MANUEL BUENDÍA fue asesinado a tiros a unos pasos de su oficina, en Insurgentes y Hamburgo, en la colonia Juárez de la ciudad de México. Eran las 18:45 horas del 30 de mayo de 1984.
El autor intelectual del crimen, José Antonio Zorrilla Pérez, entonces director de la tenebrosa Dirección Federal de Seguridad (DFS), se encuentra bajo custodia domiciliaria luego de pasar poco más de 20 años en la cárcel.
El asesino material, Juan Rafael Moro Ávila, sobrino nieto del expresidente de México Manuel Ávila Camacho, tras 18 años de prisión quedó libre en 2009.
La columna del periodista Buendía Tellezgirón, “Red Privada”, se publicaba diariamente en Excélsior y en 60 periódicos más de la República Mexicana, y los temas que abordaba con más ahínco eran los relacionados con el narcotráfico, la corrupción gubernamental, la ultraderecha y la presencia de la CIA en México, la temible agencia de inteligencia de Estados Unidos.
Nacido en Zitácuaro, Michoacán, el 24 de mayo de 1926 —acababa de cumplir 58 años cuando fue asesinado—, Buendía comenzó a destacar como gran columnista en enero de 1977, cuando el periódico El Sol de México lo contrató para escribir en la primera plana y, en consecuencia, en todos los Soles, es decir, en los diarios de la cadena García Valseca, que por aquella época comenzaba a llamarse Organización Editorial Mexicana (OEM).
La columna que lo encumbró, “Red Privada”, comenzó a publicarse en julio de 1958 en La Prensa, diario al que ingresó en 1953 como reportero de guardia, pero que después le comisionó la fuente policiaca, de Gobernación, de Relaciones Exteriores y de Presidencia, hasta que en 1960 lo nombró director, cargó al que renunció en agosto de 1963.
MANUEL BUENDÍA FUNDÓ CRUCERO EN LA DÉCADA DE 1960
En mayo de 1964 fundó Crucero, un semanario que era editado por El Día, el periódico en donde desde ese año y hasta 1976 publicó intermitentemente las columnas “Para Control de Usted” y “Concierto Dominical” —firmadas con los pseudónimos de D. I. Ógenes o J. M. Tellezgirón.
Es decir, antes de llegar a El Sol de México, Buendía ya tenía vasta experiencia como columnista de El Día. No obstante, como en esa época, en la de El Día, al mismo tiempo trabajaba en oficinas de prensa del gobierno —Comisión Federal de Electricidad (1965-70), Departamento del Distrito Federal (1971), Nacional Financiera (1971-74) y Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (1973-76)—, no tenía la soltura para escribir con libertad, pues siempre se le presentaba algún género de limitaciones.
Sin embargo, en los Soles la sombra lo alcanzó en 1978. A 20 meses de su ingreso a la OEM, Buendía renunció en agosto, harto de que su columna estuviera sujeta a la discrecionalidad de sus editores, es decir, de que fuera censurada por señalar a ciertos personajes. Y eso que en 1977 ya había sido merecedor del Premio Nacional de Periodismo en la categoría de artículo de fondo.
En el mismo agosto, y hasta diciembre próximo, “Red Privada” se publicó en El Universal, a donde Buendía llegó por invitación del entonces director, Luis Javier Solana. La estancia en ese diario fue breve debido a que, de nueva cuenta, la censura lo alcanzó, pues el medio se negó a publicar un artículo en contra del entonces secretario de la Reforma Agraria, Antonio Toledo Corro, a la postre gobernador de Sinaloa.
EL PESO DE LA COLUMNA RED PRIVADA
En diciembre de 1978 “Red Privada” comenzó a ser difundida en varios diarios del país por la Agencia Mexicana de Información (AMI), dirigida por José Luis Becerra. La idea era poner la columna a salvo de la censura, pues aumentarían los canales, autónomos entre sí, en los cuales el trabajo del periodista, que para entonces crecía en influencia, podría ver la luz pública.
Y la AMI distribuyó su columna en los diarios de México hasta el día de su muerte. Entre los beneficiados de esta distribución se hallaba el periódico capitalino Excélsior, de modo que Buendía nunca tuvo un trato directo con el rotativo usurpado en 1976 a Julio Scherer y el grupo de periodistas fundadores del semanario Proceso.
“Desde siempre, pero sobre todo desde que las preparaba para El Día, y más aún cuando adquirieron especial relieve a partir de 1977, las columnas de Buendía tuvieron originalidad. Su estilo las significaba a tal punto que nunca dejaron de ser importantes, por el tema que abordaban, o por su prosa y su intención punzante, con frecuencia acompañadas de un humor que a menudo llegaba a la ironía, al sarcasmo, y aun a la mordacidad.
“No era raro, sin embargo, que Buendía sacudiera a una parte de la opinión pública con sus aldabonazos. Se trataba de asuntos en cuyo abordamiento perseveró, y que estaban nutridos de información exclusiva o constituían señales de alerta o denuncias que develaban conductas públicas nocivas para el país”.
ANALIZABA CRÍTICAMENTE LAS PRIVATIZACIONES
“Sin embargo, erraría quien creyera que Buendía era un periodista de oposición. Fue adquiriendo al paso del tiempo tal libertad, que podía sin desdoro apoyar causas en las que creía, así fueran parte de programas gubernamentales, o para alentar que lo fueran, o para evitar sus desviaciones. Eligió examinar cada asunto, cada fenómeno, a cada personaje, conforme a sus méritos o su contrario. En este sentido consagró buena parte de su trabajo a favorecer, por ejemplo, la participación del Estado en la economía, y por lo tanto analizaba críticamente las privatizaciones y la sola tendencia a practicarlas”. Miguel Ángel Granados Chapa, Buendía: el primer asesinato de la narcopolítica en México.
José Antonio Zorrilla Pérez, hidalguense, economista de profesión, ocupó la titularidad de la DFS en enero de 1982. Esta oficina, conocida como la policía política del país, dependía de la Secretaría de Gobernación, entonces ocupada por Manuel Bartlett Díaz, cuyo jefe era el presidente de la república, Miguel de la Madrid Hurtado.
Zorrilla fue detenido el 13 de junio de 1989, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, acusado de haber ordenado el asesinato de Buendía.
Uno de los amigos más cercanos e íntimos de Buendía Tellezgirón fue el influyente periodista y columnista hidalguense Miguel Ángel Granados Chapa, quien falleció en octubre de 2011. Buendía y Granados se conocieron en un punto situado a 50 metros de donde 20 años después el michoacano cayó asesinado.
EL DÚO MANUEL BUENDÍA-GRANADOS CHAPA
A principios de 1964, cuando se aprestaba a fundar el semanario Crucero, Buendía necesitaba un aprendiz de reportero. Granados Chapa, recién egresado de la carrera de periodismo de la UNAM, acudió a una cita con él en la cafetería “Siete y medio”, en las calles de Hamburgo y Havre. Ese encuentro concluyó en un compromiso laboral y, a la postre, se convirtió en una sólida amistad que solo logró truncar la mente criminal de Zorrilla Pérez.
Quien esto escribe charló con Granados Chapa sobre Manuel Buendía durante varias horas. La razón fue una investigación académica realizada en 1999. Extractos de esa entrevista se reproducen a continuación:
“La última vez que nos vimos fue el lunes 28 de mayo por la mañana, y el miércoles siguiente lo asesinaron. Un grupo de periodistas estábamos por fundar La Jornada y ocupábamos una casa antigua en la colonia Roma. El día del asesinato habíamos salido a una comida, y al regresar nos abrió la puerta el cartonista Rafael Barajas, el Fisgón. Recuerdo vivamente la situación porque era una casa donde se abre la puerta y comienza una escalera, no hay propiamente un vestíbulo, y habíamos acondicionado un cordel para no subir y bajar de tal manera que se abría la puerta desde arriba: se tiraba del cordel y uno aparecía en el panco de la escalera.
“Cuando nos abrió, Rafael Barajas tenía una cara de desolación, de susto, estaba pálido, tan ostensiblemente que le preguntamos qué le pasaba, y dirigiéndose a mí, porque sabía que yo era amigo de don Manuel, me dijo: ‘Mataron a Buendía’.
“PENSÉ QUE SERÍA IMPOSIBLE QUE LO MATARAN”
“Con una reacción infantil que me duró varios días, yo dije: ‘no es cierto’, pensé que sería imposible que lo mataran. Entonces Rafael me explicó… telefoneé a su oficina, estaba ocupado el número… En fin, después comprobé que era cierto, lo habían asesinado. Fui al lugar de los hechos, ya habían recogido el cadáver y luego fuimos al velorio, a Gayosso de Félix Cuevas”.
En el velatorio, Zorrilla Pérez ya se había apoderado de la situación.
“Cuando recuerdo la escena me parece estar dentro de una película. Zorrilla era el asesino y se paseaba como si fuera el deudo principal. Él organizó todo, como si el muerto fuera suyo: pagó el entierro, dispuso a qué hora se hiciera el velorio, etcétera. En el velatorio andaba el presidente Miguel de la Madrid porque fue a presentar sus condolencias a la viuda. Varios periodistas estábamos muy indignados y tristes y le dijimos que el caso tenía que investigarse cuanto antes. Como también estaba allí Zorrilla, De la Madrid le ordenó encargarse de la investigación.
“Pero Zorrilla la enredó. Desde esa misma noche se vio sospechoso por diversas cuestiones. Andaba con una gabardina azul marino y metía los pulgares al chaleco, luego las manos dentro de la gabardina, era el dueño de la situación. Tiempo después corroboraríamos que él fue quien organizó la conjura para asesinar a don Manuel”.
PERIODISTAS CONDENAN EL ASESINATO DE MANUEL BUENDÍA
Ocho días después del crimen, el 7 de junio, se celebró en México el tradicional Día de la Libertad de Prensa. Mientras en el hotel Camino Real el presidente De la Madrid entregaba el Premio Nacional de Periodismo, en la plaza Francisco Zarco los integrantes de la Unión de Periodistas Democráticos, estudiantes, miembros del sindicato de telefonistas y otros gremios portaban carteles relativos al asesinato de Buendía y de condena por los ataques a la libertad de expresión.
En el acto, Granados Chapa, entonces presidente de la Unión, advirtió: “Denunciador sistemático y profundo de los intereses contrarios a los de México, Manuel Buendía hizo de su muerte un gran servicio a la nación: denunció el clima de provocación que se avecina sobre nuestro país y en que incurriríamos si no fuésemos capaces, como lo seremos, de acallar nuestra rabia con el entendimiento de lo que sucede hoy aquí y de obrar en consecuencia”.
En homenaje al periodista asesinado, un grupo de colegas, pocos meses después del crimen, crearon la Fundación Manuel Buendía.
“Ese fue un esfuerzo de amigos cercanos de don Manuel. Don Francisco Martínez de la Vega fue el presidente, el vicepresidente fue Miguel Ángel Sánchez de Armas, y yo era vocal de esa asociación civil”.
Luego del asesinato, un grupo de periodistas “no quitamos el dedo del renglón respecto al crimen e insistimos periódicamente de diversas maneras. Yo era presidente de la Unión de Periodistas Democráticos en esa época e insistí desde ahí y con mi trabajo periodístico. Luego, en grupos de seis o siete personas íbamos a ver al procurador, al secretario de Gobernación, hasta lograr —43 meses después del homicidio— que se nombrara a un fiscal especial.
LA SENTENCIA PRESIDENCIAL
“Busqué a Luis de la Barreda, profesor de Derecho Penal de la Universidad Autónoma Metropolitana [a la postre presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal], era un hombre inteligente y le propuse que fuera el fiscal. Me dijo: ‘No. Sería hacernos tontos. Lo que conviene es designar a una persona desde dentro porque una persona de fuera, si como sospechamos, hay complicidades policiacas, va a ser difícil que se libre de la influencia de los agentes de dentro. Es mejor conseguir a una persona del Ministerio Público’”.
Ante la negativa de De la Barreda, en febrero de 1988 el subprocurador de Justicia del DF, Miguel Ángel García Domínguez, fue nombrado fiscal especial del caso Buendía.
Y el 7 de junio de 1989, en la celebración del Día de la Libertad de Prensa, el presidente Carlos Salinas de Gortari firmó la sentencia de Zorrilla Pérez en un discurso frente a los periodistas:
“Otorgaremos la máxima seguridad a aquellos que expresan su pensamiento y el pensamiento de los demás y se castigará con toda la fuerza de la ley a quienes atenten contra ellos. No cerraremos investigación alguna en proceso, particularmente en el caso del asesinato del distinguido periodista Manuel Buendía, ocurrido ya hace cinco años. Redoblaremos la investigación. Y esta semana, el procurador general del Distrito Federal y el procurador especial designado para este caso presentarán públicamente un balance de la investigación”.
Zorrilla Pérez fue apresado seis días después de la sentencia presidencial.
“ZORRILLA ORGANIZÓ TODO PARA MATAR A BUENDÍA”
“Miguel Ángel García Domínguez organizó una investigación amplísima y lenta, cubrió varias pistas, incluido Zorrilla —recordó Granados Chapa—. Sin embargo, una vez que descubrió quién era el asesino, cuando estaba a punto de detenerlo, el fiscal enfermó, y el encargado de ir por Zorrilla fue el propio procurador Ignacio Morales Lechuga, quien personalmente lo aprehendió, pero como resultado de una investigación larga que debe acreditársele a García Domínguez.
“Zorrilla organizó todo para matar a Buendía porque Buendía, que era su amigo, aunque no tanto como alegó en su defensa para no ir a prisión, descubrió que estaba involucrado en el narcotráfico.
“Yo no sé si Zorrilla era un chivo expiatorio. No sé si el crimen lo decidió alguien más que Zorrilla, De la Madrid o Bartlett. Yo tiendo a creer que no, estoy seguro de que fue un crimen del narcotráfico porque Zorrilla estaba metido en eso. Pocos meses después del crimen se descubrió que el personal de Rafael Caro Quintero tenía placas de agentes de la DFS. Y esa fue una demostración muy clara del vínculo de Zorrilla con el narco.
“Yo creo que ahí quedó todo, es decir, se aprovechó de su cargo para hacer negocios con ellos y, en consecuencia, mató a don Manuel porque lo descubrió. Lo que sí hubo de parte de De la Madrid y Bartlett fueron miramientos con Zorrilla. Tengo la impresión de que mucho antes de hacer público que Zorrilla había asesinado a don Manuel, ellos lo supieron, y por miedo o por imposibilidad de organizar una investigación que rebasara a Zorrilla, no le hicieron nada”.
UNA COMPLICIDAD NACIDA DEL MIEDO
“Lo único que arreglaron fue sacarlo de la DFS para convertirlo en candidato a diputado del PRI por el estado de Hidalgo —continuó el periodista—, pero eso fue mucho tiempo después del crimen, hasta marzo siguiente, luego de que en noviembre de 1984 encontraron el rancho El Búfalo, en Chihuahua, donde se constató que había protección oficial al narcotráfico.
“A Zorrilla lo sacaron de la jugada en varios pasos, creo que era una complicidad nacida del miedo, porque después de diputado lo echaron del país, con lo que además lo protegieron. En consecuencia, no creo que en el crimen hubiera habido una voluntad situada en la escala política más alta que la de Zorrilla”.
En febrero de 1993, Zorrilla fue condenado a 35 años de prisión, pero posteriormente la pena se le redujo a 29 años. No obstante, estuvo preso solo 19 años, pues en febrero de 2009 una extraña maniobra del Gobierno del Distrito Federal le concedió el beneficio de la libertad anticipada.
Regresó a la cárcel cuatro meses después debido a la presión de la opinión pública tras las irregularidades en el procedimiento. Sin embargo, en septiembre de 2013 una jueza lo liberó debido al estado precario de su salud. Hoy se encuentra bajo custodia domiciliaria. N
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Artículo publicado el 26 de mayo de 2014.