UN FUNCIONARIO de alto nivel del Talibán, Anas Haqqani, comparte con Newsweek el plan de su organización para controlar Afganistán, incluida la desafiante provincia renegada de Panjshir, y obtener el reconocimiento mundial para el Emirato Islámico que se ha establecido en toda la nación.
Anas Haqqani es el hijo menor de un poderoso líder guerrillero, el difunto Jalaluddin Haqqani, y hermano de Sirajuddin Haqqani, líder suplente del Talibán, que actualmente comanda la influyente red Haqqani que opera en las fronteras de Afganistán y Pakistán. El grupo ha sido clasificado por Estados Unidos como una organización terrorista extranjera durante casi una década y ha sido acusado de realizar actividades militaristas y criminales, aunque sigue teniendo una posición influyente que ha crecido drásticamente debido a la retirada de Estados Unidos y a la victoria del Talibán contra el gobierno rival con sede en Kabul, el cual cayó rápidamente.
Ahora viene la parte difícil. El Talibán, cuyo nombre oficial es ahora Emirato Islámico de Afganistán, es, por primera vez en 20 años, responsable de dirigir una extensa nación con una historia de conflictos y disturbios que data de varias décadas. Entre las principales maneras en que el Talibán piensa ganarse a una nación desgastada por la guerra y preocupada por el regreso al poder del grupo y de su versión de línea dura del islam está el hecho de ofrecer un entorno relativamente más seguro que aquel al que estaban acostumbrados tras generaciones de agitación.
“En el islam, la seguridad ocupa una posición importante y un gran prestigio”, dice Haqqani a Newsweek. “Y una de las tareas más importantes del Emirato Islámico es dar seguridad y estabilidad a todos sus ciudadanos, y el hecho de dar seguridad es uno de los principales objetivos”.
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“Cuando se fundó el movimiento talibán en sus inicios, hace un cuarto de siglo, uno de sus objetivos más importantes fue dar seguridad a la vida, la propiedad, el honor y la vida de los ciudadanos”, añade. “Y dar seguridad fue uno de los logros históricos más importantes del Emirato Islámico en los lugares que estaban bajo su control, incluso durante la ocupación”.
Sin embargo, Anas Haqqani reconoce que no será una tarea fácil. “El Emirato Islámico está consciente de la magnitud del desafío que enfrenta en relación con la seguridad, pero por la gracia de Dios, y debido a la experiencia del grupo en esta área y a las capacidades de que dispone, así como a la cooperación del pueblo afgano, podrá superar todos los obstáculos y dificultades que enfrenta a este respecto”.
Desde hace mucho tiempo, Afganistán ha albergado una gran variedad de grupos militaristas, muchos de los cuales surgieron junto con los fundadores del Talibán y la red Haqqani como parte de la resistencia muyahidín que, con el apoyo de Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudita repelieron la intervención soviética en la década de 1980.
Este conflicto dio origen a Al-Qaeda, cuyos ataques perpetrados el 11/9 fueron la causa de una amplia ofensiva, encabezada por Estados Unidos, que desmanteló a la primera encarnación del Emirato Islámico pero que, a final de cuentas, no logró derrotar al Talibán.
Varios elementos de Al-Qaeda permanecen en Afganistán, al igual que la especialmente violenta ala Khorasan del grupo militarista Estado Islámico (ISIS-K), así como una gran variedad de organizaciones paramilitares. Sin embargo, Haqqani afirma que aquellos que ponen en riesgo a la nación serán enfrentados como corresponde.
“El Emirato Islámico no tolerará que nadie viole la seguridad y la estabilidad del país”, indica Haqqani.
“Poseemos, por la gracia de Dios, los conocimientos y la experiencia que nos permiten usar todos los medios y capacidades que hemos adquirido de las fuerzas de ocupación y de su régimen en Kabul”, añade.
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No obstante, el primer desafío para el gobierno talibán en Afganistán no proviene de los yihadistas. Se trata, en cambio, de un enemigo familiar compuesto por varias milicias cobijadas bajo la bandera de la antigua Alianza del Norte que se opuso al Talibán en su primera toma del poder en la década de 1990, así como la bandera de la República Islámica apoyada por Estados Unidos que le siguió.
Actualmente, esos grupos operan en la provincia de Panjshir bajo el nombre de Frente Nacional de Resistencia, y entre sus líderes está el vicepresidente afgano, Amrullah Saleh, quien se autoproclamó presidente cuando el mandatario afgano, Ashraf Ghani, huyó ante la entrada del Talibán en Kabul, ocurrida el mes pasado y que prácticamente no enfrentó oposición, además de Ahmad Massoud, hijo del difunto comandante miliciano Ahmad Shah Massoud, que defendió Panjshir del Talibán y de los soviéticos, que llegaron antes que ellos.
El Frente Nacional de Resistencia ha demostrado ser el obstáculo más difícil en el camino del Talibán para crear un Emirato Islámico que abarque todo Afganistán.
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Sin embargo, Haqqani indicó que solo es cuestión de tiempo para que el aparentemente impenetrable valle sea tomado en su totalidad por el Talibán mediante la diplomacia o por la fuerza, como ocurrió con el resto de Afganistán, a una velocidad que sorprendió al mundo entero en el último año y medio, desde el acuerdo de paz firmado por el grupo y el gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump.
“El Emirato Islámico ha logrado extender con éxito su control y su influencia en todo Afganistán por la gracia de Dios Todopoderoso, y solo falta un pequeño enclave en Panjshir”, indica Haqqani. “Las fuerzas del Emirato Islámico tienen sitiado el enclave, y al mismo tiempo, están dispuestas a lograr una solución pacífica con quienes permanecen en este enclave, como lo hizo con el resto de los estados”.
“Y aunque el Emirato Islámico prefiere una solución pacífica que evite el derramamiento de sangre y deje atrás el pasado, y ha anunciado una amnistía para todo el mundo en este contexto —continúa Haqqani—, no aceptará bajo ninguna circunstancia la existencia de una región fuera de su control dentro de Afganistán”.
Funcionarios del Talibán y del Frente Nacional de Resistencia con quienes Newsweek habló la semana pasada se culparon mutuamente por la interrupción de las conversaciones, lo cual llevó, en última instancia, a la ofensiva del Talibán contra Panjshir. Conforme la batalla se intensifica, ambas partes también han expresado su confianza en que su respectiva facción será la que prevalezca.
Sin embargo, se han difundido informes no confirmados sobre una victoria del Talibán en Panjshir. Saleh, Massoud y otros funcionarios del Frente Nacional de Resistencia han refutado esas afirmaciones, aunque los informes y videos indican que el Talibán ha logrado avanzar profundamente en el corazón del enclave.
El Frente Nacional de Resistencia ha pedido el apoyo internacional en su lucha contra la incursión del Talibán. Hasta ahora, las naciones que desean tener una participación en el futuro de Afganistán se han centrado en calibrar su acercamiento al grupo, que es la nueva autoridad de facto en el país.
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Y aunque varias naciones de todo el mundo, incluido Estados Unidos, han hecho avances con el grupo, reconociendo su postura, ningún gobierno ha establecido relaciones diplomáticas formales.
La última vez que el Talibán asumió el control de la mayor parte de Afganistán, únicamente tres países reconocieron al Emirato Islámico: Pakistán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Un número mucho mayor de naciones, entre ellas, India, Irán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, apoyaron a la Alianza del Norte.
Sin embargo, actualmente varios de los antiguos partidarios de la Alianza del Norte y otras potencias de la región, así como Occidente, están en contacto con el Talibán, al tiempo que el grupo intenta disipar las preocupaciones sobre su relación con otros grupos militaristas como Al-Qaeda, y sobre sus antecedentes de derechos humanos, especialmente en relación con las mujeres y las minorías no pastunes. Quizá el principal socio emergente del Talibán es la vecina China, que está ansiosa por ver si el grupo cumple su compromiso de erradicar el terrorismo transnacional.
“El Emirato Islámico declaró su disposición a establecer relaciones normales con todos los países con base en el respeto mutuo y la no intervención en sus asuntos”, señala Haqqani.
E indica que, hasta ahora, la estrategia está funcionando. “En el Emirato Islámico hemos recibido mensajes positivos de muchos países cercanos y lejanos”, concluye Haqqani. “Y nosotros valoramos esos mensajes y actuamos en consecuencia”. N
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek