A veces me preguntan por qué disfruto tanto el golf. El golf es el único deporte o juego que a cualquier edad uno puede realizar con las personas que más quiere y también con amigos.
También es el deporte ideal para hacer nuevas amistades, pero sobre todo para convertirse en un mejor ser humano, respetando y honrando el deporte.
Se dice que los empresarios se vuelven adictos a este juego por las relaciones públicas y las oportunidades de negocios que en él se generan.
Puede ser cierto o no, pero la razón más importante es que durante la práctica, el golfista debe concentrarse en cada golpe que realiza. Debe analizar todas las variables que tiene enfrente para después ejecutar el golpe apropiado.
Algo así como sucede en los negocios.
Si un jugador promedio golpea 90 veces la pelota en una ronda, podemos decir que cada partida permite 90 momentos de profundo análisis.
Así, el golfista entra sin darse cuenta en una dinámica de análisis, como también pasa en sus actividades de trabajo.
Se dice que el golf es un deporte o juego de suma humildad, porque cuando creemos que lo dominamos después de una ronda exitosa, la siguiente, por alguna razón, resulta desastrosa.
Nadie está exento de una frustración temporal en el golf, como en la vida misma.
Por lo tanto, la belleza del golf es que nos enseña a ser pacientes, cumplir normas y seguir reglas de cortesía con los demás.
También a seguir un orden, ser puntual, guardar silencio y estar quieto cuando es requerido. A mantener la calma, y a desarrollar el temple un golpe a la vez.
El golf nos enseña a ser justos y correctos. Y a ser honrados. No solo con los rivales, sino con nosotros mismos.
A asumir nuestras responsabilidades y afrontar adversidades. A pensar bajo presión y a no buscar culpables de nuestras incapacidades o propias decisiones.
En concreto, el golf nos hace ver la vida con más sencillez y en definitiva, nos ayuda a volvernos mejores seres humanos.