Les comparto este relato, “Ponle una tacha Negrito”, de Ricardo Vargas:
“¡Hola Negrito!, veo que tus pulmones no pierden potencia. Hoy por la tarde van a venir tus padrinos. Limpia muy bien tu cara, que tus dientes estén blancos, no olvides ponerte tu traje negro, que es el mejor que te queda, y tus zapatitos dorados que ya te mandamos bolear. Puedes ver a tu Mamá corriendo para todos lados, incansable, ¿ya probaron la sopa?, ¿las copas, la botana?, ¿los vinos que estén frescos, los baños están limpios, la sala no tiene polvo? Ve con que gusto y espero lo hace, a todo le pone ganas. ¡Qué mujer!
Ya empezaron llegar, los hombres tan bañados y elegantes, las mujeres con regalos para nosotros, ya sé lo que estás pensando, Negrito, que también es un concurso de belleza, pero es más que eso, es poder reunir a las más hermosas mujeres en un mismo lugar. Ya llegó la guitarra, el del bajo, las maracas y los ruidos llegaron con muchas ganas de tocar.
Por cierto Negrito, alguien toca la puerta, sabes qué Negrito, no le voy a abrir, son la tristeza, la amargura, el desamor, el pesimismo y las desgracias. Les dije: ¡lárguense y no vuelvan a esta casa!
Ya se pasaron las horas y la “tocada” está por terminar. Gracias a los que declamaron, los que bailaron, los que cantamos, los que reímos, a la señora que nos cantó en francés. El beso de un hijo increíble, todo maravilloso.
Ya es noche y solo quedamos la Mamá, el Negrito y yo. Un favor Negrito, tomemos una copa de vino, tal vez un cigarro y toquemos solo una canción porque parece que ya va a amanecer. Dame un abrazo Negrito dale un abrazo a Mamá. Así los tres al final de la noche, agradecemos a Dios, a la vida, a la suerte, todos los buenos momentos de felicidad y cariño que se dan cuando nos reunimos. Un último favor Negrito, trae el calendario que está en el refrigerador, ponle una tacha negrito. Será la próxima tocada.”
Es difícil identificar una persona sensible, lo dejamos pasar, tengo para mí que es un DON. La sensibilidad permite encontrar las claves de los misterios de la vida. Hoy tengo el privilegio de compartir este espacio editorial con Don Ricardo Vargas, una persona sensible de gran calado. Logra interpretar al piano el ritmo de la vida, sus cotidianidades, sus entresijos…, tonos que procesan con profundidad las cosas, su afinación es su intuición, sus emociones están ligadas a los otros, los suyos y los prójimos en bemoles, acordes, notas altas y bajas. Su sensibilidad es un valor, tiene que ver con la cultura, por ello, su pentagrama y partichelas están en su familia y amigos. Valora las decisiones en tiempos adecuados de una manera acuciosa, toma los momentos necesarios con la simple razón de no afectar al Otro, equivocarse es para él una decepción errónea. Es un gran observador, identifica los detalles del entorno; de la misma manera que es un gran conversador, tiene la narrativa adecuada para la ocasión, es muy cuidadoso y de buenas formas.
Su sensibilidad estética cursa un proceso mediante el cual afina primero el humanismo para que se apodere de las cualidades del objeto, sus expresiones, sus límites, sus utopías, transformarlo en la imaginación y en la sonoridad. En cualquier instante descubre cualidades en los demás y en las cosas, identifica las relaciones; las expresiones estéticas tiene sentido en su sensibilidad. No olvidemos que el valor estético sin la persona no es nada, Don Ricardo Vargas es quien le da expresividad a lo estético, ese valor estético lo comparte con su esposa Cuquis desde la expresividad de la hospitalidad y las cosas del alma.
Personalmente Don Ricardo, en un sobre llevó hasta la casa de Esparza Oteo a compartir un cuento que nació de una velada literario musical en su hogar, compartido en partituras de generosidad, buenas formas, con amigos siempre atentos y dispuestos abrir la puerta de la percepción a las canciones y los poemas. La pluma, en primera persona, de Don Ricardo Vargas, habla con “Negrito”, su piano, establece un dialogo que detalla el sentido de la fiesta que conmueve y afecta los invitados, de lo contrario la fiesta no es fiesta. La fiesta tiene su propia partitura que da tiempo, ritmo y armonía a todas las partichelas de los convidados. Una prosa breve, con un desarrollo formal. No mentí, tiene intensidad en su relato. Relata un hecho de esencial calidad. Hablar con un piano es crear las partituras de la inverosimilitud, de ahí su importancia, “Negrito” fortalece su prosa. Un relato bien argumentado, una narrativa digna de contarse con responsabilidad fraterna, una velada “bohemia” en la arquitectura del cuento.