Si hay algo que ha distinguido el primer año de la presidencia de Donald Trump son las reacciones que han generado sus políticas de gobierno, sus declaraciones y sus hábitos en la Casa Blanca. El presidente estadounidense llega a esta fecha confrontado con la prensa, con países aliados, con la gente con la que trabaja en Washington, con niveles de popularidad por debajo de los de su antecesor y con muchos tuits y escándalos.
En números generales el primer tramo de la era Trump ha resultado en: más de 2500 tuits, en los que 174 habló de “Fake News”; 58 órdenes ejecutivas firmadas, el número más alto para cualquier año presidencial en lo que va del siglo.
Una visita a un campo de golf cada cuatro días; 14 países visitados; 1.75 millones de dólares para remodelar la Casa Blanca; ocho prototipos para el muro que pretende levantar entre EE. UU. y México; y con 37 por ciento de aprobación, la calificación más baja para cualquier presidente de los Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, según reporta The Independent.
“Fake News” y tuits en la Casa Blanca
Trump ha dejado claro que no es un presidente convencional. Su manera de comportarse ha plagado los titulares. Se ha formado la imagen de un mandatario que no hace ejercicio, que va a la cama con una hamburguesa en la mano y con tres televisiones de frente para estar al tanto de lo que se dice de él, y que tuitea cada vez que algo despierta su ira, lo cual -como se puede corroborar con un vistazo a su time line- sucede a menudo.
Las reacciones de este empresario lo tienen en una confrontación directa con la prensa, a la que ataca por cualquier artículo que lo critique. Dentro de esta dinámica recién celebró una inaudita “premiación” de los medios que – a su decir- publican más “Fake News”. Newsweek, por cierto, se ubicó en el octavo lugar de esta peculiar clasificación, junto a CNN, The New York Times, The Washington Post, Time…
Gran parte de lo que sale en los medios es resultado del complejo ambiente en la Casa Blanca. Sin las filtraciones poco se sabría sobre cómo es el comportamiento del magnate. No se conocería que ha calificado como “países de mierda” a las naciones de donde provienen los inmigrantes de África y América Latina. Tampoco se conocería su miedo a ser envenenado o sobre el presunto acuerdo al habría llegado su abogado con una exactriz porno para ocultar una supuesta infidelidad a Melania Trump.
Sin embargo, no toda la atención de Trump la tiene la prensa.
We need the Wall for the safety and security of our country. We need the Wall to help stop the massive inflow of drugs from Mexico, now rated the number one most dangerous country in the world. If there is no Wall, there is no Deal!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 18 de enero de 2018
Una política internacional de desplantes
Junto a lo que sucede en casa, también está lo que ocurre en el plano internacional. Durante sus primeros 12 meses de gobierno Trump se ha confrontado con medio mundo. A México le ha repetido hasta el cansancio que pagará por el muro fronterizo que prometió en campaña y que el fin del TLCAN está próximo; con Canadá y China ha tenido conflictos comerciales; a Irán la ha acusado de financiar el terrorismo internacional; a Pakistán de darle refugio a los terroristas; a Venezuela le ha impuesto diversas sanciones.
Contra Siria lanzó un ataque tras acusar al gobierno de Bashar Al Assad de estar detrás de ataques químicos contra la población y a la comunidad internacional la ha sacudido con su salida del Acuerdo de París y con el eventual traslado de la embajada de EE.UU. en Israel a Jerusalén, un cerillo en un polvorín llamado Medio Oriente.
En su relación con otras naciones, también destacan los encuentros que ha tenido con otros mandatarios: desde el largo y extraño saludo con el primer ministro japonés Shinzo Abe hasta su negativa a estrechar la mano de Angela Merkel, aún con toda la prensa internacional de frente.
También quedan en el recuerdo el empujón al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, frente a otros líderes de la OTAN o la polémica charla privada que sostuvo con Vladimir Putin, en la cumbre del G20, pasando por alto el escrutinio en el que se encuentra su administración por la trama rusa.
¿Quién tiene el botón más grande?
Sin embargo, hay un país con el que ha tenido una electrizante relación muy por encima de la que ha tenido con otros: Corea del Norte. El régimen se ha convertido en el antagonista por antonomasia. Si Trump dice que no habrá más ejercicios militares Kim Jong Un ordena lanzar un misil; si el estadounidense amenaza con sanciones, el norcoreano pone a todo EE.UU. bajo el terror de un ICBM; si el líder norcoreano asegura que tiene en su mesa un botón nuclear, el magnate estadounidense asegura que también tiene uno a su alcance, pero muchos más grande; si Kim lo tilda de “viejo lunático” Donald lo llama “gordo y bajo”.
Detrás de esta guerra mediática yace una tensión que tiene a la península de Corea entre lanzamientos de misiles que provienen del Norte y ejercicios militares que pretenden resguardar al Sur. Si bien, ha existido prudencia por parte del encargado de la diplomacia estadounidense, Rex Tillerson, de que los conflictos entre ambos países pueden resolverse por la vía pacífica, Trump no se ha cansado de demostrar a cada momento que tal opción no parece figurar entre sus elecciones.
Why would Kim Jong-un insult me by calling me “old,” when I would NEVER call him “short and fat?” Oh well, I try so hard to be his friend – and maybe someday that will happen!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 12 de noviembre de 2017
Un año de mentiras, mentiras… y más mentiras
Trump ha demostrado también que tiene un problema con la realidad. El mandatario ha realizado más de 2000 declaraciones falsas o engañosas en 355 días, según una base de datos del Washington Post que analiza, categoriza y rastrea cada declaración sospechosa emitida por el presidente. Eso es un promedio de más de 5.6 declaraciones por día.
El Post comenzó su detector de declaraciones engañosas pensando sólo en los primeros 100 días del presidente estadounidense, quien por entonces promedió 4.9 mentiras por día. A ese ritmo, pensó el medio, parecía poco probable que el presidente superará las 2000 mentiras en un año. “Pero cuanto más tiempo ha estado el presidente en el trabajo, más frecuentemente promociona una variedad de reclamos exagerados, dudosos o falsos”.
Entre sus declaraciones más falsas o dudosas figuran su convencimiento de que el muro podría ser construido en un año y que frenaría el tráfico de drogas (aún cuando se ha demostrado que la mayoría del trasiego de estupefacientes proviene de túneles o de las entradas legales a la Unión Americana), de que su administración ha realizado el mayor recorte impuestos en la historia de EE.UU. (es el octavo) o de que la tasa de desempleo es la más baja en 17 años (esos niveles ya existían antes de su llegada).
Todos estos indicadores pueden mostrar que el primer año de Trump no ha sido del todo fácil ni para los estadounidenses ni para el resto del mundo.
Los fantasmas de la trama rusa y la constante amenaza de someterlo a un impeachment aún no se disipado del todo, y podrían ser los temas protagonistas durante el segundo año de gobierno.