Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, en Guerrero, fue dado de alta de un hospital privado de Cuernavaca luego de haber sido reportado como desaparecido desde el sábado 27 de abril. Los primeros exámenes toxicológicos realizados en el Hospital General “Dr. José G. Parres”, reveló la presencia de cocaína y benzodiacepinas (un medicamento psicotrópico con efecto sedante).
“Su estado de salud es delicado; hablé con él y no tiene una conversación coherente. Todavía balbucea y le duele todo el cuerpo. Le observé (al obispo) golpes en el cuerpo, en las muñecas y en las manos como si hubiera tenido forcejeos”, declaró el abogado del obispo, Luis Alberto Vázquez.
A tenor del abogado, citado por Animal Político, se prevé que, en una semana, Rangel Mendoza esté en mejores condiciones para rendir su declaración ministerial. “Ahorita lo importante es de que el obispo esté tranquilo y se recupere; no sabemos en qué domicilio va a descansar: Cuernavaca, Querétaro, Ciudad de México o el de Guerrero”, agregó Vázquez.
Según medios nacionales, la última vez que se vio a Rangel Mendoza fue en la noche del sábado en una pizzería del municipio de Emiliano Zapata, zona metropolitana de Cuernavaca, Morelos. Días después, durante la tarde del lunes, hallaron al obispo en una sala de urgencias, a donde fue llevado por una ambulancia de la Cruz Roja.
EVITAR CONJETURAS Y ESPECULACIONES DEL CASO DE SALVADOR RANGEL
El Episcopado Mexicano (CEM) informó en un comunicado que el obispo había sido localizado en el Hospital General “Dr. José G. Parres”. Por su parte, su defensor señaló que le pudieron haber suministrado alguna sustancia, ya que Rangel Mendoza se encontraba semiinconsciente.
Uriel Carmona, fiscal de Morelos, anunció que una de las líneas de investigación es un probable secuestro exprés. Lo anterior, porque a Rangel le robaron dinero e hicieron compras con sus tarjetas. Sin embargo, el gobernador interino de Morelos, Samuel Sotelo, y el titular de la Comisión Estatal de Seguridad Pública (CES), José Antonio Ortiz Guarneros, declararon que en el caso del obispo no hay indicios de un secuestro.
En palabras del funcionario, lo único que saben hasta ahora es que el obispo presuntamente entró de manera voluntaria en un motel con otra persona. No obstante, tras las versiones contradictorias tanto de la Fiscalía como de la Comisión Estatal de Seguridad, el Episcopado Mexicano pidió evitar las conjeturas y especulaciones.
“Queremos agradecer la genuina preocupación de diferentes personas, grupos e instituciones sobre la temporal desaparición y ahora sobre el estado de salud de Mons. Salvador Rangel Mendoza. Por ahora solo pedimos, respetuosamente, que se eviten conjeturas y especulaciones”, dijo el CEM.
CONVERSACIONES CON LÍDERES DE LA DELINCUENCIA ORGANIZADA
El obispo Salvador Rangel Mendoza estuvo a cargo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa de 2015 a 2022. Durante el tiempo que permaneció en Guerrero reconoció tener conversaciones con líderes de la delincuencia organizada a fin de mantener la paz en varias regiones del estado. En 2018, el obispo insistió en la necesidad de dialogar con estos grupos, como él lo hacía, para reducir la violencia, luego del asesinato de dos sacerdotes en la entidad.
“Yo abiertamente lo he dicho, he dialogado con los capos, con los jefes de estos grupos para que cuiden a los sacerdotes, religiosos, seminaristas. Siempre he hablado de diálogo para buscar la paz”, afirmó en entrevista para Milenio.
Con casi 76 años y sobreviviente de covid-19, se autodefine como promotor del diálogo para la pacificación y ha declarado en diversas ocasiones “que no le importa que fueran delincuentes con quienes tenía que platicar si eso llevaba paz a las localidades”. Sin embargo, según sus declaraciones, no logró traer calma a la zona norte de Guerrero “porque en municipios como Iguala y Taxco se tenían muchos grupos participando en la disputa de territorios”.
Nacido en Tepalcatepec, Michoacán, Rangel Mendoza mantuvo cierto distanciamiento con el exgobernador del estado de 2015-2021, Héctor Astudillo Flores, así como con el entonces secretario general de gobierno Florencio Salazar Adame, quien incluso envió cartas al Episcopado Mexicano quejándose de él; estas no tuvieron éxito y no hubo ningún llamado de atención al obispo. N