En 2016, una tardía inclinación hacia Trump por parte de los votantes indecisos contribuyó a decidir la elección. ¿Podrá el mandatario persuadirlos de que lo apoyen de nuevo y obtener el mismo resultado?
A pesar de lo marcadas que son las diferencias entre Donald Trump y Joe Biden, millones de estadounidenses parecen no poder decidirse entre uno de ambos. Esas personas conforman el 10 por ciento de los posibles votantes que, a menos de tres meses de la elección, técnicamente están todavía “indecisas”: no han podido decidirse entre el candidato republicano y el demócrata, apoyan actualmente a candidatos de otros partidos o, llegados a este punto, simplemente no les importa.
Los analistas señalan que este año hay menos indecisos que en 2016, cuando una oleada de conversos de último minuto a favor de Trump contribuyó a decidir la elección. Sin embargo, no deja de ser un grupo bastante considerable, particularmente en los estados clave en disputa, como para determinar el resultado de la elección de 2020. “Son una población relativamente pequeña, pero ciertamente son suficientes para influir en el resultado”, afirma Chris Jackson, director de estudios públicos de Ipsos.
Para Trump, que, según las encuestas más recientes, va a la zaga por ocho puntos en promedio, esos indecisos representan una oportunidad, pero también un riesgo. ¿Debe continuar mostrándose como el personaje grandilocuente y polarizante que mantiene a su base llena de energía, o moderar sus políticas y su tono en un intento de atraer a los indecisos, y posiblemente alejar a sus partidarios más fervientes? “El presidente es una mercancía conocida”, afirma Thomas Gift, director fundador del Centro de Políticas Estadounidenses del University College de Londres. “Hacer concesiones a última hora podría parecer falso en el mejor de los casos, y en el peor, podría hacer que sus seguidores más fervientes pierdan el entusiasmo”.
“Por esa razón —añade Gift—, Trump podría pensar que su única estrategia plausible es apegarse a las tácticas que lo llevaron a la Casa Blanca y esperar que Estados Unidos pueda encontrar una solución para el coronavirus y para la economía”.
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En este momento, la cantidad de votantes que apoyan firmemente a cualquiera de los candidatos de los dos partidos principales es cada vez menor. Sin embargo, la contienda permanece abierta, e incluso los políticos más curtidos se muestran cautelosos. “No creo que vayamos a escuchar a nadie que haya participado en la elección de 2016 diciendo: ‘Hey, tú vas a ganar, amigo’”, afirma Amanda Rentería, que fue directora política nacional de la campaña de Hillary Clinton en 2016. La continua controversia sobre los métodos de votación y el acceso a estos, complicada aún más por la pandemia, no hace más que aumentar la incertidumbre sobre el electorado y el resultado final de la contienda de 2020.
Los votantes indecisos desempeñaron una importante función para llevar a Trump a la Casa Blanca hace cuatro años. Se calcula que, en agosto de 2016, había 20 por ciento de votantes indecisos, en comparación con 10 por ciento en la actualidad, y en los estados clave en disputa, más de la mitad de quienes tomaron la decisión en la última semana de la campaña votaron por Trump. Aunque en este momento las cosas lucen mal para el mandatario debido al aumento en el número de infecciones de COVID-19 en estados republicanos como Florida y Arizona y a que el índice de desempleo sigue por encima del máximo alcanzado durante la Gran Recesión, Trump todavía tiene bastante tiempo para ganarse a los indecisos que, casi por definición, toman su decisión al final del ciclo de campaña. Una reducción en el número de infecciones, el descubrimiento de una vacuna, un mercado de valores que muestre una fortaleza constante, un crecimiento en el mercado laboral, un triunfo de política exterior, la reapertura exitosa de empresas y escuelas: cualquier cantidad de factores podría impulsar el índice de aprobación de Trump en las semanas previas a la elección y llevar votantes a su campaña.
“Las personas que no son muy participativas comienzan a participar en el último momento”, afirma Rentería. “Por esa razón, cada paso es importante para lograr que lo hagan”.
¿QUIÉNES SON LOS INDECISOS?
¿Exactamente cuántos votos están libres en la elección presidencial de 2020? Esta sigue siendo una pregunta sin respuesta.
De acuerdo con Jackson de Ipsos, alrededor de 10 por ciento de los votantes probablemente no se han decidido aún con respecto a votar por Trump o Biden. Si utilizamos como guía a los 211 millones de estadounidenses registrados para votar en 2018, esto indica que sigue habiendo 21 millones de votantes a los que se puede persuadir. Si esta cantidad se determina teniendo en cuenta los 138 millones que emitieron su voto en la elección presidencial de 2016, entonces el valor total la cantidad total será de cerca de 14 millones.
Los votantes indecisos se dividen en forma bastante uniforme en cuanto a su filiación partidista, pero su opinión sobre el estado del país puede llevarlos a votar a favor del demócrata en 2020. Foto: Jim Watson/AFP/Getty
En cualquier caso, esas cifras son lo suficientemente considerables como para tener un impacto. Pero no todas las personas clasificadas en el grupo de “indecisos” carecen de una preferencia en cuanto a los candidatos presidenciales. La mayoría se inclina hacia uno u otro lado, afirma Patrick Murray, director del Instituto de Estudios de Opinión de la Universidad Monmouth, para quien el porcentaje de los verdaderamente indecisos es de cerca de 3 por ciento. De manera similar, del 14 por ciento de los votantes registrados que se clasificaron como indecisos en un estudio realizado por Ipsos/Reuters a principios de agosto, únicamente 6 por ciento no se habían decidido realmente. Otro 6 por ciento apoyaba a un candidato de un tercer partido y 2 por ciento afirmó que no planeaba votar este año.
En conjunto, los indecisos suelen ser personas jóvenes, y un número desproporcionado de ellos pertenece a la comunidad hispánica, son predominantemente de sexo femenino y tienen menos probabilidades de contar con un título universitario que el votante registrado típico. También están distribuidos en forma bastante uniforme entre los partidos: en el estudio de Ipsos se encontró que la mitad de los encuestados apoyaban a candidatos independientes, mientras que el resto se dividía entre republicanos y demócratas.
La mitad del grupo que apoya a candidatos independientes puede comportarse de manera distinta a sus homólogos afiliados a algún partido, afirma Jackie Salit, presidenta de IndependentVoting.org y autora de Independents Rising: Outsider Movements, Third Parties, and the Struggle for a Post-Partisan America (El surgimiento de los independientes: movimientos marginales, terceros partidos y la lucha por un Estados Unidos pospartidista, sin traducción al español). Ella señala que los votantes independientes, que son un grupo al que Trump atrajo por un estrecho margen en 2016, no son necesariamente menos participativos que otros votantes, pero que, en cambio, ven la necesidad de una reforma del sistema político, lo que les lleva a no alinearse con los partidos principales. “Es una declaración de desobediencia al sistema”, afirma Salit. “No quieren verse obligados a votar según líneas partidistas o ideológicas. Quieren asumir la responsabilidad de tomar su propia decisión”.
Esto difiere bastante del modus operandi del votante indeciso típico, a quien los analistas generalmente consideran menos participativo en la política. “Muchos votantes ‘indecisos’ son lo que los expertos en ciencias políticas denominan, un tanto condescendientemente, votantes ‘poco informados’ y ‘poco propensos’”, afirma Richard Johnson, profesor de política estadounidense y relaciones internacionales de la Universidad de Lancaster. Jackson concuerda. “Ellos no siguen el ciclo noticioso de 24 horas. Son personas que simplemente viven su vida y no tienen tiempo de preocuparse realmente. La elección y la política simplemente no son prioritarias para ellas”.
El hecho de que esos indecisos obtengan su información de manera episódica, podría hacer que estuvieran más abiertos a la persuasión que otros votantes, señala Rich Thau, cofundador de la empresa de investigación Engagious y moderador del Proyecto del Votante Indeciso, que realiza estudios con grupos de enfoque de votantes que dejaron de apoyar al candidato presidencial demócrata para favorecer al republicano o viceversa entre 2012 y 2016. De acuerdo con Thau, “Pueden cambiar de opinión si se enteran de algo nuevo”.
TODO SE RELACIONA CON LA BASE
Para un candidato que está abajo en las encuestas, como lo está ahora Donald Trump, esa apertura ante la nueva información podría representar una vía prometedora para convertir a los indecisos en partidarios. Y Trump tiene sus razones para creer en la oportunidad que representa este grupo, dada la función decisiva que desempeñó en su victoria de 2016, particularmente en los estados donde ganó por un estrecho margen.
En un análisis de la elección más reciente, realizado por la Asociación Estadounidense de Investigación de la Opinión Pública, se muestra que en las áreas clave en disputa, la mayoría de las personas que estaban indecisas finalmente se decidieron por Trump, y que muchas de ellas tomaron la decisión en los últimos días. En Michigan, Wisconsin, Pennsylvania y Florida, entre 11 y 15 por ciento de los votantes señalaron que se decidieron en la última semana y, de acuerdo con las encuestas de salida, se decantaron por Trump por cerca de 30 puntos en Wisconsin, 17 puntos en Pennsylvania y Florida, y 11 puntos en Michigan.
Sin embargo, en lo que va del año, el acercamiento coordinado con los votantes indecisos no parece formar parte de la estrategia de Trump. En cambio, él parece concentrarse en gran medida en mantenerse cerca de quienes votaron por él la última vez.
“La campaña de Trump está descuidando gravemente al centro moderado de Estados Unidos, y esos votantes están inclinándose hacia Biden”, afirma David Andersen, profesor adjunto de política estadounidense de la Universidad de Durham. “Generalmente, los presidentes en funciones pueden señalar sus récords establecidos como mandatarios para atraer a los votantes ‘del centro’, mostrándoles que no son extremistas, sino personas confiables capaces de resolver problemas. Sin embargo, Trump ha dedicado los últimos tres años y medio a mimar a su base e intensificar la división partidista en el país”.
Si estos fueran tiempos normales, “el decididamente inquebrantable enfoque” de Trump en su base podría funcionar, afirma Gift. “Esa podría haber sido una estrategia de reelección viable (aunque riesgosa) antes del COVID-19: Trump podría contar con que los republicanos empedernidos acudieran a las urnas y esperar que un buen número de votantes indecisos, aun cuando no estuvieran de acuerdo con todo lo que el presidente apoya, votaran a regañadientes por él, dado que existiría una sólida economía en Estados Unidos”.
Aunque Biden tiene actualmente un número mayor de personas que afirman que votarían por él, no son, ni de lejos, tan fervientes como los partidarios de Trump. De acuerdo con una encuesta de Pew Research realizada del 27 de julio al 2 de agosto, dos tercios de las personas que apoyan a Trump señalan que apoyan fuertemente a su candidato, mientras que solo 46 por ciento de los partidarios de Biden están igual de seguros sobre su decisión. Un factor atenuante: entre las personas que expresan un apoyo moderado, tan solo 10 por ciento de quienes votarían por Biden afirman que existe la posibilidad de que cambien de opinión, en comparación con 17 por ciento de quienes votarían por Trump.
El presidente actúa con inteligencia al concentrarse en mantener ese entusiasmo, afirma Jacob Neiheisel, profesor adjunto de ciencias políticas de la Universidad de Buffalo. “Las campañas abocadas al centro, que es donde se encuentra la mayoría de los votantes indecisos o persuasibles, se arriesgan a perder el apoyo de sus partidarios leales para obtener votos entre un grupo que es menos confiable cuando se trata de acudir a las urnas”, afirma. “Las campañas pueden ganar, y de hecho lo hacen, simplemente al movilizar a su base de partidarios”.
También en este caso, trabajar activamente para atraer a los votantes indecisos probablemente era una táctica con muchas más probabilidades de éxito antes de la pandemia que ahora. “Trump ha dedicado la mayor parte de su presidencia a hablarle a las personas que ya lo apoyaban”, observa Larry Bartels, codirector del Centro para el Estudio de las Instituciones Democráticas de la Universidad de Vanderbilt. “Si alguna vez hubo una estrategia para expandir su base de apoyo, fue predicada en condiciones de paz y prosperidad. Dadas las condiciones actuales, es difícil ver qué argumento positivo hará que los votantes ‘indecisos’ cambien su opinión del presidente a estas alturas”.
Sin embargo, Bartels no cree que Trump decepcione a sus partidarios si modera su tono o sus políticas. “Pienso que, si las personas que se han mantenido fieles a él durante tanto tiempo le retiran su apoyo en los próximos meses, es mucho más probable que se deba a las condiciones del país y a la reacción del presidente ante ellas”, afirma.
En cualquier caso, las personas que aún no se han decidido quizá no busquen políticas distintas por parte del presidente. Por ejemplo, Murray de Monmouth, piensa que los votantes indecisos podrían estar más motivados por las emociones que por la lógica. “En este momento, si una persona no se ha decidido no es por algún tema en particular. Es más una intuición. Necesitan sentir algún tipo de conexión personal”.
ACENTUAR LO NEGATIVO
Si atraer directamente a los votantes que no se han comprometido con ningún candidato no es el mejor enfoque para Trump, ¿entonces cuál es? La respuesta podría ser algo que le va especialmente bien a Trump: enfocarse en lo negativo.
Douglas Heye, exdirector de comunicaciones del Comité Nacional Republicano, piensa que esta es la opción más clara de la campaña de Trump mientras la pandemia continúa causando estragos y la economía se mueve erráticamente. “Si no puedes crecer, tienes que despedazar a tu oponente”, afirma.
Varios estudios muestran que las campañas que hacen énfasis en lo negativo pueden ser particularmente eficaces entre los votantes indecisos y pueden añadir el elemento emocional que, según los analistas, es capaz de contribuir a ganar el apoyo de este grupo. Es una estrategia que aprovecha la personalidad combativa y la comodidad con los ataques ad hominem de Trump, aun sin un esfuerzo formal para atraer el voto de los indecisos.
Aradhna Krishna, científica conductual y catedrática de mercadotecnia de la Universidad de Michigan, ha investigado la forma en que los votantes indecisos finalmente toman sus decisiones. Su conclusión: los factores negativos pueden ser una influencia más poderosa que los positivos si las personas no se sienten particularmente felices con la idea de cualquiera de los dos resultados. “Muchos [votantes] están indecisos porque no les gusta ninguno de los dos candidatos”, dice Krishna. “Es posible describir a las personas mediante atributos deseables e indeseables. Cuando el conjunto de opciones se considera poco atractivo, las personas se centran más en los atributos poco atractivos. Verán quién es menos malo en cada atributo”.
En relación con 2016, cuando los cánticos sobre Clinton como “enciérrenla” eran una característica de la campaña de Trump, Krishna señala: “Centrarse en los aspectos negativos tenía sentido porque a la gente no le gustaba ninguno de los dos candidatos. No sé si fue una jugada brillante o si simplemente así era la conducta [de Trump]. Hasta ahora, los ataques de Trump contra “Joe el dormilón” y “el siniestro Joe” no parecen haber tomado impulso, pero las continuas agresiones contra Biden podrían tener una eficacia acumulativa.
Sin embargo, por el momento, los aspectos negativos asociados con Trump parecen más poderosos para los votantes indecisos que cualesquier malos presentimientos con respecto a Biden. Un ejemplo: en una encuesta realizada el mes pasado por Reuters/Ipsos, 68 por ciento de los votantes indecisos señalaron que creían que el país iba por mal camino y 67 por ciento decían desaprobar a Trump. Por ello, no es especialmente sorprendente que, cuando se les preguntó si tuvieran que elegir entre ambos candidatos, dos terceras partes hayan elegido al exvicepresidente.
No obstante, la inclinación hacia Biden es poco firme, según muestran las encuestas. Y esa falta de entusiasmo por el exvicepresidente es una debilidad que el mandatario en turno podría querer explotar. “Sospecho que el objetivo de la campaña de Trump será reafirmar esas reservas, alentar a las personas a mantenerse en casa o incluso a apoyar a Trump como el menor de los dos males, y no cambiar la opinión de nadie con respecto a Trump mismo”, señaló Bartels.
Sin embargo, algunos analistas políticos no piensan que una aparente falta de emoción con respecto a la candidatura de Biden será necesariamente un obstáculo importante para el demócrata o que ello disuada a las personas de votar por él en noviembre. “La brecha de entusiasmo está mal comprendida y sobreestimada”, afirma David Brockington, profesor de política y ciencias sociales de la Universidad de Plymouth, “aunque hay pruebas de que los partidarios de Biden están menos enamorados de su candidato, realmente están fuertemente motivados por el deseo de votar contra Trump”.
Brockington añade: “El verdadero elemento que moviliza el entusiasmo es un factor negativo: el disgusto por el presidente en turno llevará a las urnas a muchos partidarios de Biden. Y realmente no importa lo que lleve a votar por Biden, ya que un voto es un voto”.
En otras palabras, ambos bandos le apostarán al factor negativo.
ESPEREMOS UNA SORPRESA EN OCTUBRE
Dado que los indecisos suelen esperar para decidirse hasta la última semana antes de la elección, los sucesos inesperados, sean positivos o negativos, pueden tener un gran impacto en su decisión de por quién de votar.
“Los votantes indecisos pueden ser influidos por sucesos ocurridos en los últimos días de la campaña, en parte, debido a que tienen bajos niveles de participación”, afirma Donna Hoffman, catedrática de ciencias políticas de la Universidad del Norte de Iowa. “Por eso es que se pone tanta atención en la narrativa de la ‘sorpresa de octubre’”.
En octubre de 2016 se produjeron muchas noticias, las cuales tenían el potencial de influir en la elección. Entre esos sucesos estuvo la publicación de la grabación de Access Hollywood en la que Trump habla de manosear a las mujeres, la divulgación en WikiLeaks de correos electrónicos robados a la campaña de Clinton, las acusaciones de varias mujeres contra Trump por haberlas tocado de manera inapropiada, el anuncio de que las primas de Obamacare aumentarían 25 por ciento, y la más dañina de todas, el anuncio del entonces director del FBI, James Comey, de la revisión de nuevas pruebas en la investigación sobre los correos electrónicos de Clinton.
¿Qué podría ocurrir esta vez? “Una mejora en la economía o en algún otro factor cuyo éxito Trump pudiera atribuirse podría ayudarle a lograr que al menos algunos votantes indecisos votaran por él”, afirma Hoffman. “La cuestión es si habrá los suficientes para sumarse a su base e impulsarlo a la reelección”.
Johnson, de la Universidad de Lancaster, también piensa que las personas podrían inclinar su preferencia hacia el presidente, particularmente si los ataques contra Biden resultan efectivos. “Existe la posibilidad de que los votantes indecisos puedan ‘inclinarse’ a favor de Trump conforme nos acercamos a la elección”, dice.
Al igual que la vez anterior, esos votantes indecisos realmente podrían marcar una diferencia en las áreas en disputa más importantes. “Recordemos que él únicamente ‘ganó’ en 2016 por 77,000 votos distribuidos en tres estados y perdió el voto popular por más de dos puntos”, afirma Brockington. “Tuvo suerte ese día, tuvo suerte con la carta de Comey y tuvo suerte de enfrentar a una candidata con antecedentes tan negativos como él”.
Sin embargo, al final, el tema más importante para los votantes indecisos, al igual que para el resto del electorado, probablemente será Trump mismo. “Una elección con un presidente en funciones suele verse como un referendo sobre este último”, afirma Daniel Birdsong, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Dayton. Salit, de IndependentVoting.org, añade: “Esta elección es un sí o no sobre el presidente Trump”.
“La gente de Biden cuenta con que haya más personas que odian a Trump que las que lo aman”, afirma Thau.
En el último mes del verano, esa parece una muy buena apuesta, pero eso también era cierto en 2016, y hay que ver lo que ocurrió aquel otoño. Michael Biundo, asesor de alto nivel de la campaña de Trump en 2016, piensa que 2020 podría ser una repetición si el equipo actual para la reelección juega con inteligencia en el ámbito local. “Tienen que convencer a los votantes que salieron en 2016 de que salgan otra vez [y] litiguen un caso contra Joe Biden”, dice. “Pienso que hay bastante tiempo”.
Allan Lichtman, profesor de la Universidad Americana y autor de Predicting the Next President: The Keys to the White House (Pronosticando al próximo presidente: las claves de la Casa Blanca, sin traducción al español), que pronosticó la victoria de Trump en 2016, no está de acuerdo. Ha pronosticado la victoria de Biden en 2020, y piensa que ni los sucesos recientes ni una oleada de último minuto de indecisos que voten por Trump cambiarán el resultado. “He venido haciendo eso durante casi 40 años, y nada de lo que ha ocurrido cerca de la elección ha cambiado nunca mi predicción”, afirma.
Para el equipo de Biden, el mejor enfoque hacia los votantes indecisos podría ser dejarlos en paz, señala Joel Benenson, jefe de estrategia de Clinton en 2016. “Cuando tu oponente no deja de dispararse en el pie, tú no debes interponerte”, dice. “[Trump] ganó la [última] elección y perdió el voto popular por el mayor margen en toda la historia. No creo que pueda lograrlo otra vez”.
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Nota: nos pusimos en contacto con las campañas de Trump y Biden para obtener sus comentarios. Ninguna de ellas respondió a esta solicitud ni proporcionó a ningún representante para entrevistarlo a tiempo para esta publicación.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek