Una conversación cercana, un beso en la mejilla o un abrazo fraternal son actos sociales que unen a las personas, pero también a sus microbiomas, las comunidades de microorganismos como hongos, bacterias y virus que existen en un entorno particular. Cuanto más interactúan los individuos, más similar es la composición de sus microorganismos intestinales, incluso cuando quienes conforman su círculo social no viven bajo el mismo techo, revela un nuevo estudio.
De acuerdo con el artículo publicado en Nature, el microbioma de una persona no solo depende de sus propios grupos sociales, sino también de las conexiones que estos mantienen con otros. La investigación sugiere que las condiciones de salud podrían estar influenciadas por la transmisión de microbiomas entre individuos, además de factores como la dieta y otros elementos del entorno que impactan la flora intestinal.
“Las interacciones sociales son definitivamente una pieza del rompecabezas que faltaba evaluar”, comentó la microbióloga Catherine Robinson.
El estudio en cuestión tiene su origen en una investigación publicada hace 20 años que rastreó cómo se propagaba la obesidad en las relaciones sociales. En ese entonces, arrojó que ciertos virus y bacterias en el microbioma intestinal modifican el riesgo de gordura en una persona. Tras ese hallazgo, el científico social Nicholas Christakis se cuestionó si los amigos se transmiten estos microbios entre sí, además de influir en los hábitos alimentarios.
MICROORGANISMOS INTESTINALES: EL CÍRCULO SOCIAL DE LOS HONDUREÑOS
En la búsqueda por comprender qué configura el microbioma de una persona, Christakis y sus colegas viajaron a las selvas de Honduras para responder el dilema. En el país centroamericano mapearon las relaciones sociales y analizaron los microbiomas de personas que viven en 18 aldeas aisladas, donde las interacciones son principalmente cara a cara.
“Fue una tarea enorme porque el equipo tuvo que instalarse en un lugar remoto y luego llevar las muestras a Estados Unidos para procesarlas”, sostuvo el científico social.
Los resultados revelaron que los cónyuges y las personas que viven en la misma casa comparten hasta 13.9 por ciento de las cepas microbianas en sus intestinos. En tanto, los individuos que no comparten techo, pero habitualmente pasan tiempo libre juntos, comparten 10 por ciento de las cepas.
No obstante, las personas que viven en la misma zona geográfica, pero no suelen convivir, comparten solo 4 por ciento de las cepas microbianas. Para mapear las relaciones sociales dentro de cada aldea, los investigadores realizaron preguntas como: “¿Con quién pasas el tiempo libre?” y “¿En quién confías para hablar sobre algo personal o privado?”.
EL MICROBIOMA DE MADRES E HIJOS
De igual manera, observaron que las madres tienen una tasa de transmisión de cepas con sus hijos significativamente mayor que los padres.
“Las madres pueden transmitir cepas bacterianas a los niños durante el parto (…) De hecho, cuanto más pequeño es el niño, mayor es la tasa de transmisión de cepas entre madres e hijos”, refiere el estudio publicado el 20 de noviembre.
El biólogo computacional Nicola Segata, de la Universidad de Trento en Italia, argumentó que este tipo de investigaciones están cambiando por completo la forma de pensar, porque sugieren que los factores de riesgo de enfermedades vinculadas al microbioma, como la hipertensión y la depresión, “podrían transmitirse de persona a persona a través de sus microbiomas”.
A tenor del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI, por sus siglas en inglés), en los seres humanos, el término microbioma se utiliza con frecuencia para describir los microrganismos que viven en o sobre una zona particular del cuerpo, como la piel y el tracto gastrointestinal. Estos grupos de microorganismos son dinámicos y cambian en respuesta a una variedad de factores ambientales, sea el ejercicio, la dieta o la medicación. N