El cigarrillo mata a la mitad de los fumadores en todo el mundo, lo que equivale a unas seis millones de personas cada año. Por ello la Organización Mundial de la Salud ha pugnado desde hace mucho tiempo por la prohibición total del tabaco, pero ha obtenido resultados muy magros.
El doctor Ángel Velázquez Giles, especialista en neumología del Hospital General Regional N. 1 “Carlos McGregor”, del Instituto Mexicano del Seguro Social, expone que el paciente que decide realmente dejar de fumar percibirá los primeros beneficios a los 10 minutos:
“En los primeros 10 minutos la oxigenación de su sangre regresará a lo normal.
Y a la semana, su actividad tanto sexual como física, hablando en términos de respuesta sanguínea, mejorará y tenderá a la normalidad”.
No obstante, según expone el médico en entrevista con Newsweek en Español, lo que nunca se alivia al 100 por ciento es la salud pulmonar. Por ello la responsabilidad de los adultos es evitar que niños y adolescentes caigan en las garras del tabaco.
“Los pulmones tardan aproximadamente 20 años en recomponerse. A los 35 años de edad la capacidad pulmonar de las personas desciende poco a poco, conforme al físico, y en los fumadores esta capacidad se reduce más rápido, por lo que algunas personas deben utilizar oxígeno porque sus pulmones no logran oxigenar la sangre con el aire ambiental. Pero si ese paciente deja de fumar esta degeneración podría ser un poco más normal”.
El especialista explica que el hábito de fumar es un mal que afecta tanto a la persona que fuma como a quien está a su alrededor. En este tenor, el fumador se expone principalmente a dos tipos de lesiones, la que causa el tabaco al ser consumido en su estado clásico de fuego y la que acarrea que el organismo absorba las más de 1500 sustancias químicas que contiene un cigarrillo.
“El humo que se origina en la parte incandescente del cigarro, el tizne, entra a la cavidad oral y a todo el sistema respiratorio a una temperatura de 640 grados centígrados. Esto ocasiona una quemadura muy fina, pero constante, en todo el árbol bronquial, lo que provoca muchas alteraciones en la elasticidad de los bronquios y que las vías se cierren”.
¿Pero cuáles son las consecuencias de estas lesiones ocasionadas por las quemaduras? Responde Velázquez Giles: “Principalmente, el fumador queda muy expuesto a infecciones de las vías aéreas superiores como la otitis, sinusitis, neumonías e infecciones por bacterias habituales y simples. También queda muy susceptible a infectarse por virus respiratorios como cuadros infecciosos gripales y de influenza, e incluso se ha sabido y comprobado que existe una relación muy fuerte del fumador con el virus del papiloma humano”.
El daño a los niños
Un cigarrillo, decíamos líneas atrás, contiene más de 1500 sustancias volátiles y sólidas, las cuales son potencialmente generadoras de cáncer.
“Todas estas sustancias —interviene el neumólogo— pueden provocar cáncer de boca, de labio, de lengua, de laringe, de esófago, pulmonar, de mama, de próstata, de vejiga, de colon, de recto… Incluso hay enfermedades que son poco comunes y poco reconocidas, como el cáncer de páncreas, además de problemas de disfunción eréctil y enfermedades metabólicas, esto es, el hábito de fumar genera una predisposición a padecer diabetes, osteoporosis y problemas de lípidos, grasas, colesterol, triglicéridos, caries dentales, pérdida de dientes, periodontitis, e incluso causa enfermedades en los ojos como cataratas y glaucoma, y especialmente en mujeres, problemas de artritis reumatoide”.
Por su parte, la persona que no fuma pero que convive con un fumador, primordialmente los niños, tiene una alta posibilidad de padecer asma y problemas de otitis. En los recién nacidos el principal peligro es el síndrome de muerte súbita respiratoria, es decir, aumenta el riesgo de que el bebé muera en la cuna por un paro respiratorio si sus padres fuman.
Además, el niño o adolescente que vive en una casa donde los adultos fuman tiene más de la mitad de probabilidades de convertirse en fumador, pues “lo ve como un hábito natural, normal, y podría iniciarse en el consumo antes de los 12 años”.
El especialista añade que, independientemente de cuántos cigarrillos fume una persona, siempre estará causándose un daño en el organismo. “El daño siempre se va a presentar así haya consumido un cigarro al día durante muchos años”. Sin embargo, conocer la cantidad de cigarros que consume el fumador “es importante para predecir la rapidez con la que se le instaurará alguna enfermedad”.
Cuanto más cigarrillos consuma más alto es el riesgo de que el fumador tenga cáncer. “La forma más fidedigna para conocer el daño pulmonar o el que se genera en las vías respiratorias es la espirometría, que sirve para estudiar el volumen pulmonar, la cantidad de aire que tiene, que inhala y exhala, y el tamaño de los bronquios. Un fumador tiene los bronquios más pequeños y menos cantidad de aire de lo que se debería tener para su edad, sexo, estatura y peso”.
Ante tal panorama, el especialista le apuesta a que los fumadores, así como eligieron fumar, también elijan dejar de fumar. Para lograrlo dice que el paciente debe saber que la adicción se adquiere por medio de dos vertientes primordiales.
“Una es la dependencia física, pues la nicotina genera un estado de bienestar, de plenitud, de satisfacción. Y la otra es la dependencia psicológica, pues quien fuma se interpreta como una persona atractiva, de mucha seguridad, incluso cree tener las mejores relaciones sexuales porque fuma”.
Luego de reconocer estos factores, el paciente debe estar completamente convencido de que desea dejar de fumar, pues con esta convicción puede acudir al médico, quien le prescribirá algunas técnicas de sustitución y tranquilidad como los parches de nicotina, inhaladores nasales, pastillas para inhibir el impulso y medicamentos para calmar la ansiedad.
Para concluir, Ángel Velázquez Giles dice que “los medicamentos deben combinarse con un buen apoyo psicológico. Pero lo más importante es que el paciente esté convencido de que debe dejar de fumar. Le servirá mucho hacer ejercicio, pero también debe ser disciplinado en la administración de medicamentos que lo van a proteger de algunas infecciones y a ayudar a que sean mínimos los síntomas comunes como falta de aire, tos, flemas y sibilancias a nivel toráxico.
“Desafortunadamente, cuando se consume tabaco de manera intensa se provocan lesiones permanentes. Pero estas acciones al menos ayudarán a que no progresen y que no sean tan graves en un futuro”.
Radiografía de un cigarro
De acuerdo con el maestro Marcel Hernández, director de la carrera de Ingeniería Química Administrativa Sustentable del Tecnológico de Monterrey, en sí misma la hoja de tabaco con la que se fabrica el cigarrillo ya contiene sustancias como la nicotina; sin embargo, a estas hojas se les da un tratamiento químico especial para que rindan y se consuman más rápidamente.
“Por ejemplo, un cigarrillo contiene amoniaco y aldehídos, los cuales actúan como una especie de combustible para que el cigarro se consuma muchísimo más rápido. Son una especie de catalizador que favorece la combustión”.
El ingeniero químico explica que la nicotina es una droga que favorece la liberación de dopamina, sustancia responsable de que el organismo genere una reacción y atracción por los químicos que recibe el cuerpo.
“Y el amoniaco también acelera la fijación o liberación de esta nicotina para meterla al sistema nervioso. Las reacciones y los ciclos con que las células trabajan o procesan ese tipo de sustancias en el cuerpo son muy elaborados”.
El especialista también explica que el cigarrillo no afecta solamente al organismo humano, sino al medioambiente en general: Productos de esa combustión son algunos aldehídos, acetonas, el CO2 y el CO, que terminan en el medioambiente. Un cigarro no hace tanto daño, pero los millones de cigarros que se consumen al día sí afectan al ambiente”. Además, “la colilla es un residuo que tarda mucho tiempo en degradarse, los filtros por lo regular son de poliuretano, un plástico que tardará unos 30 o 40 años en degradarse”.
Marcel Hernández considera que un cigarrillo sería menos dañino si fuera comercializado sin tanto tratamiento químico: “El procesamiento químico que se le da con todas las sustancias como el alquitrán, el poliuretano, el queroseno y el amoniaco, no tendría que hacerse; actúan como unos aceleradores, y yo me quiero imaginar que obedece a la cantidad de cigarrillos que pueden producirse a partir de una hoja de tabaco. Es decir, tiene que ver más que nada con el procesamiento y la comercialización, pues si fuera un tabaco puro seguramente costaría más caro”.
Un tabaco puro que quizá provocaría menos daños a la salud. “A lo mejor sí —concluye el químico—, aunque al final de cuentas el tabaco ya contiene nicotina, la cual sigue siendo catalogada como una especie de droga. Pero sí, seguramente el cigarro haría menos daño si no tuviera esos agentes externos como los amoniacos, el alquitrán y los plásticos”.