Según ha dado a conocer Diario de Cuba en su edición del lunes 8 de junio, ya se encuentran en Ciudad de México (CDMX) 585 médicos y enfermeras cubanos, con el propósito de colaborar en el combate contra el COVID-19 en el país azteca.
Hasta ahora, el pago por este personal —ya se sabe, al gobierno cubano— asciende a 6,255,792 dólares, sufragado por el mexicano Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) y el Gobierno de la Ciudad de México.
Antes lo he dicho, y hoy lo mantengo: la atención a la salud en Ciudad de México, es mucho mejor que la existente para sus ciudadanos en el país caribeño.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) atiende, en todo el país, a los trabajadores registrados en las empresas privadas, cuenta con 20.5 millones de afiliados; los trabajadores estatales están afiliados al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), con 13.5 millones de derechohabientes.
A lo que iba, doy fe: el esmero en la atención al paciente, lo confortable de las instalaciones hospitalarias, el equipamiento y los recursos en general que ponen a disposición de sus derechohabientes el IMSS y el ISSSTE en CDMX, se encuentran mucho más allá de lo que podría soñar para sí un cubano de a pie.
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Digo “atención al paciente” porque, si bien hace tiempo que no vivo en Cuba, tengo la información de cómo anda este asunto allá en la patria. Tampoco es un dato confidencial: busquen en las redes sociales.
Tanto el IMSS como el ISSSTE perciben una cuota mensual de la nómina de los trabajadores. Los medicamentos y exámenes médicos —tanto los indicados en los consultorios médicos como en los hospitales—, aunque se cuenten por montañas, los recibe el paciente sin pago alguno. De igual modo, el afiliado tiene el derecho de registrar a sus familiares de primera línea para que reciban la misma atención; aunque sean pandillas.
En CDMX existen los llamados centros de salud, que vienen a ser como un policlínico en Cuba, pero mejor. Las consultas médicas aquí son gratuitas o en algunos casos tienen un precio simbólico; al igual que los medicamentos.
A lo anterior se suman los hospitales de Salubridad y los diversos institutos especializados en la atención a la salud. Aquí tampoco se requiere un desembolso de parte del interesado.
OTRAS OPCIONES DE SALUD
Existe en CDMX una cadena de farmacias de medicamentos genéricos, donde la consulta con el doctor tiene un valor equivalente a 2.15 dólares. Aquí, el precio de las medicinas, así como los diversos exámenes, resultan asequibles para buena parte de la población. Muchos de los doctores y doctoras que trabajan en estos consultorios se quejan de la falta de oportunidades que padecen para alcanzar un mayor desarrollo y, por consiguiente, salarios más altos.
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Todo lo antes dicho, sin que —como sí ocurre en Cuba— el gobierno esté, constantemente, echándole en cara a los ciudadanos lo magnánimo que es.
Dicho lo anterior, a lo que iba: tirar por la borda más de 6 millones de dólares solo obedece a una ayuda entre amigos. Es decir, un saludo millonario del gobierno del izquierdista López Obrador al, por él admirado, sistema político existente en la Isla.
No olvidemos que López sentía, y siente aún seguramente, una especie de adoración por el fallecido exmandatario cubano Fidel Castro. Así, no debe asombrarnos que el gobierno de López, a la calladita, como pueda, sin levantar mucho revuelo, ayude a la mantención del régimen dictatorial existente en Cuba.
Ofenden a los mexicanos algunos de los argumentos esgrimidos por ciertas autoridades aztecas: la “experiencia”, los “conocimientos” de los médicos cubanos para ayudarlos a combatir el COVID-19. ¿No cuentan con estos dos atributos, más los talentos requeridos, los médicos mexicanos?
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Adoración, raras pasiones, sienten mexicanos de unos y otros estamentos y de edades diversas, por el Hecho en Cuba —sobre todo por sus gobernantes autocráticos.
A una pregunta de Diario de Cuba sobre la situación de los 585 médicos y enfermeras cubanos que se encuentran en la capital azteca, la Secretaría de Salud de Ciudad de México ha respondido que ellos realizan “trabajo voluntario”. Esto, como diría el maestro Camilo José Cela, “fue demasiada chulería”.
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El autor (Cuba, 1945), poeta, cuentista y novelista, ciudadano mexicano por naturalización, reside en Miami. Sus libros más recientes son Sin ton ni son, antología poética, y las novelas Irene y Teresa y La sangre del tequila.