Los cuidados no son una actividad que implique solo a las madres, sino que deben involucrar a todos en la sociedad, advierte la periodista y escritora Daniela Rea, quien señala que históricamente en esta labor se ha dejado solas a las mujeres y, además, se les exige criar hijos “buenos y productivos”.
Con la premisa de que no todas las mujeres somos madres, pero todas hemos cuidado y hemos sido cuidadas, en Fruto, su más reciente libro —publicado por Ediciones Antílope—, Rea narra diferentes perspectivas del cuidado y de cómo lo desarrollan las mujeres.
A través de diversas historias, empezando por la de su propia madre, Rosario, y la de ella misma como mamá de Naira y Emilia, muestra las contradicciones que existen en esta labor.
Laura, Channi, Alejandra, Jenny, Avelina y otras mujeres cuentan sus casos y las circunstancias que provocaron que, por ejemplo, una de ellas, siendo apenas una niña, comenzara a hacerse cargo del cuidado de sus hermanos. Otra relata qué sucesos la llevaron a que cuide de sus nietos y otras más hablan sobre en qué momento tuvieron que atender a una madre enferma o a una víctima de violencia.
El libro también muestra una mirada de lo que para algunas mujeres implica la crianza de sus hijos: los cuestionamientos, los miedos y la soledad que se puede experimentar al ser madre.
En entrevista, Rea insiste en que los cuidados no representan un tema que implique solamente a las madres, sino que deben involucrar a todas las personas en la sociedad.
“Como lo digo en el libro, no todas somos madres, pero todos hemos sido cuidados… No necesitan cuidado solo los niños, los ancianos o las personas con discapacidad, todo mundo necesita cuidado; si nosotras como mujeres en edad productiva estamos vivas es porque alguien nos cuidó”, sostiene.
La autora también señala que se debe de revisar cuál es el compromiso del Estado, de la sociedad, de la familia, de las empresas o de los espacios laborales con una persona que cuida.
En México, el trabajo de cuidado no pagado representaba —al corte de 2020— poco más de una cuarta parte del Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo con el Inegi, superando a cualquier otra actividad, advierte Rea.
Reproducción y mercado
En las hojas de Fruto, Rea argumenta que las mujeres gestan la fuerza de trabajo: la paren, la crían, la hacen crecer, la cuidan, la visten, la educan, la entregan y, en ocasiones, se las arrebatan cuando se las roban o la desaparecen “como si fueran una mercancía”.
Así —señala—, además de que la reproducción ha quedado sometida al mercado, al capital, donde esa reproducción es necesaria, una mujer tiene aún otros desafíos. Hoy, no solo se le exige ser madre, sino también destacar en lo que realiza. “Tienes que seguir siendo una chingona en lo que haces”, resume la autora.
“Nos exigen criar hijos buenos, pero nos dejan solas en el proceso. Esa es una cosa brutal que implica una injusticia, que tiene como consecuencia culpa en nosotras, esa cosa que le llaman depresión postparto, nos hacen sentirnos locas, deprimidas. Valdría la pena plantearnos otros términos, dejarnos de echar la culpa”, expone.
“Es entender que las personas que todos los días salimos a trabajar, que todos los días consumimos, que es lo que le interesa al capital, quién trabaja y quién no, son personas que existen porque alguien los cuidó. En ese sentido es que las mujeres estamos produciendo la fuerza del trabajo”, plantea.
Rea pone el dedo sobre las exigencias de la misma sociedad en torno a cómo se debe ser madre.
“Además de la pérdida de identidad, la confusión de la identidad, tiene que ver con que ni siquiera nos dan espacio a que encontremos nuestro lugar, nuestra identidad, en este nuevo momento que es convertirse en mamá. Es cuidar a alguien de quien depende la vida absolutamente”, dice.
“Yo lo entendí tiempo después, platicando este proceso, que no era tanto que mi hija me borrara mi identidad, que mi hija no me permitiera saber quién era yo, sino todas estas expectativas y demandas sociales y externas que siguen empujando sobre nosotras”.
Crianza colectiva
Rea apuesta a que puede darse la crianza colectiva, a pesar de que el ambiente “cada vez es más hostil para hacer los cuidados”, lo cual quedó demostrado desde 2020 por la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, señala que no se tendría que haber llegado a la necesidad de que una tía o vecina cuide a los niños, sino que en el país tendrían que haberse formado espacios libres y seguros donde los hijos puedan estar y, a la vez, haya tiempo para dar cuidados dignos.
“Siento que hay condiciones externas que la están dificultando (la crianza colectiva), pero aún así hay que imaginar cómo le hacemos”, dice.
En este contexto, recomienda que los hombres se den cuenta de qué implica que alguien los haya cuidado toda su vida.
“Me gustaría que vieran a su alrededor, poner atención en quién nos ha cuidado, cómo, acompañar y comprometerse. Me gustaría que el libro fuera una invitación a pensar en la persona que te ha cuidado y comprometerte con ese cuidado”, subraya. N
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