Las algas son un alimento básico en Japón, pero el “kombu” —un alga marina que el pescador Ryoichi Kigawa transporta en su barco— llama especialmente la atención gracias a su potencial como supercultivo ecológico.
La búsqueda de nuevos usos para esta planta marina —desde la absorción del carbono hasta la reducción de las emisiones de metano del ganado— está en pleno auge, y varios países se inspiran en la experiencia asiática en materia de cultivo de algas para desarrollar sus propias industrias.
La mayor parte del “kombu” que Kigawa y sus colegas cultivan en el puerto de Yokohama, cerca de Tokio, se transforma para ser utilizado en caldos o ensaladas. Pero una parte también está destinada a los proyectos de la pequeña empresa Sachiumi Heroes, cuyo objetivo es “preservar el ecosistema y luchar contra el calentamiento climático”, explica a la AFP su fundador, Tatsunori Tomimoto.
“Los japoneses consumen algas desde hace tiempo, pero nunca pensamos seriamente en cultivarlas desde un punto de vista medioambiental o ecológico”, indica.
El “kombu” tarda solo cuatro meses en cosecharse. Una vez arrancado, lavado y secado, se corta y se vende. Los estudios demostraron que las algas pueden mejorar el crecimiento de las plantas y el “kombu” es utilizado como fertilizante orgánico.
En su plantación de té cerca de Saitama, al norte de la capital, Ryutaro Matoba afirma estar ansioso por ver los beneficios en sus cultivos. “Pasarán dos o tres años antes de que veamos los efectos del fertilizante de algas en la calidad del té. Pero ya puedo sentir la diferencia al tacto del suelo. Es menos áspero”, subraya.
EL ALGA MARINA KOMBU TAMBIÉN SIRVE PARA LOS ACUARIOS
Las algas de Sachiumi Heroes también son utilizadas por establecimientos termales o para fabricar sales de baño. La compañía también suministra “kombu” a un acuario —para alimentar a las tortugas marinas— y a una granja de ganado.
Un estudio realizado en 2021 por la universidad de California demostró que sustituir una parte de la alimentación de las vacas por un tipo de alga roja permitía reducir sus emisiones de metano en más del 80 por ciento.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la industria mundial de algas se duplicó entre 2005 y 2015. La mayor parte de la producción se realiza en Asia, especialmente en China e Indonesia, donde las algas se cultivan a escala industrial para la fabricación de productos como geles y espesantes alimentarios.
Según Henry Alexander, investigador británico que estudia estas plantas marinas en Japón, Corea del Sur y Canadá, el Reino Unido tiene un “enorme potencial” para producir algas para el consumo humano y animal.
En su opinión, esto reduciría la presión sobre las tierras agrícolas y crearía puestos de trabajo, al tiempo que aportaría beneficios medioambientales, como la absorción de carbono y la desacidificación de los océanos.
ABSORBER DE MANERA RÁPIDA EL CO2
Entre los mercados también hay proyectos de compensación de las emisiones de carbono, que aprovechan la capacidad de las algas para absorber rápidamente el CO2.
A pesar del entusiasmo de los gobiernos y las empresas por financiar estos proyectos, los científicos advierten que los océanos tal vez no tengan suficiente capacidad para eliminar cantidades significativas de CO2 en el aire. El aumento de la temperatura de los océanos hizo más difícil el cultivo de algas en países como Japón, que se vuelven hacia cepas más resistentes.
Por su parte, Simon Funge Smith, alto funcionario encargado de la pesca en la FAO, advierte contra un excesivo entusiasmo por las algas y recuerda la necesidad de mostrar un poco de “sentido común”. Sin embargo, ve un gran potencial en el cultivo masivo de especies en alta mar y espera que esta área continúe desarrollándose.
“Solo cultivamos un puñado de especies entre cientos de otras. Es un área en la que hay mucha investigación en curso y gran interés en encontrar diferentes usos”, destaca. N