Hay quien dice que las cosas nunca volverán a ser como antes, que la actual pandemia es un parteaguas, y hay quien no. Yo pienso que habrá cambios, sí, pero tarde o temprano volveremos a la normalidad. Somos cálidos en el trato, nos gusta la charla, el mitote, la juerga y la bohemia, y todo esto por internet nomás no sabe.
Por otro lado, si bien el virus llegó como muchos otros para quedarse, la curva de infectados eventualmente se aplanará para que luego comience la inmunidad colectiva. Esta es la clave para volver a lo de antes en lo social. Lo sabremos cuando haya suficientes pruebas para anticuerpos en México.
Algo así sucedió con el AH1N1. Aquella vez la economía se detuvo en México y las protestas por ello fueron enormes. El presidente era Felipe Calderón y sus enemigos criticaron acremente las medidas que se tomaron. Pero ni sus enemigos ni sus amigos establecieron un protocolo de acciones para manejar la próxima pandemia desde el enfoque económico, y esta, para variar, nos agarró con los dedos detrás de la puerta; la situación, parafraseando a García Márquez, es una “muerte anunciada” a la que no se le puso atención. En un artículo anterior me referí a la crisis económica diciendo que esta apenas comenzaba. Hoy quiero ocuparme de ella.
Desde el inicio del sexenio el presidente le dio un escobazo al avispero económico al cancelar el aeropuerto de Texcoco, obra que llevaba un avance importante. La cancelación tuvo un precio en pesos y centavos y, otro, en la confianza de los inversionistas. Esto y otras medidas pusieron alarmas en el sector financiero, tanto nacional como extranjero. Era indispensable recuperar la confianza, pero el discurso contradictorio del presidente no lo logró.
El resultado fue que en 2019 el país detuvo su crecimiento. Hubo estabilidad cambiaria y el mercado absorbió el golpe poco a poco; pero el margen de maniobra en materia económica disminuyó considerablemente. La falta de crecimiento revela un problema grave en nuestra economía interna.
La crisis del coronavirus es un problema mundial que ha afectado las economías de todo el mundo. De forma que ahora nos enfrentamos, además, a un problema económico externo. Ambos avanzan mientras el ejecutivo reacciona, al igual que lo hizo con la emergencia sanitaria, sin una estrategia clara y definida.
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Mientras otros países aplican políticas contracíclicas, México recorta el gasto y se niega a seguir una política de este tipo, que es la que recomiendan los especialistas, y la que está aplicando Estados Unidos. En un momento extremadamente difícil tenemos una administración resuelta en el derrotero, pero desorientada en el rumbo.
La teoría económica establece políticas procíclicas y contracíclicas. Las contracíclicas indican que, cuando hay abundancia, se debe reducir el gasto al tiempo que se aumentan los impuestos; y cuando hay carencias, aumentar el gasto y bajar los impuestos. Por eso se llaman contracíclicas, porque le piden al gobierno que cuando tenga lana ahorre, y cuando le haga falta, gaste lo que ahorró. Con esto, la gente, “el pueblo sabio”, tiene dinero en la bolsa y se anima a gastar; el movimiento económico se reactiva y se evita la recesión.
La inflación ha bajado, esto puede ser bueno, pero también puede ser malo. Una condición en la que podemos caer en un ciclo económico deflacionario. En este, los precios se reducen para salir de los inventarios acumulados por falta de ventas; al mismo tiempo hay despidos masivos por falta de pedidos. La inflación baja, pero como la gente no tiene dinero para comprar se siguen acumulando los inventarios, siguen reduciéndose los precios y sigue despidiéndose a los empleados. Esto termina por destrozar una economía.
SIN RESERVAS PARA SOBREVIVIR
En este momento muchos negocios han cerrado y están al borde de la quiebra. Muchos otros ya quebraron. Un estudio en Estados Unidos marcaba que su pequeña y mediana empresa contaba con reservas para aguantar cuando mucho tres semanas sin pedidos. Esto, en un país rico y con una economía pujante.
En México no conozco ningún estudio similar, pero es evidente que el tiempo de reservas debe ser menor. Llevamos más de cinco semanas, a partir de que se declaró la fase 2, y los negocios comenzaron a cerrar paulatinamente; por tanto, las reservas de las pequeñas y medianas empresas deben haberse terminado.
La quiebra de las empresas trae consigo el desempleo. La Comisión de Salarios Mínimos anunció el 24 de abril que la pérdida de empleos para fines de abril sería de 744,000, y para finales de año se estima una pérdida de 2 millones de empleos. De manera que ahora habrá que sumar otra quiebra, la personal, de muchos de estos empleados que quizá no tengan reservas para aguantar mas de dos meses.
En respuesta, el presidente tuvo la ocurrencia de mandar un documento en el que se anuncia la creación de 2 millones de empleos este año… del mismo modo que anunció la venta del avión presidencial, un crecimiento económico del 4 por ciento anual, exterminar al huachicol y acabar con la corrupción, entre otras muchas ocurrencias. Pero ni se vendió el avión, ni se creció al 4 por ciento, ni se exterminó el huachicol y, bueno, de la corrupción mejor no hablamos, pues el presidente la tolera en sus cuates y la combate en sus enemigos políticos. De manera que la justicia, como siempre en nuestro país, es un instrumento de venganza política.
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Es cierto que el año pasado no hubo abundancia y se redujo el ingreso, por ello el presidente se está apropiando de las reservas y fideicomisos de las dependencias para mantener caminando sus proyectos. Pero los proyectos del gobierno federal son elefantes blancos que mermarán la hacienda pública en vez de fortalecerla, y el dinero habrá de acabarse antes o después. Para cuando lo haga se habrán desmantelado los fondos de reserva.
En el panorama internacional, la falta de acuerdos en la OPEP mandó los precios del petróleo a negativos históricos. La cosa no fue tan grave para Pemex, pues echó mano de las coberturas de petróleo, un seguro que las petroleras compran para cuando el precio del crudo cae; pero las coberturas tienen un límite, la demanda se redujo considerablemente en todo el mundo, y no tenemos instalaciones para almacenar gasolina ni petróleo. Pemex está en una situación financiera muy difícil y no se ve cómo pueda salir.
El comercio mundial se ha contraído drásticamente y la venta de nuestro producto interno bruto se apoya en la exportación. De esta, más del 75 por ciento se envía a Estados Unidos, con quien acabamos de cerrar el T-MEC, pero que han sido duramente golpeados por la pandemia. Esto ha enfriado una economía que marchaba a macha martillo y con “empleo completo” y que hoy tiene más de 20 millones de desempleados. La consecuencia será una baja sustancial de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos cuando se reactive su economía.
Y mientras nuestra economía se desmorona, el presidente insiste en ver el problema a través del cristal político; y por toda respuesta, intenta acumular más poder.
El 23 de abril mandó un proyecto de reformas para ser él quien pueda disponer de los recursos de la Federación, sin la aprobación del Poder Legislativo. Un decreto que viola la Constitución. Esto lo intentará a través de la posición de Morena en el Congreso. La medida es anticonstitucional de manera que habrá juicios, demandas, gritos y sombrerazos. Por lo pronto, los diputados ya pusieron el grito en el cielo. El diputado Porfirio Muñoz Ledo dijo: “Esa iniciativa no es necesaria, y lo que no es necesario es un exceso”. Diputados tanto de Morena como de la oposición mostraron su desacuerdo con la iniciativa. Quién sabe si los legisladores renuncien a la función legal de aprobar el manejo del dinero, en la política mexicana todo gira alrededor del dinero, es posible que se opongan o establezcan alguna cláusula de temporalidad a las reformas. Pues de aprobarse como están, será la puntilla a la democracia y esto ni crea confianza ni atrae a la inversión.
LA FUERZA PRODUCTIVA, EN PELIGRO
Desde la presidencia se han demolido, sistemáticamente, las instituciones que se habían logrado y que tímidamente funcionaban como contrapesos en el ejercicio del poder presidencial. Estas permitían atisbar, en el largo plazo, una administración mas equilibrada y sana del país.
La discrepancia de la oposición con el presidente se cristalizó en una alianza entre los gobernadores de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Jalisco, que se inconformaron con el pacto fiscal. Chihuahua se unió al reclamo. Esto puede ser muy grave, pues son los estados que más dinero aportan a la Federación y pueden hacer una consulta patito, como las que estila el primer mandatario, en sus congresos y crear fracturas en el pacto federal. El pleito puede ser de antonomasia. ¿Con este ruido quién duerme? Ni usted ni yo ni nadie queremos que nuestros políticos le den más patadas al pesebre.
La crisis que enfrentamos tiene dos vertientes: una sanitaria, que a un precio muy alto habrá de remontarse, y otra económica, que se llevará de corbata a la fuerza productiva del país.
Cada una tendrá una diferente dimensión. En la tragedia muchas empresas desaparecerán. Las personas, en cambio, no desaparecen. Ellas sufren su tragedia y cada quien la sufre de diferente forma. Algunos podrán capotearla con las reservas acumuladas, otros, los menos afortunados, verán cómo su futuro se hace añicos y en la votación de 2021 plasmarán su descontento.
Quizá por eso el presidente mandó el proyecto de reformas al Congreso, pues ve que en la elección intermedia puede perder la hegemonía de Morena, y quiere asegurar el control del dinero para sus proyectos, sin darse cuenta de que, en este momento, el proyecto que apremia es salvar la economía del país.
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En medio del temporal, Agustín Carstens, un mexicano egresado del ITAM1, nos echa un salvavidas con un programa de tres pasos para dar dinero a las empresas. Este consiste en lo siguiente:
- El congelamiento de la compra de acciones y dividendos a escala mundial.
- Préstamos bancarios garantizados por los gobiernos para las pequeñas y medianas firmas por el equivalente a los impuestos pagados el año anterior.
- Los préstamos podrán ser titulizados y refinanciados por los bancos centrales.
Finalmente, pide que las acciones sean globales y construidas con líneas de intercambios en dólares a fin de evitar el colapso de las líneas de suministro.
El presidente le respondió a Carstens: “Si la Federación tiene que avalar esto, no lo apoyamos”. Poco después, AMLO rectificó y dijo, refiriéndose al proyecto de Carstens: “Me gustaría, siempre apoyaría a un mexicano especialista en la materia”.
El presidente se aferra a salvar sus proyectos elefantásticos sin darse cuenta de que, como dijimos renglones arriba, en este momento el único proyecto vital es salvar la economía del país.
La epidemia nos ha mostrado cómo todos necesitamos de todos y cómo nuestros destinos están de mil formas entrelazados. Los ricos también son necesarios, pues en momentos como este, cuando el dinero se esfuma del país, ellos son los que saben generar riqueza.
Para salir de la crisis económica es indispensable retomar el desarrollo del país y el presidente debe de entender que su papel en esta crisis es apoyar a las empresas y apoyarse en los empresarios para recuperar los empleos perdidos. Ellos, los empresarios, son los que generan empleos y no los decretos.
Si el presidente no da pasos definitivos en este sentido, el barco se le seguirá hundiendo, como él dice, de ocho cuartos en ocho cuartos.
VAGÓN DE CABÚS
En un estudio reciente quedó de manifiesto que durante la primera semana de contagio se puede controlar la carga viral del virus COVID-19 y evitar con ello que el paciente se agrave.
Es pues recomendable, para quienes estén en los grupos de riesgo, que a los primeros síntomas consulten a su médico, y si es pertinente, se hagan la prueba de COVID-19. Algunos laboratorios la hacen a domicilio para que, de salir positivos, comiencen el tratamiento inmediatamente.
Es también vital que en las farmacias se cubra el desabasto de medicamentos antivirales. Hicimos un sondeo y varios de los medicamentos estaban agotados.
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- El Instituto Tecnológico Autónomo de México ha sido sistemáticamente atacado por el presidente. De la institución ha dicho que es la cuna del neoliberalismo y que no quiere en su gobierno a nadie egresado de ahí, pero paradójicamente quien le tira un salvavidas a su administración es un egresado del ITAM.
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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias.