En años recientes, se han descubierto pruebas de que la Tierra enfrenta una crisis de extinción masiva. Distintas especies desaparecen a un ritmo preocupantemente rápido, debido, principalmente, a la interferencia humana, lo que ha generado la erosión de la biodiversidad de nuestro planeta. Junto con el cambio climático, esta es una de las principales amenazas que enfrentamos.
En 2017, un equipo internacional de científicos propuso un ambicioso plan, conocido como Acuerdo Global por la Naturaleza, cuyo objetivo es ayudar a garantizar que se alcancen los objetivos climáticos, al tiempo que se conservan las especies de la Tierra.
Ahora, en un artículo publicado en la revista Science Advances, los científicos establecen un conjunto de objetivos e hitos específicos que, en su opinión, ayudarán a proteger la biodiversidad de la Tierra y evitarán el colapso de los ecosistemas, además de mitigar los efectos del cambio climático.
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Para obtener más información, Newsweek habló con el conservacionista Eric Dinerstein, uno de los autores del estudio. A continuación, una versión abreviada de nuestra conversación.
¿Qué es el Acuerdo Global por la Naturaleza?
El Acuerdo Global por la Naturaleza es un plan con bases científicas para proteger la abundancia de diversidad de la vida en la Tierra, y lograrlo para 2030. En el artículo no solo se presentan los principios científicos que sirven de guía, derivados de la ciencia de la biología de conservación, sino que también se establecen hitos claros para 2030 y objetivos para 2050 , con el fin de alcanzar esa meta. El propósito general: hacer frente al peligroso cambio o al deterioro climático y salvaguardar la biodiversidad para evitar cualquier empeoramiento de la sexta extinción masiva que enfrentamos. Por ello, el enfoque que tomamos realmente aborda ambos factores a la vez.
¿Qué es la sexta crisis de extinción masiva?
En la historia de la Tierra, nuestro planeta, de 4,500 millones de años de antigüedad, hemos tenido cinco fenómenos de extinción en la historia de la vida. El más reciente ocurrió hace cerca de 65 millones de años, con aquel asteroide sin rumbo que se estrelló en [la península de] Yucatán y extinguió a los dinosaurios, cambió el clima drásticamente y dio origen a la era de los mamíferos. Así que es responsable, en parte, de que nosotros estemos aquí. Sin embargo, la principal diferencia entre los cinco fenómenos de extinción masiva anteriores y el actual es que este es el único en el que hemos estado, y en gran medida, tiene muestras huellas por todas partes.
¿Cuáles son algunos de los objetivos e hitos clave establecidos en el artículo?
Publicamos un artículo anterior en 2017 en la revista Bioscience, en el que hicimos un llamado a proteger 50 por ciento del entorno terrestre analizando las 846 ecorregiones del mundo y realizando labores de conservación en cada una de ellas, que es lo que tenemos que hacer para salvar la vida en la Tierra. Sin embargo, este artículo amplía mucho más estos objetivos al abarcar no solo el entorno terrestre, sino también el marino y el de ríos y lagos.
De esta manera, los dos objetivos principales son proteger totalmente 30 por ciento del globo terrestre para 2030, en los entornos terrestre, de ríos y lagos, y marino. Y el siguiente 20 por ciento estará formado por las áreas a las que denominamos áreas de estabilización climática, es decir, aquellas que no tienen que ser protegidas formalmente, por ejemplo, por una categoría de la IUCN [Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, por sus siglas en inglés], sino que, simplemente, son lugares en los que reducimos o eliminamos las emisiones producidas en tierra.
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Así, la gráfica que aparece a continuación lo explica todo. Ello abarca toda la parte científica, el modelo climático más reciente y, lo que es más importante, enlaza la conservación de la naturaleza con el hecho de evitar el deterioro climático en la que es, quizás, la manera más imperiosa que he visto. Si vemos la gráfica, lo que muestra es que si pretendemos mantener un aumento en la temperatura global por debajo de 1.5 grados Celsius en promedio, que, de acuerdo con el más reciente informe de Naciones Unidas sobre el clima, es el nuevo umbral por debajo del cual nos debemos mantener, tenemos que ver dos cosas.
Tiene que haber una conservación de la Tierra, porque no podemos tener más emisiones para 2030; de otra manera, superaremos el umbral de 1.5 grados Celsius, y no habrá posibilidad de volver atrás. Y una vez que pasemos los 1.5 grados Celsius, tendremos que prepararnos para que los ecosistemas se desintegren. Por ello, es un experimento que no queremos hacer. La manera más barata y efectiva de eliminar los gases de efecto invernadero de la atmósfera es confiar en la naturaleza. Esta lo hace gratis. Los árboles, los arrecifes de coral y el océano mismo son vehículos mucho mejores para eliminar los gases de efecto invernadero que cualquier cosa que los ingenieros hayan inventado. Y no nos cuesta nada, excepto protegerlos. Así que si aumentamos todo esto, y hacemos una transición rápida al uso de energía renovable y eliminamos los combustibles fósiles, tendremos una vía sin obstáculos y un plan esperanzador para mantenernos por debajo de los 1.5 grados Celsius.
Entonces, en resumen, si queremos tener un espacio que funcione de manera segura para la humanidad, es decir, si deseamos mantener un aumento de la temperatura global de menos de 1.5 grados Celsius, entonces tenemos que salvar 50 por ciento de todo el hábitat que queda en la Tierra, y al hacerlo, evitaremos la crisis de extinción. O si lo vemos desde el punto de vista de la biodiversidad, si queremos salvar la vida en la Tierra, tenemos que mantenernos por debajo de los 1.5 grados Celsius, ya que si los sobrepasamos, el permafrost se derretirá en la tundra, el océano se volverá más ácido, más arrecifes de coral morirán creando bucles de retroalimentación, etcétera, y tendremos un colapso en muchos ecosistemas.
Entonces, creo que el punto principal es que ambos acuerdos son independientes. No podemos abordar el tema del clima sin salvar a la naturaleza, y no podemos salvar a la naturaleza sin abordar el tema del clima. Por desgracia, las dos entidades principales, el Acuerdo Climático de París y la Convención sobre Diversidad Biológica, han venido operando de manera separada, y los científicos señalan ahora que debemos integrarlas.
¿Qué tan realistas cree usted que son los objetivos descritos en el artículo?
Pienso que son muy realistas. Imaginemos que estamos en 1940 y no en 2019. Cuando vimos lo que ocurría con el surgimiento del nazismo y de los regímenes totalitarios, así como la amenaza existencial que enfrentaba el mundo, de la noche a la mañana convertimos las fábricas que producían automóviles, botes y aparatos de lujo para fabricar jeeps, tanques, municiones y aviones de combate. Estábamos en pie de guerra, y eso era lo que se requería.
Por ello, creo que ya tenemos lo necesario en nuestro ADN social y cultural para dar un paso adelante y realizar estos cambios tan drásticos. Solo tenemos que remplazar la construcción de armamento de guerra con la fabricación de paneles solares, turbinas de viento y el desarrollo de nuevas tecnologías de baterías que resuelvan el problema del almacenamiento. Y realizar labores de conservación en la escala de la que somos capaces, lo cual es, básicamente, la receta para salvar la vida en la Tierra y para salvar el clima.
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Pienso que la respuesta, en pocas palabras, es que ya lo hicimos, tenemos que convocar la misma voluntad política. La otra diferencia es que cuando se realizó aquel esfuerzo en 1940, solo era un puñado de países los que producían todas esas armas y transformaron sus fábricas. Ahora, cada país tiene una función para ayudar a estabilizar el clima y salvar a la naturaleza. Por ello, esta urgencia y esa responsabilidad están extendidas en todos los países.
¿Qué es lo que usted espera ver tras la publicación de este artículo?
En primer lugar, la Convención sobre Diversidad Biológica se reunirá en Beijing en 2020, y previamente, adoptarán nuevos objetivos a alcanzar en 2030. Por ello, esperamos que [nuestros objetivos] se conviertan instantáneamente en la elección obvia: apoyar 30 por ciento [de áreas totalmente protegidas] para 2030 y trabajar con el Acuerdo Climático de París para lograr otro 20 por ciento como áreas de estabilización climática. Muchas de estas también son reservas de los pueblos nativos. Por ello, el simple hecho de empoderar y afirmar los derechos que los pueblos originarios tienen con respecto a sus tierras, algunas de las cuales no tienen títulos de propiedad, también podría ser un gran avance para ayudar a estabilizar el clima y salvar a la naturaleza ya que, con frecuencia, los grupos originarios son mejores administradores de la tierra y del mar que nosotros.
Un grupo geográfico y activista llamado Avaaz ha iniciado una campaña para obtener 30 millones de firmas para pedir a la Convención sobre Diversidad Biológica que adopte el Acuerdo Global por la Naturaleza y para que los líderes mundiales lo apoyen y trabajen en conjunto con el Acuerdo Climático de París.
Ahora, creo que mi tercera esperanza es que veamos surgir una Greta Thunberg [la estudiante sueca y activista a favor del clima], o ver si podemos pedirle que expanda su cartera para incluir al Acuerdo Global por la Naturaleza y ponga en marcha a todo un movimiento juvenil, ya que el mayor regalo que podemos dejar a las futuras generaciones es una reconfiguración ambiental, una oportunidad de regresar a lo que yo llamaría un Edén 2.0. Necesitamos que los jóvenes levanten la voz y ayuden a liderar este movimiento, porque este es el mundo que ellos heredarán y su opinión es muy importante.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek