Frases como “Cuando ganes tu dinero, podrás opinar” y “¿Qué vas a saber tú si aún no tienes edad?” son ejemplos frecuentes que los adultos dirigen a niños y adolescentes. Estas expresiones reflejan el adultocentrismo, una perspectiva predominante en diversos sectores de la población mexicana.
En un contexto adultocéntrico, las decisiones y estructuras sociales se diseñan con base en lo que los adultos consideran importante, pero a menudo sin tomar en cuentas las voces, opiniones o realidades de los más jóvenes.
De acuerdo con la Secretaría General del Consejo Nacional de Población (SGCONAPO), en México residen alrededor de 132.3 millones de individuos, de los cuales las niñas y niños de 0 a 17 años representan 29.4 por ciento del total (49.1 por ciento mujeres y 50.9 por ciento hombres).
“Es necesario recordar que la sociedad actual se construyó en buena medida invisibilizando las voces de las niñas, niños y adolescentes (…) Las consecuencias negativas de estas prácticas afectan los derechos humanos básicos de los menores al discriminar, subordinar y relegar sus ideas, propuestas y sentimientos”, sostente en un artículo el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA).
Entre los “vicios” comunes del adultocentrismo destacan:
- Descalificar sus necesidades y sentimientos.
- Normalizar las violencias o considerar que son parte de su educación.
- Considerar que sus derechos están condicionados a cumplir con una obligación.
- Minimizar sus ideas y propuestas.
- Falta de participación infantil.
CÓMO COMBATIR EL ADULTOCENTRISMO
En ese orden de ideas, el SIPINNA sugiere lo siguiente:
- Tomar en cuentas sus opiniones, sin verlas como una falta de respeto y una amenaza a la autoridad en la casa o la escuela.
- Escuchar y valorar sus aportes frente a un tema o problema, tanto en la casa como en la comunidad.
- Identificar que su participación es una oportunidad de diálogo, que abona en la resolución de conflictos de forma pacífica y evita llegar a la violencia.
“Si bien las personas adultas tenemos más experiencias que las infancias, esta nos debe guiar y proteger para tomar acuerdos en común a través de diálogo y el respeto hacia su propia visión”, apunta el Sistema Nacional.
Un ejemplo de la importancia de que las infancias sean visibles es Malala Yousafzai, una activista paquistaní reconocida por su lucha en el derecho a la educación, especialmente para las niñas. En 2012, cuando tenía 15 años, fue atacada por un miembro de los talibanes mientras iba en el autobús escolar debido a su activismo en favor de la educación en Pakistán. A pesar de las heridas graves, Malala sobrevivió y continuó su labor. En 2014 se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz, con solo 17 años. De igual manera, otro nombre que sobresale es Greta Thunberg, una niña sueca que ganó reconocimiento mundial por su activismo climático.
DÍA MUNDIAL DE LA INFANCIA
Cada 20 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Infancia por la adopción de la Declaración Universal de los Derechos del Niño (1959) y la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño (1989).
A tenor de las Naciones Unidas (ONU), esta convención establece una serie de derechos para los niños y las niñas, incluidos los relativos a la vida, la salud y la educación, el derecho a jugar, a la vida familiar, a la protección frente a la violencia y la discriminación, y a que se escuchen sus opiniones.
Para la ONU todos los miembros de nuestra sociedad —padres y madres, personal docente y sanitario, dirigentes gubernamentales, líderes religiosos, personalidades de la política, el mundo empresarial, la sociedad civil y los medios de comunicación— desempeñan un papel clave en el bienestar de la infancia. N