A casi tres meses desde que el COVID-19 cerró sus foros, artistas y promotores de Baja California cuentan cómo se adaptan a la “nueva normalidad”.
Lo que más extraña Mónica de su vida hace tres meses, es comenzar el día en Proyecto Ataranto, la compañía de baile que fundó junto con Ana Luisa Navarro.
Su rutina cambió por completo a partir de la pandemia por COVID-19.
Pasó de ensayar todos los días en un salón con sus alumnos, a practicar y enseñar frente a una pantalla.
Mónica Mancilla es coreógrafa, bailarina y docente en artes visuales, y en medio de la contingencia sigue dando clases pero solo de manera virtual, con ayuda de su computadora.
Antes de la pandemia ya existía una oferta de cursos y tutoriales por internet que prometían enseñarnos a hablar un idioma nuevo, hornear un pastel o hacer gráficas en Excel, pero la naturaleza de las artes escénicas, como la danza, teatro y música en vivo, es distinta.
“No hay nada como estar ahí”, dice Marla Gámez, manager y productora de eventos.
Marla ha trabajado con artistas como Rubén Albarrán de Café Tacvba, la orquesta Pérez Prado y la Bruja de Texcoco, entre otros.
Y como ellas, quienes viven del arte y del entretenimiento se han visto orillados a adaptar sus servicios profesionales para seguir generando ingresos.
Mónica imparte clases y Marla prepara conciertos por internet.
“Lo que yo observo es que ya es una forma de solventar”, dice Mónica.
Incluso gigantes del entretenimiento, como la empresa distribuidora de boletos Ticketmaster, explora la opción de vender accesos virtuales a distintos eventos y Airbnb, una aplicación móvil que vendía hospedaje y experiencias para viajeros, hoy las ofrece por transmisión.
Las industrias culturales fueron unas de las primeras en sufrir el impacto del COVID-19.
Para evitar contagios, el gobierno federal ordenó la suspensión de eventos masivos y otros que se llevaban a cabo en espacios pequeños.
En Baja California hay más de 17 mil personas que trabajan en los sectores artísticos, culturales, deportivos y de servicios relacionados, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Y en la opinión de Marla, estos grupos han sido también algunos de los más desprotegidos en México.
“La mayoría de las personas que estamos en la industria musical, no contamos con ningún tipo de beneficio gubernamental, seguro social, o un sueldo seguro. Trabajamos por eventos, por fechas”, comenta.
Las medidas sanitarias, impuestas para contener al virus, derivaron en la cancelación de conciertos, obras de teatro y eventos deportivos, entre otros.
Pero el internet vino a cambiar la reglas del juego en muchos aspectos, de acuerdo a Marla.
Actualmente trabaja en un nuevo proyecto, que se llama REM (Reactivación del Entretenimiento y la Música en México), organizado por Norma Nasca, de Rock Show Entertainment.
Esta nueva propuesta dará comienzo este mes y consiste en una serie de conciertos por transmisión en vivo, en los que el público tendrá que adquirir un boleto para acceder.
Esto se destinará al pago de músicos, bailarines y cantantes de apoyo, pero también a quienes hacen trabajo de oficina, asistentes, diseñadores gráficos, ingenieros de audio, personal de equipo, de montaje, trabajadores de limpieza y demás.
Además están los foros culturales como el Cine Tonalá en Tijuana, que luchan por sobrevivir.
Es un cine con restaurante y bar, así como un espacio independiente que alberga proyectos audiovisuales y escénicos.
Adriana Trujillo, directora de la sede en Tijuana, y sus colaboradores tuvieron que buscar alternativas para hacer frente a la crisis que se avecinaba.
Ofrecieron paquetes de comida para llevar pero esto no tuvo la rentabilidad que esperaban debido a las comisiones que debían pagar a los proveedores del servicio de entrega a domicilio.
La contingencia aceleró el lanzamiento de su plataforma de streaming, “Tonalá Tv”, un sitio con películas documentales y muestras de cine independiente en línea, donde no se cobra por membresía, si no por contenido.
“Cerramos el espacio físico y abrimos uno virtual”, cuenta Adriana.
La tendencia a nivel global parece apuntar en la misma dirección.
Una muestra es la plataforma de Airbnb, cuyo negocio se basa en conectar a viajeros con personas que pueden rentarles un cuarto, departamento o casa.
Hoy, ante las restricciones en viajes internacionales y las recomendaciones de quedarse en casa, ofrecen experiencias en línea, como la posibilidad de aprender sobre la cultura de quienes viven en otros países, interactuar con músicos nominados a un Grammy o con novelistas y atletas.
“En estos tiempos cuando más necesitamos fomentar conexiones humanas y las experiencias virtuales siguen esa misma idea”, dice Rocío López, gerente de Experiencias para América Latina de Airbnb.
Pero transferir estas actividades a una plataforma en línea no es tarea sencilla.
Para Mónica Mancilla, quien lleva varios años de experiencia en la danza y otras artes, ha sido un proceso complejo por la ausencia del contacto humano.
“Me quedaba trabada en querer explicar hacía la cámara y hacerlo lo más fácil posible”, cuenta.
La experiencia que una persona puede tener en casa, por ejemplo al observar o presentar un concierto en línea, no se compara con estar presentes, de acuerdo a Marla.
Sin embargo, cuenta que esta nueva forma de entretenimiento comenzó a ser aceptada entre las audiencias.
“Yo lo veo y de repente, en un viernes por la noche hay como cuatro DJ´s tocando en vivo”, continúa.
Con la “nueva normalidad” que dio inicio este mes en México, aún existe incertidumbre sobre cómo y cuándo será la reapertura de las industrias culturales en México y particularmente, en Baja California, pero Marla opina que la modalidad en línea podría continuar con COVID o sin él.
“Puede ser un ejercicio que llegó para quedarse. Al rato puedes seguir transmitiendo tus conciertos y si de repente se me antoja ver a Café Tacvba tocando en Londres, pago mi boleto, y los estoy viendo en Londres desde mi casa”.