Irak ha logrado por fin, tras un año de bloqueo político total, tener un nuevo presidente y primer ministro, pero los desafíos a los que se enfrenta el país para salir de la crisis son múltiples.
¿Fin del bloqueo político? Dominado por las facciones chiitas pro-Irán del Marco de Coordinación, el parlamento iraquí eligió finalmente este jueves presidente de la República, el exministro kurdo Abdel Latif Rachid.
El nuevo jefe de Estado encargó inmediatamente a Mohamed Shia al Sudani formar gobierno, un frenesí de actividad parlamentaria que acaba con la parálisis institucional que ha marcado el último año en Irak.
Los partidos llevaban desde las elecciones legislativas de octubre de 2021 sin ponerse de acuerdo en la elección en cargos clave. En un país multiétnico y multiconfesional abonado a interminables negociaciones que hacen y deshacen alianzas, podrían resurgir divisiones que compliquen la formación de un nuevo gobierno.
“Cuando empiecen las discusiones sobre quién será ministro, pero sobre todo, sobre quién tiene más influencia sobre los altos funcionarios, las agencias gubernamentales o las arcas estatales, reaparecerán los bloqueos y la fragmentación” política, resume Renad Mansour, del centro de estudios de Relaciones Internacionales Chatham House.
Hay mucho en juego. En el banco central de Irak aguardan, a la espera de la formación de un nuevo ejecutivo y la adopción de un presupuesto, 87,000 millones de dólares que, en un país devastado por la guerra, deberían ser empleados principalmente en infraestructuras.
Sudani prometió el jueves “reformas económicas” para revitalizar la industria y la agricultura, apoyar al sector privado y dar a la juventud “oportunidades de empleo y vivienda”.
LÍDER MOQTADA SADR
¿Calma precaria? Está por ver si el gobierno recibe luz verde para actuar por parte del líder religioso chiita Moqtada Sadr, capaz de sacar a la calle a decenas de miles de manifestantes con un solo tuit.
Tras ordenar en junio la renuncia de sus 73 diputados, dejó el parlamento a sus adversarios del Marco de Coordinación, primera fuerza en la asamblea con 138 diputados (de 329). Esa alianza de facciones pro-Irán incluye al grupo exparamilitar de Hashd al Shaabi y un rival histórico de Sadr, el exprimer ministro Nuri al Maliki.
El politólogo Ali al Baidar aventura que, tras el actual “silencio prudente” de la Corriente Sadrista, puede esconderse “dar una oportunidad a la clase política” y atacarla en caso de incumplimiento o “un acuerdo, una conciliación que ofrece a la Corriente ciertas posiciones” gubernamentales.
Para el analista Mansour, la situación sigue siendo precaria. “Sadr podría intentar enturbiar (el escenario político) y emplear la carta de las manifestaciones para reemplazar el capital político perdido” con su retirada del parlamento.
Pero aunque el clérigo trate de “imponer elecciones anticipadas utilizando, como siempre, la inestabilidad controlada”, sus recientes “errores” (en referencia a su salida del parlamento) lo han puesto en una “posición difícil”, considera el investigador.
¿ESPERANZA DE CAMBIO EN IRAK?
Pronosticando una formación de gobierno sin sobresaltos, visto el “consenso” mostrado el jueves por los grupos parlamentarios, el politólogo Ali al Baidar recuerda las “misiones colosales” que enfrentarán las autoridades.
Porque en este país de 42 millones de habitantes extremadamente rico en petróleo, casi cuatro de cada diez jóvenes están desempleados y un tercio de la población vive en la pobreza.
Baidar espera que el “creciente” interés de la comunidad internacional por Irán “obligue a la clase política a mejorar”. Renad Mansour se muestra más pesimista y cree que todo seguirá igual. “La gente seguirá privada de sus derechos fundamentales, sin agua potable, sistema de sanidad o electricidad”. N