Entrevista con el vicepresidente corporativo y jefe de diseño de Nissan. Por Mariana Briones.
ALFONSO ALBAISA, UN CUBANO CON SENSIBILIDAD JAPONESA
Entrevista con el vicepresidente corporativo y jefe de diseño de Nissan.
Por Mariana Briones.
Alfonso Albaisa es una de las personalidades más creativas de la industria automotriz, y el hombre detrás de algunos de los autos más queridos y admirados en todo el mundo. Ha pasado décadas explorado el mundo natural, pues es ahí en donde encuentra las formas orgánicas que caracterizan sus diseños.
Este año suma Diseñador del Año de Newsweek a los reconocimientos de una exitosa carrera de más de tres décadas. En una conversación salpicada de recuerdos y experiencias comparte su transformación de joven artista a uno de los diseñadores de mayor influencia en el planeta.
“Si le preguntas a mi abuela si yo hablo español, ella te va a decir que no. Tengo un acento bastante fuerte y se me pierden las palabras,” ríe al iniciar nuestra plática.
Mariana Briones: ¿Cómo surge tu amor por el diseño?
Alfonso Albaisa: Mis padres salieron de Cuba en el ´62, y yo nací en los Estados Unidos, en el ’64. Mi papá y mis tíos eran arquitectos, así que desde el principio siempre he estado completamente rodeado de arte. El salón de diseño de mi papá estaba entre mi colegio y mi casa en Coconut Grove, entonces paraba ahí todos los días. Como me encantan los botes me robaba la madera con la que mi papá hacía sus maquetas y construía barcos pequeños.
Su estudio tenía grandes ventanas de cristal, y un día escuché un sonido profundo con mucho bajo. Era el motor de un carro hermoso, un Jaguar E-Type negro, convertible, y recuerdo que la luz de Miami y los árboles de Coconut Grove se reflejaban en el auto, era como una obra de arte. Fue por el ’73, y en aquel entonces no había muchos carros en Miami de esa calidad, de esa belleza; ahí me enamoré. Dejé de hacer las maquetas de los botes y empecé a dibujar autos. Dibujé miles de Jaguar E-Type. A mi mamá le encantaba la película El Graduado, recuerdo el Alfa Romeo 1600 Duetto Spider, que conduce Dustin Hoffman, que tiene una forma similar. Encontré una gran pasión por los autos deportivos y por el diseño. Así que decidí estudiar arte, escultura y dibujo en Nueva York. Fue ahí en donde me encontró el equipo de Nissan. No sé cómo, pero decidieron que no importaba que yo no hubiera estudiado diseño de automóviles, les interesaba más mi sentido artístico, y así fue como empezó una historia que ha durado más de 35 años.
MB: ¿Cómo lograste traducir esa estética al diseño de autos?
AA: De alguna forma, el dibujar las obras clásicas hizo un poco más fácil la transición a los autos, aunque esto suene algo extraño. Mi mamá me compraba libros de Miguel Ángel, y en paralelo dibujaba Jaguars y La Creación de Adán, me encantaba ese sentido de trazar los músculos y sentir el lápiz de carbón. Además, de joven descubrí las esculturas de Henry Moore con sus formas que suaves y sin ángulos, eran más orgánicas. Cuando en Nissan vieron mi arte y mis esculturas, ellos imaginaron un auto y pensaron “quizá este joven va a ser una buena adición para el salón de diseño”, porque yo no estaba pensando en el auto final, yo estaba tratando de hacer esculturas verticales. Esto me ayudó, porque muchos jóvenes quieren diseñar un auto y saltan al final, cuando el principio debe ser la exploración de distintas formas, aspectos que son mucho más artísticos que el producto final.
La influencia de Henry Moore, del posmodernismo de los ochenta, así como mi interés en el proceso de la arquitectura, gracias a mi papá, fueron factores que siempre me ayudaron. También me gustaban muchísimo Brâncuși y Giacometti, que hacían esculturas más verticales. Creo que ahí se manifestaba mi amor por el Jaguar, de verdad, parece que es un Brâncuși que está a 90 grados.
MB: ¿Entonces tus padres te impulsaron a explorar tu imaginación y tus talentos?
AA: Tuve mucha suerte, en realidad mis padres me salvaron. Hoy en día hay muchos padres que siguen pensando que hay un gran riesgo en que sus hijos o hijas sigan sus sueños en campos como el diseño, porque piensan que no es tan seguro como una carrera en medicina. Pero, generalmente hay mucho trabajo en esta área, porque el diseño está en todo, y alguien que tiene el ADN del arte va a sufrir si no lo saca a la luz. Si no lo sigues vas a tener un sentimiento, una sombra en el corazón que es innecesaria.
MB: ¿La responsabilidad de manejar una marca tan icónica en el mundo del automovilismo limita en algún aspecto tu libertad artística?
AA: Es importante no pensar mucho en la presión, porque es enorme, especialmente en una compañía que vende autos en todo el mundo. En prácticamente cada calle de cada ciudad tenemos un auto. Hay que entender lo que buscan nuestros clientes, pero a la vez como diseñador tienes sueños artísticos tan fuertes que no te lo puedo explicar, casi siempre queremos romper alguna regla, no estamos quietos.
MB: ¿Cómo logran un balance entre lo artístico y lo técnico?
Tenemos una mezcla de personas en el proceso de diseño. Por un lado, están los soñadores puros, mientras que los responsables de los aspectos técnicos observan el proceso y negocian con los ingenieros, por ello tratamos de asegurarnos de que haya libertad y espacio para que todos puedan realizar sus ideas.
Los dos aspectos son importantes, así que hay que tener cuidado al mezclarlos. Al mismo tiempo que las personas quieren las últimas tecnologías, también quieren algo que no parezca dictado por estas reglas, quieren algo más libre, que no tenga restricciones, y este es el reto del diseñador.
MB: ¿Cuándo inició la transformación hacia las nuevas tecnologías?
AA: Mi primer viaje a Japón fue en el ’89, cuando Tokio estaba en el pico de la burbuja financiera. Era una ciudad enorme, del tamaño de Nueva York, pero daba la impresión de haber nacido de la tecnología. Me impresionó mucho, cuando empezamos a diseñar los siguientes modelos encontramos muchos cambios en las posibilidades de diseño y dimos un gran salto en la dirección digital. Esta transformación se dio al mismo tiempo que estábamos buscando el alma de la compañía.
Antes los modelos eran de arcilla, pero encontré que con la animación y la realidad virtual se abren nuevas posibilidades, y que también hay arte en eso. Entendimos que al estudiar, aceptar y aprender de las nuevas tecnologías íbamos a encontrar formas diferentes. Así que decidimos girar al 100% en esta dirección.
Los detalles se aprecian mejor, mucho más que en una maqueta. Con la realidad virtual puedes entrar dentro de los autos y tener una experiencia más completa.
En cuanto a la solución de problemas artísticos, todavía estoy enamorado del proceso manual, de tocar el diseño, porque a veces uno necesita trabajar como estudiante, reflexionar sin distracciones. Debido a ello, he convertido al equipo de arcilla en uno puramente artístico, no lo usamos para los detalles de producción.
MB: ¿Cuál es la tecnología que va a tener mayor impacto en la industria automotriz?
AA: Los motores eléctricos. Nissan es una empresa billonaria con fábricas en muchos países. Transformar todo esto al modelo eléctrico no ha sido fácil, porque es un mercado muy diferente y para tener éxito los clientes deben querer esta tecnología de corazón. Otra cosa que pienso va a ser de gran beneficio es la conducción autónoma, quiero llegar a un mundo en el que nadie muera en un accidente.
MB: ¿Más allá de las cuestiones técnicas, de qué forma ha cambiado el consumidor debido a los últimos avances?
AA: Este es un momento transformador, la tecnología está conectando y simplificando cada parte de la vida de las personas, mientras que los consumidores de hoy en día valoran más las experiencias que los objetos. Por ejemplo, los automóviles ahora deben actuar como una ventana a un estilo de vida totalmente conectado, en lugar de algo que simplemente sea agradable de conducir.
Por otro lado, hoy en día las marcas son cultura, y las personas quieren ser parte de ella. Para los diseñadores, hoy y en el futuro, eso significa ser lo suficientemente valientes, transparentes y accesibles para escuchar las ideas de los clientes y llevarlos en todo el viaje con nosotros. La gente ama a Nissan, tenemos que dejar que el carácter individual de las personas le dé forma a la nueva Nissan.
MB: ¿Cómo lograste integrar la estética japonesa a tu trabajo?
AA: De alguna forma siempre he tenido relación con Japón. Mi papá diseñó, junto con Isamu Noguchi, el parque Bayfront de Miami hace 40 años. Noguchi visitaba a mi papá en su oficina, esa fue la primera vez que vi a un artista japonés. Recuerdo su elegancia y su poder, pero al mismo tiempo la fuerza de su humildad como artista.
En el 2004 llegué a la posición de director de diseño en los Estados Unidos, y me encontré con un auto que me cambió la vida, porque fue diseñado por un japonés que venía de otro mundo estético, de otro lugar, no tanto físico, sino mental, emocional, de inspiración extranjera. Fue el primer FX de Infiniti, el FX45, era algo asombroso, parte SUV y parte cupé deportivo, como un globito que se comió un portaaviones. Hace 16 años no existían los crossovers y la combinación era algo nunca antes visto. No te puedo decir qué elementos eran japoneses, pero definitivamente no era una estética alemana, inglesa o americana. En ese momento entendí que mi trabajo era integrar aspectos japoneses a mis diseños.
Hay una palabra en japonés que es Ma, que significa la maestría del espacio vacío. Es un sentido del minimalismo de Japón, que no es el minimalismo de Europa, en el que los europeos estaban cansados del Art Nouveau y en el que el modernismo trataba de eliminar elementos innecesarios. En el minimalismo japonés empiezas buscando armonía, entonces cuando introduces un elemento, estás pensando en su relación con otros elementos. Es muy filosófico, por lo que estamos utilizando este concepto ya que queremos traducir este aspecto puramente japonés a los demás países. La nueva Z es así, muy minimalista. Al mismo tiempo tiene elementos que a veces chocan, pero en su forma entera tienes el sentido de armonía de la sensibilidad japonesa.
Como americanos o como latinos tenemos un sentido del individuo, pero en Japón no es así. El individuo es parte de una comunidad, de algo más grande. Pienso que son bonitas estas filosofías. Yo aprendo de mentores como Kengo Kuma, un arquitecto de renombre mundial y de una enorme generosidad. Soy un cubano americano, que artísticamente quiere ser japonés.