“Te pago con un sueño…”. Con esta frase, el poeta Juan Carlos Onetti cerró la última carta que le escribió a Idea Vilariño, ensayista y crítica literaria uruguaya, la cual ella leyó días después de la muerte del autor.
La primera vez que Onetti y Vilariño coincidieron fue en un café del centro de Montevideo. Ambos asistieron a una reunión con integrantes de la revista Número. Hasta antes de ese momento, ella pensaba que él era “un cretino y mujeriego”, y él tenía la imagen de que ella era una mujer “nada atractiva”.
Tiempo después Vilariño aseguró: “Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré”. La relación de amor y dolor que mantuvieron por años, incluso en la lejanía, está representada en libros, poemas y cartas que los poetas se dedicaron.
Inspirado en aquellas cartas de amor, desamor, despecho y tormentos, el poeta, editor y reseñista literario César Arístides publicó recientemente No volveré a tocarte. Cartas De Idea Vilariño a Onetti (BUAP, 2020).
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“El título está inspirado en uno de los poemas amorosos que le dedicó Vilariño a Onetti. Ahí está contenido ese verso. La obra incluye una serie de cartas imaginadas que escribe la poeta al hombre con el que tuvo una relación amorosa llena de tormento, pasión, de dudas, de silencios. Ahí coinciden dos temperamentos de la literatura hispanoamericana fundamentales, porque los dos son escritores existencialistas.
“Cuando todo el mundo pensaba que el existencialismo era europeo, con marcadas tendencias en Francia, resulta ser que Onetti, uno de los escritores más notables dentro del boom, era un escritor existencialista, desencantado de la vida, apegado al abandono, a la soledad, a la sordidez, y en medio de esto coincide con esta mujer, esta gran poeta que es Vilariño, también existencialista”, comenta Arístides en encuentro con Newsweek México.
El existencialismo de Idea Vilariño, explica el autor, proviene de los padecimientos que tuvo durante su infancia. La idea de la muerte estuvo cercana y latente. Por ello, sus versos están encaminados hacia el vacío y la desolación. La fractura amorosa y de las circunstancias que forjó aquel encuentro amoroso con Onetti.
En No volveré a tocarte, César Arístides crea una serie de cartas en donde imagina lo que Vilariño le diría a Onetti si se lo encontrara en la calle.
“¿Dónde estás? ¿Cómo estás? ¿Con quién estás? ¿Por qué tanto amor y tanta pasión de repente son nada? ¿Por qué tanto dolor y tanto sufrimiento en esta relación, donde también hubo caricias, deseo, una sexualidad cómplice e intensa?
“Así se despliegan las cartas y están respaldadas por sonetos que son una voz fuera de esa realidad. Hablan de que la escritura a veces para los encuentros puede ser muy intensa, pero a la vez inútil porque ya no va a haber un encuentro más. Ya no habrá otro acercamiento, por eso el libro se titula No volveré a tocarte”.
LA CREACIÓN DE LAS CARTAS
El poeta se encontraba leyendo a Vilariño en el momento en que su hija le obsequió un cuaderno de notas que había adquirido en un museo de Madrid: “La portada era una pintura de Edward Hopper. Estaba una mujer en lo que parecía ser una habitación luminosa, viendo un papel. También hay una ventana abierta, según yo. Cuando veo la imagen pienso en Vilariño. Me imagino que esa mujer es ella y que se encuentra en un cuarto de alguna ciudad sudamericana, con una carta que ella le escribió a Onetti”.
Aunque, en realidad la pintura de Hopper representa a una mujer cansada que tiene en sus manos la guía de los trenes que tiene que tomar, César Arístides continuó con la idea que había creado alrededor de la pintura e imaginó que por la ventana que aparece ahí entraba una canción mexicana que interpreta Moscovita y sus Guajiros.
Él continúa imaginando que Idea Vilariño escucha esa canción mientras le escribe a Onetti las cartas que reúne el libro No volveré a tocarte. “A partir de esos vasos comunicantes súbitos, graciosos, empiezo a escribir las cartas dedicadas a Onetti.
“Versan sobre los viajes que no hicieron, de los encuentros amorosos, de cómo ella se siente rota, vacía, despedazada. De cómo lo admiró, de lo que escribían juntos, de lo que planeaban juntos, y entonces al final, cuando ella se da cuenta de que ya le dijo lo que quería, empieza a recordar cosas y entra por la ventana otra canción interpretada por una mujer mexicana que se llama María Luisa Landín”.
La canción habla de que, si él supiera lo que le pasa a una mujer enamorada, regresaría de inmediato con ella. Arístides decide que el libro abra y cierre con dos canciones muy populares pero que tienen una carga emotiva de separación, de dolor y de abandono muy fuerte.
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Darles un fondo musical a las cartas crea una atmósfera peculiar donde, curiosamente, todo es muy claro, diáfano, transparente, a pesar de que a veces uno cree que el dolor es oscuro o que el desamor es para habitaciones cerradas o para encierros prolongados o con las cortinas tapando todo vestigio de luz, añade.
El poeta, ganador del Premio Internacional de Poesía Benemérito de América 2004, califica su reciente obra como un ejercicio poético donde trata de rescatar, a partir de cartas inventadas, a dos personajes que se amaron.
INTRODUCIRSE EN LA MENTE DE IDEA VILARIÑO
A partir de la lectura de la poesía de Idea Vilariño, la cual conoce a profundidad, César Arístides crea versos ceñidos, breves, versos muy acotados y muy transparentes, con un encabalgamiento muy fluido a la manera de Idea Vilariño.
“También escribo el libro con mis propias obsesiones que tienen que ver con la soledad, la muerte, la fractura del amor, el rompimiento, la imagen acuchillante, luminosa, la imagen que conmueve y a veces sacude. Una imagen a veces terrible, bronca incluso, pero escrita con versos que de alguna manera son un guiño para la poesía de Idea y de lo que ella piensa o pensó ante la ruptura con Onetti”.
La publicación de esta obra también es una forma de conmemorar que este 2020 se celebra el centenario del nacimiento de Idea Vilariño, una poeta que merece ser recordada, al igual que Onetti. Dos grandes representantes de la literatura contemporánea que prefirieron mantenerse lejos de los reflectores.
Es sabido que a Onetti no le gustaba dar entrevistas, ni aparecer en la televisión, periódicos o fiestas, y que Idea no viajó mucho porque tampoco le interesaba el reflector. Empero, la obra de ambos es sobresaliente porque es una obra pura, una obra entregada, existencialista, pero también con un mundo donde el dolor, el sufrimiento y el desgarramiento humano representan la condición de los seres humanos, esto es, el hombre a veces sufre, a veces se siente perdido, se siente extraviado, y no solo por amor, sino también por lo que no pudo lograr ante la vida o también por el fracaso de sus propósitos, explica Arístides.
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El libro, comenta el escritor mexicano, es un humilde homenaje literario a escritores que lee y relee. “De alguna manera marcaron mi librero. Leí por primera vez a Onetti, por la recomendación de un amigo editor, cuando tenía 19 años. Leí El astillero y se me hizo una obra totalmente extraña, totalmente metafísica. En el mejor sentido del término, y a la vez con un personaje condenado, un personaje ya derruido en cuanto a alma, en cuanto a espíritu y en cuanto a ideas, y curiosamente eso despertó en mí una inquietud por saber más de Onetti.
“Lo mismo me ocurrió con Idea, comencé a leer una antología de sus poemas y después conseguí la poesía completa. Para mí fue un placer, un deleite, con muchos momentos de melancolía, de tristeza, de dolor porque ella expresa ese mundo, ese vacío con una paradójica luminosidad. En su poesía no hay momentos perdurables de alegría, no hay momentos perdurables de emoción frenética, erótica, hay más que nada un desapasionamiento, una tristeza que a veces incluso llega a rozar lo trágico”.