Flakone tenía tan solo seis años cuando la idea de cambiar su piel por pigmento se apoderó de su mente. Mientras recorría las calles de la ciudad de México en autobús vio por primera vez un tatuaje. “¿Un tatuaje?”, le preguntó al joven que amablemente le explicó por qué el pitufo fumando acostado debajo de un hongo que tenía grabado en su hombro no se borraba cuando él, con la impertinencia de un niño, frotó encima su dedo con saliva. “Sí, así le llamamos a una ilustración que jamás se borra”, respondió.
Con la idea del “jamás se borra”, el entonces niño que todos los días pintaba su piel con plumones con la esperanza de que al momento de bañarse no se desvaneciera su creación con las gotas de agua, regresó a casa y cuestionó a su padre sobre la verdad de lo dicho por el joven del pitufo tatuado; su progenitor le respondió que, en efecto, un tatuaje se quedaría en la piel para siempre y le advirtió que no lo hiciera porque solo los pandilleros y los presos se tatuaban.
Ocho años pasaron para que tan estricta advertencia fuera olvidada y que Flakone, aun sin llegar a la mayoría de edad, se hiciera su primer tatuaje: un naipe con una calavera en el hombro derecho, la cual, evocando a la fortuna y a la vida y la muerte, marcaría el inicio de un viaje por el mundo del arte corporal que al día de hoy ha durado 20 años que se traducen en más de 60 tatuajes.
“A la semana de haberme tatuado por primera vez me hice mi segundo tatuaje, un dragón, y a partir de entonces fue todavía más fácil que llegara el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto…” dijo en entrevista con Newsweek en Español Flakone, quien hoy, además de tener el 70 por ciento del cuerpo tatuado, es un reconocido tatuador e integrante del estudio Tercer Ojo.
El convertirse en tatuador ocurrió por azares del destino; el amigo que lo tatuó dejó en su casa el equipo de trabajo y él, incitado por otro amigo, lo tomó para tatuarse a sí mismo en el muslo un esqueleto de rata. “Algo dentro de mí siempre supo que quería estar tatuado, pero jamás imaginé que me convertiría en tatuador”, confesó Flakone. “Pero siempre he sido bueno dibujando y se me hizo fácil intentarlo en mí mismo, y como me quedó bastante bien tatué a un amigo y luego el primo de mi amigo me buscó porque le había gustado lo que hice, y así sucesivamente”, agregó.
Los encantos de la tinta lograron seducirlo al punto de que no solo el 30 por ciento de su cuerpo —glúteos, abdomen bajo y cabeza— no está tatuado, sino que el tatuar, que al principio era solo un pasatiempo, se convirtió en su modo de vida.
El decorar el cuerpo con tatuajes constituye una práctica milenaria que ha estado presente en diversas culturas y que desde sus inicios ha tenido diferentes significaciones sociales, psicológicas y emocionales, según las peculiaridades de los pueblos.
El origen de la palabra se le atribuye al vocablo tatu, proveniente de los indígenas de la isla Tahití, en la Polinesia, que significa “marcar” o “golpear dos veces”. En español se conoce como tatuaje gracias a la derivación del francés tatouage, que en japonés es el equivalente a irezumi —inserción de tinta—, y en inglés se le conoce como tattoo.
El tatuaje, tattoo, tatu, tauage o irezumi es toda imagen grabada en la piel bajo la dermis habiendo utilizado tinta permanente inoculada con empleo de agujas o de máquinas, o bien aquella que se haya producido con calor o por picadura o ya sea por quemadura obtenida con algún agente cáustico donde deja una textura en la superficie denominada queloide.
Antiguamente los tatuajes representaron una señal de rango o linaje social entre los indígenas, y con el paso del tiempo se les atribuyó una función religiosa protectora; se les identificó como un sello personal de los marineros y los presos; se les asoció con las pandillas; se dijo que revelaban vacíos existenciales y el deseo de pertenecer y ser aceptados; se les asoció con los modismos, la cosmetología y a otras manifestaciones de expresión corporal como el piercing; se les identificó como forma de conmemorar y recordar un evento, suceso o experiencia; se lo concibió como arte y se asumió como una adicción.
La denominada adicción al tatuaje consiste en el deseo constante por decorar el cuerpo con un gran número de tatuajes, y según informó a Newsweek en Español en entrevista la terapeuta especialista en adicciones del ITREM Ninette Ríos, es el tipo de pensamiento lo que diagnostica a las adicciones como tal, es decir, no nada más es la conducta lo que lo define, si no, y sobre todo, el tiempo que se piensa en hacer la conducta.
“La adicción por hacerse tatuajes representa algún tipo de problema cuando la gente deja de hacer o de tener otras áreas de la vida resueltas, es decir que solo se dediquen a pensar en el próximo tatuaje a nivel de una obsesión persistente por hacerlo”, explicó Ríos.
Por su parte, la psicóloga especialista en adicciones del Instituto Life, Mary Pily Llanos Valero, informó en entrevista con Newsweek en Español que el hacerse tatuajes tiene connotaciones fisiológicas y psicológicas que se manifiestan e interpretan dependiendo de las particularidades de cada persona. “No podemos generalizar, el porqué tatuarse es un asunto completamente individual”.
Los aspectos fisiológicos tienen que ver en primera instancia con la producción de adrenalina que comienza desde que se piensa en hacerse un tatuaje, “ahí es cuando empezamos a sentir todo ese rush que nos debate entre el peligro y el dolor”, explicó Llanos Valero. En segunda, la liberación de endorfinas que son liberadas por el cuerpo para nivelar el dolor, que dependiendo del caso, será muy leve o muy agudo.
Desde el punto de vista psicológico, la especialista señaló que es el deseo de pertenecer, de interactuar socialmente —sobre todo con los amigos—, el que provoca que las personas generen un deseo por tener más y más tatuajes. La combinación de ambos aspectos es la que se considera que genera la adicción.
Respecto a las distintas significaciones sociales, emocionales y psicológicas que se derivan del acto de tatuarse, la también directora del Instituto Life habló de que los tatuajes socialmente traen consigo ese deseo de expresar y de pertenecer, mientras que psicológicamente es difícil definirlo porque no es una adicción como las más comunes —alcohol y drogas—, que suponen un tema multifactorial, sino que esta finalmente no es una conducta que se realice todos los días. “Emocionalmente, para cada persona tienen un significado muy distinto porque cada quien le da un sentido o inclusive un sinsentido muy importante a su tatuaje”, explicó la especialista.
Es así como en el mundo existen aquellos tatuados que se tatúan con el deseo de expresar inconformidad, rebeldía, de ir en contra de lo establecido; otros que desean sentirse libres, quienes quieren atarse a través de él a un sentimiento o ser fieles a una ideología o una creencia; algunos que quieren pertenecer o ser aceptados, los que desean rendir homenaje, recordar un suceso o inmortalizar al ser amado o admirado, y los que lo hacen como una expresión artística o simplemente por el mero gusto. También hay quienes se tatúan una sola vez o pocas veces sin generar una adicción.
Tal es el caso de la tatuada y tatuadora alemana Sabine Hannak, quien aseguró en entrevista con Newsweek en Español que, para ella, el tatuarse, lejos de responder a una adicción, tiene que ver con el gusto de expresarse y adornar el cuerpo con algo bello. “Un tatuaje para mí es una expresión personal, un marcador de cosas que pasan en la vida que pueden ser un recuerdo de un tiempo muy especial, la pérdida o el recuerdo de una persona querida, un cambio en la vida… pero también muestra lo que quiero ser y lograr o como veo la vida y a mí misma, las cosas que son importantes para mí”.
Ella tiene 10 tatuajes; la primera vez se tatuó un Quetzalcóatl, a los 20 años, cuando hizo su primer viaje a México. “Fue una gran aventura, todavía era joven y vine sola a México sin hablar una palabra de español y descubrí todo un mundo nuevo, un país con tanta historia, naturaleza y cultura, y me fascinó”, explicó Hannak, conocida como Biene —“abeja” en alemán— en el mundo del tatuaje y en su propio estudio, Just B, Tattoo and Body Art. Siete años pasaron para que decidiera volver a tatuarse.
El porqué las personas deciden hacerse un tatuaje, así como los colores, las formas, los tamaños, las temáticas, el lugar del cuerpo en donde se lo quieren hacer, las motivaciones y el significado de los tatuajes dependen de cada individuo, de su historia, sus experiencias, del contexto en el que se desenvuelve, de su pasado, su presente y sus deseos futuros. Por eso los especialistas concluyen que no se puede generalizar ni dar nada por hecho.
Sin embargo, hay algo que es innegable: la mayoría de personas que se hacen por primera vez un tatuaje generan una estrecha alianza con la tinta que los hace regresar una y otra y otra y otra vez por más; después de todo, para ellos la piel se convierte en un lienzo inagotable.