hay una fascinación morbosa con el terror, con la violencia, y eso es muy peligroso para el país”, afirma Lydia.
¿Denunciar en México sirve de algo Diego?
“Si no creyera que sí, 17 años de mi vida habrían sido una grave equivocación”.
Dentro de la legislación que existe enfocada en el respeto a la libertad de expresión, ¿cuáles son los conceptos principales que habría que afinar o adicionar para que realmente estuviera sustentada con una mayor claridad jurídica?
“En general las leyes no son malas, el problema está en quienes operan los mecanismos de la ley. Necesita afinarse la manera en que se evalúa el riesgo, imagínate, en un país en que el 70 por ciento de los ataques y amenazas a periodistas vienen de servidores públicos, ¡son ellos quienes deben cuidarnos! Cuando en muchos casos nos prefieren muertas o exiliadas.
“La paradoja es inmensa, nos quieren inestables, huyendo, inseguras, de allí que el Mecanismo de Protección a Periodistas no sirva, no quieren evaluar el riesgo, lo minimizan. Por eso nos protegen más las organizaciones internacionales que la propia autoridad. Pero debemos seguir exigiendo que funcione, somos ciudadanas y nuestra seguridad es, en parte, responsabilidad de Estado. La disfuncionalidad de los operadores de estas leyes tiene como finalidad silenciar y controlar a los medios, el desgaste, el miedo y la incertidumbre son muy poderosos. Por eso es tan valiosa la solidaridad y nuestra salud psicoemocional, para enfrentar los retos sin quebrarnos”, puntualiza Lydia Cacho.
¿Si pudieras volver el tiempo atrás y elegir callar en vez de alzar la voz para que así no hubieras sufrido lo que te ha tocado sufrir, lo harías?
“Nunca, por eso elegí esta profesión, para alzar la voz, para darle voz a quienes no la tienen y para denunciar a todos aquellos que nos quieren en silencio para esconder la verdad”, concluye Anabel Hernández.
Como ellos, cientos de periodistas en México se levantan todos los días con el compromiso de investigar y denunciar para que cambie la realidad de su país, pero también con la esperanza de que terminen los silencios forzados, que no acallen a esas voces “incómodas “ y que no muera un compañero más.