Daniel Ellsberg es mejor conocido como el analista militar que filtró los Documentos del Pentágono y expuso las mentiras del Departamento de Defensa sobre el involucramiento estadounidense en la Guerra de Vietnam. Pero, en 1971, cuando sacó esos documentos ultrasecretos de la caja de seguridad de su oficina en la Rand Corp., también se llevó un alijo de materiales relacionados con su trabajo como un artífice de la estrategia nuclear estadounidense de la llamada destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés, cuya idea era que dos naciones nucleares serían renuentes a atacarse una a la otra).
Ellsberg escondió esos papeles nucleares ultrasecretos en bolsas de plástico en la granja de su hermano, en el norte de Nueva York, con la intención de revelarlos después de que se apagara el furor por los Documentos del Pentágono. Pero la tormenta tropical Doria de 1971 erosionó el escondite, y nunca vio los papeles de nuevo.
Ahora, un sano y vigoroso hombre de 87 años, Ellsberg viaja por el país dando pláticas sobre su libro más reciente, The Doomsday Machine: Confessions of a Nuclear War Planner. Cuenta su participación en lo que llama el programa nuclear “criminalmente demente” de Estados Unidos. Newsweek se reunió con él en Washington, donde le hablaba a un grupo de cabilderos progresistas el día en que el presidente Donald Trump decidió bombardear Siria, un país donde cinco naciones con armamento nuclear se han involucrado en su guerra civil. Ellsberg —quien quiere que Estados Unidos abandone su disposición a usar armas nucleares ofensivamente (la llamada política del primer disparo)— dijo que el sistema de armas en los años del Dr. Strangelove sigue siendo tan sensible como siempre, y que un mero fallo técnico o un choque político con Rusia podría terminar en importantes ciudades estadounidenses reducidas a cenizas humeantes con apenas 30 minutos de aviso.
—Este tema es aterrador y su libro es muy deprimente. ¿Por qué la gente debería leerlo cuando parece que todos prefieren mantenerse a oscuras?
—Cuando la gente dice que disfrutó mi plática, tengo que mirarlos con desconfianza, algo así: ¿Eres una especie de bicho raro? Pero, como en Vietnam, si la gente conoce los obstáculos y los desafíos, tiene la oportunidad de hacer un cambio, por baja que sea esa oportunidad. Sin la información no tienes un sentido de la inercia del sistema o cuáles son los obstáculos. La información te da un entendimiento de por qué se ha cambiado tan poco en el último medio siglo y cuáles podrían ser los posibles puntos de apalancamiento.
—Si, como dice, el sistema de armas nucleares es “criminalmente demente”, ¿cómo usted, uno de los planeadores originales, lo justificó moralmente entonces? ¿Y la gente todavía piensa del modo que usted lo hizo?
—Claramente lo hacen. No señalo con el dedo y digo que debes ser una especie de monstruo por haber participado en esto. Lo que he aprendido es que gente muy común es capaz de promover acciones monstruosas. No se requiere de personas inusualmente malas para hacer cosas terribles. En el caso de construir una máquina del fin del mundo, el propósito era disuadir a un enemigo que supuestamente estaba más adelantado que nosotros. Nos dijeron que viéramos a la URSS como un Hitler con armas nucleares.
—Usted habla de lo que le sucede a la gente que entra en el sistema de un lado y sale del otro, como el presidente Obama. A finales de su segundo periodo —después de recibir un Premio Nobel por su postura antinuclear y hablar en Hiroshima, donde pidió la abolición de las armas nucleares— Obama aceptó gastar más de un billón de dólares para actualizarlas. ¿Qué tanto de ese proceso transformador tiene que ver con apoyar la industria que se desarrolló alrededor de las armas nucleares?
—Ahora veo que este sistema fue un subsidio enorme para la industria aeroespacial, para apuntalarla. No era que [las compañías aeroespaciales] estuvieran haciendo lo que el Pentágono necesitaba; era que el pentágono estaba racionalizando lo que Boeing, Raytheon y Lockheed necesitaban en términos de ventas al gobierno. Y eso torció todo: [miembros del Congreso actuaron] a favor de lo que sus constituyentes y las corporaciones necesitaban, [así como] lo que sus carreras requerían. Y no vieron un conflicto de interés porque no podían imaginarse uno entre Estados Unidos y Lockheed. Y eso sigue siendo descaradamente cierto ahora.
—Usted describe que los efectos predichos de la guerra nuclear sería la extinción de todas las especies y casi toda la humanidad. Si ese es el resultado, ¿cuál es la definición de ganar una guerra nuclear?
—Recuerda, ganamos una guerra nuclear, pero era unilateral. No se ha entablado una guerra entre dos Estados nucleares. Al momento, piensan en ganar una guerra nuclear con Corea del Norte. Estoy seguro de que [el asesor de seguridad nacional John] Bolton piensa eso. Bueno, la ganaríamos. Seguiríamos aquí. Pero Corea —Norte y Sur— desaparecería. [Podríamos perder] San Francisco. O Los Ángeles. Podrías decir que un bando terminaría sobreviviendo. Pero en cuanto a Estados Unidos y Rusia, ese no sería el caso; no habría sobrevivientes. Con India y Pakistán, tampoco habría sobrevivientes.
—¿Quiénes son las cinco personas en el mundo que más le gustaría que leyesen Doomsday Machine?
—El primer nombre que me viene a la mente es [la canciller alemana] Angela Merkel. Pienso que ella está en una posición para percatarse de que podría ejercer un liderazgo mundial en este asunto con gran efecto. Instituimos amenazas de primer disparo para Alemania, y ella podría renunciar a ello y decir que no queremos estar bajo la sombrilla nuclear de nadie.
“La siguiente persona, quizás incluso la número uno, es Xi [Jinping] en China. Me gustaría ver el liderazgo mundial de China en este asunto. Ellos han tenido una política relativamente sana desde 1964, y Xi sí come pastel de chocolate con Trump. China no tiene pretensiones de ser capaz de desarmar a otra superpotencia o atacar primero. El mundo sería enormemente más seguro si todas las superpotencias hicieran eso.
“Después, [el líder del Partido Laborista británico] Jeremy Corbyn. Él quiere eliminar las armas nucleares de Gran Bretaña. Corbyn se tranquilizaría porque está en lo correcto.
“Finalmente, los demócratas. Me gustaría que Bernie Sanders, Elizabeth Warren y los otros líderes progresistas lo lean porque no tienen este problema en sus mentes”.
—Me sorprende que no mencionó al presidente Trump, o a cualquier republicano, si a esas vamos.
—[El secretario de Defensa] James Mattis, absolutamente. Tengo verdaderas esperanzas allí. Mattis es un infante de Marina como yo, y ello significa que nunca ha tenido algo que ver con armas nucleares. Puedo imaginarme que Mattis permitiría que se hiciera un estudio sobre los efectos del invierno nuclear. El Pentágono nunca ha hecho semejante estudio, preguntar qué le harían nuestras bombas al mundo. No tienen otro plan aparte del fin del mundo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek