Su principal tarea cotidiana se centra en consolidar espacios de participación en sus comunidades.
Sentados sobre el pasto, en un parque de la colonia Condesa, en Ciudad de México, Nazaria Jiménez, Florencia López y Jayder García hablan de lo que significa crecer dentro de una comunidad autóctona en Chiapas. A pesar de que cada uno proviene de una comunidad distinta, los tres han vivido experiencias muy similares: todos describen a sus padres como machistas, sufren la ausencia de familiares que han dejado México para ir a trabajar a Estados Unidos y sus madres se casaron y tuvieron a su primer hijo antes de cumplir los 17 años.
Ocosingo, Nuevo San Juan Chamula y Chenalhó son comunidades que no están a más de 200 kilómetros de distancia de San Cristóbal de las Casas, una pequeña ciudad de Chiapas en la que se encuentra la oficina base de la fundación Ideas Ch’ieltik, cuyo objetivo principal es dar a conocer a las juventudes de comunidades autóctonas chiapanecas sus derechos para que tengan mayor participación en las decisiones de la comunidad.
“Muchas veces no hay espacio para la juventud y cuando alguno se expresa le dicen que le falta experiencia para poder participar, incluso cuando sus ideas son buenas”, cuenta Florencia López Gómez, originaria de Ocosingo y quien hoy es coordinadora municipal de la fundación a la que se integró hace cinco años.
Los tres jóvenes con los que platicamos coinciden en que los problemas más comunes en sus comunidades son el alcoholismo, la violencia, el embarazo a temprana edad y la desigualdad de género. Flor explica que en la fundación están conscientes de que no pueden atacar todos esos problemas y por eso han decidido enfocarse en los que mayormente se presentan: “Ayudamos para que tengan un comportamiento responsable con respecto a su salud sexual y reproductiva porque un embarazo a temprana edad casi siempre interfiere con sus estudios. Lo que queremos es que estudien y que decidan cuándo se quieren casar y embarazar”.
VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Y EMBARAZO ADOLESCENTE
“Las cifras oficiales dicen que las niñas se embarazan a los 11 o 12 años, pero en mi experiencia personal esto sucede desde que llega la primera menstruación, a los nueve o diez años ya hay niñas embarazadas y los riesgos que eso supone son altísimos. También hay mucha violencia y discriminación en las familias, creo que por eso la mayoría de las niñas buscan cariño y amor en otro lado, se casan a temprana edad como una forma de escapar. Otra escapatoria que encuentran comúnmente es suicidarse o migrar a un pueblo más cercano a la ciudad en busca de un trabajo doméstico”, explica Flor sobre la profundidad de este tema que en ocasiones toma caminos irreversibles.
A Nazaria, de 17 años de edad, le cuesta mantener la mirada en mis ojos mientras habla, pero también tiene algo que decir sobre este tema: “A mi comunidad le falta información sobre cómo cuidarse y sobre la importancia de seguir estudiando porque ahí la secundaria es lo único obligatorio y muchos ya no estudian nada después. Hay niñas que se casan a los 13 o 14 años y no siempre porque ellas quieren. Creo que el matrimonio debería ser decisión de ellas y no de sus padres. A veces me pregunto si ya se sienten listas para casarse porque yo no me siento nada lista para eso”, ríe nerviosamente y voltea a ver a su compañero Jayder, esperando a que alguien más quite la atención que está sobre ella.
La violencia intrafamiliar que se da en los hogares de los jóvenes es grave, según cuenta Flor: “Hay mucha violación sexual dentro de las familias y algunas veces las víctimas se acercan a nosotros. Lo que hacemos es proporcionar un espacio en donde se sientan seguros para hablar y, si la víctima lo desea, la canalizamos a otras instituciones. También intentamos que se haga justicia en la comunidad, pero muchas veces la comunidad tiene sus reglas y autoridades. En casi todos los casos al hombre se le permite hacer todo y la mujer tiene que estar sumisa porque nació para el comal y para cuidar a los hijos. Así se salen con la suya”.
ROLES ESTABLECIDOS
Florencia López Gómez es originaria de Ocosingo, cuenta que cuando era más joven tenía que hacer todas las tareas de casa antes de poder salir camino a la escuela. Esto implicaba levantarse muy temprano para preparar las tortillas, el café y los frijoles que después daba de desayunar a sus hermanos y a su padre. Si no habían desayunado todos, no podía irse a clases. “A veces también tenía que lavar la ropa de mi padre y hermanos antes de salir. Las niñas y los niños tenemos el mismo derecho a estudiar, pero en las comunidades parece que los niños merecen más”, dice enfadada.
Después de trabajar con la fundación y conocer sus derechos como mujer y ciudadana de este país, Florencia tomó la decisión de vivir con su novio antes de contraer matrimonio, algo inaceptable en su familia y en su comunidad. “Yo quise vivir primero con él para ver de qué se trataba, no me quería equivocar. Mi madre dejó de hablarme porque para ella yo estaba causando vergüenza a la familia. Tres años después de vivir en unión libre decidimos casarnos y ahora ya puedo visitar a mi familia, como si nada hubiera pasado”, cuenta sonriente y me dice que la familia de su novio no fue tan dura como la de ella.
Nazaria Jiménez es de Chenalhó, en Belisario Domínguez, Chiapas. Tiene 17 años y está terminando la preparatoria. Cuenta lo que la fundación Ideas Ch’ieltik ha hecho por ella. “Me han dado una gran oportunidad, me dieron una esperanza. Antes yo era muy tímida, pero me he vuelto una persona más abierta. Creo que todos los hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y obligaciones, aunque en las comunidades piensen que una mujer tiene menos que ofrecer que un hombre”.
Nazaria quiere estudiar la licenciatura en trabajo social para seguir apoyando a su comunidad y a otras como la suya.
Pero que los jóvenes cambien no significa que cambiarán sus familias y muchos de ellos ahora se ven en la posición de tener que ir en contra de sus padres. “En mi casa las cosas no han cambiado. Me llevo bien con mi familia e intento que platiquemos más, pero mi padre es muy machista”, cuenta Narazia que es la séptima en una casa de 11 hermanos y hermanas, tres de ellos ya estudiaron la licenciatura en trabajo social.
“Mi mamá se casó a los 14 años y lo que nos enseña a mí y a mis hermanas es a estar preparadas para el matrimonio porque el esposo quiere que le hagan todo, así es mi papá. En cambio, mis hermanos grandes se preparan solos su comida y lavan su propia ropa, a veces le dicen a mi papá que él también debería de lavar la suya, pero dice que para eso están las mujeres. Muchas veces nos hace sentir mal porque nos dice que no servimos para nada más. Yo he aprendido que a veces es mejor si me quedo callada”, su mirada se desvía al pasto como quien no quiere ya seguir hablando de este tema.
Jayder García es de Nuevo San Juan Chamula, en Las Margaritas, Chiapas, tiene 18 años de edad y hace año y medio que pertenece a Ideas Ch’ieltik. “Como hombre he cambiado mi forma de pensar y actuar. He descubierto algo que estaba escondido en mí, mi potencial. Yo creía que no podía seguir estudiando, que tenía que tener una pareja a temprana edad e irme a trabajar a Estados Unidos para tener dinero para mantener a mi familia”.
Jayder agrega que, de todos los chicos que estudiaron con él la secundaria, solo cinco terminaron la prepa, pues algunos se casaron y otros migraron en busca de un trabajo bien remunerado. Según estadísticas de la fundación, los jóvenes que no terminan la preparatoria tendrán un salario 37 por ciento menor al de sus pares que terminan el bachillerato.
También habla de los progresos que la fundación ha tenido en los jóvenes de su comunidad: “He aprendido a reservarme, prefiero estar un tiempo sin tener relaciones sexuales, pero encontrar a la pareja correcta. Cuando estaba en la secundaria tenía tres compañeros que ya tenían esposa e hijos y ellos ya no entraron en la preparatoria. Ahora en la generación que está cursando secundaria ya no hay nadie con hijos”.
Jayder planea entrar a estudiar la licenciatura en derecho para así poder ayudar a más personas a conocer los derechos que tienen como pueblos autóctonos en México.
EJES DEL PROYECTO
La fundación Ideas Ch’ieltik toca temas que son sensibles para comunidades autóctonas, uno de ellos es la salud sexual y reproductiva y, desde luego, el uso correcto de anticonceptivos. Para estas comunidades, la religión, sus usos y costumbres son los ejes que los rigen, de ahí que la anticoncepción es vista como una falta a la religión. Así, muchos padres de familia acusan a la fundación de incentivar a la juventud para que tengan relaciones sexuales.
“Lo que hacemos es dar a las personas jóvenes información a la que tienen derecho para que tengan un buen cuidado de su salud sexual y reproductiva. Que ellos decidan cuándo y con quién se quieren casar y cuántos hijos quieren tener o si no los quieren tener. No podemos cambiar los usos y costumbres de nuestras comunidades, pero podemos hacer conscientes a sus mamás y papás para que sean escuchados y puedan ejercer sus derechos libremente”, explica Flor.
La fundación reconoce que las necesidades no son las mismas en todas las comunidades. “El 95 por ciento de la población de San Juan Cancuc habla la lengua indígena tzeltal, entonces es muy difícil que los jóvenes reciban las clases en español porque no entienden bien y quedan muchas dudas. Muchas veces nos preguntan por el significado de las palabras y son esas cosas pequeñas en las que apoyamos ahora”, explica Flor, quien también cuenta que en esa comunidad no hay acceso a internet y están buscando cómo hacerlo llegar para que los niños tengan cubierto ese derecho.
“He visto pasar a cinco generaciones y sí veo el fruto de lo que hemos sembrado porque muchos jóvenes con los que trabajamos al inicio del proyecto hoy ya son universitarios y han cambiado la forma de ver su cultura y de respetar a su familia y ancestros. Ya piensan en su cuerpo como una casa que deben de cuidar”. Flor se siente emocionada de estar logrando el objetivo que tan firmemente se propuso al comenzar a participar con Ideas Ch’ieltik.
Ella narra que muchos de los jóvenes con los que ha trabajado estudian ingeniería agrónoma y se emociona con el caso específico de una joven llamada Magda, quien estudia en Costa Rica y cada año vuelve a su comunidad para contagiar a los demás sobre lo que implica estudiar una carrera fuera de nuestro país. Flor la describe como “un orgullo para ella y su familia estar estudiando una carrera fuera de México, es un ejemplo para la comunidad”.
“Ch’ieltik” significa “los que crecemos” y esa es la misión principal de la fundación: que las juventudes de estas comunidades crezcan conociendo sus derechos y que se formen con una educación completa en este país tan desigual.