La suspensión de aranceles entre Estados Unidos y China por 90 días está generando una etapa de calma en el comercio internacional —al menos hasta inicios de agosto—. Una pausa que, si bien beneficia a México, puede convertirse en una amenaza.
En los últimos años, el nearshoring ha traído momentos de entusiasmo para México: se ha anunciado la llegada de grandes compañías, se han construido fábricas y complejos industriales, incluso se han registrado cifras récord de inversión extranjera directa (IED). Sin embargo, creo que el país es mucho más que una buena ubicación.
EL NEARSHORING NO ES UNA ESTRATEGIA
Sin duda, el nearshoring puso a México en el radar global y lo consolidó como el principal socio comercial de Estados Unidos.
En 2024, el intercambio de bienes entre ambos países totalizó 839.9 billones de dólares, según cifras del gobierno estadounidense: los bienes de Estados Unidos a México alcanzaron los 334 billones de dólares (+3.5 por ciento respecto a 2023), mientras que el comercio mexicano a Estados Unidos superó los 505.9 billones de dólares (+6.4 por ciento en proporción con 2023).
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La Secretaría de Economía reportó que más del 83 por ciento de las exportaciones de bienes mexicanos se destinaron al país vecino.
Pensar que estar cerca de Texas o California será suficiente para seguir atrayendo inversiones durante los próximos diez o veinte años es una apuesta arriesgada. Estados Unidos y China se han movido a un ritmo que México no ha seguido.
El gobierno estadounidense ha estado modernizando su política industrial, invirtiendo miles de millones de dólares para fortalecer sectores estratégicos como semiconductores (con su CHIPS and Science Act) y energías limpias (con la Inflation Reduction Act). Por su parte, el gobierno chino también ha impulsado su política industrial desde hace varios años con planes estratégicos (como el Made in China 2025) y, aunado al fuerte proteccionismo de sus empresas nacionales, ha invertido a gran escala para desarrollar aún más su sector tecnológico.
LA CERCANÍA FUNCIONA, PERO SE REQUIERE UNA POLÍTICA INDUSTRIAL
México ha sacado provecho de la relocalización de varias cadenas de suministro globales, pero considero que esto no es un plan de desarrollo por sí sola. La cercanía geográfica sin infraestructura, sin talento y sin certidumbre es solo eso: cercanía.
El país precisa una política industrial del siglo XXI y no una lista de estímulos fiscales aislados o una zona franca improvisada.
México necesita que esta nueva política industrial defina qué tipo de industria quiere atraer, cómo va a formarla y cómo la va a sostener en el largo plazo. La estrategia integral debe considerar infraestructura suficiente (con vías terrestres y ferroviarias que funcionen, así como puertos y aduanas eficientes), suministro apropiado de energía y agua, así como desarrollar el talento técnico de alto nivel en todo el país.
También es importante que brinde un entorno jurídico confiable, además de planes de financiamiento y apoyo para que las pequeñas y medianas empresas puedan producir, exportar y competir en los mercados internacionales. No menos importante, esta nueva política industrial tiene que incluir reglas del juego claras —porque sin certeza no hay inversión que dure.
Sin una política industrial moderna, México corre el riesgo de perder terreno en el comercio internacional y desperdiciar la oportunidad de transformarse en algo más que un país maquilador. Creo que no se trata de copiar modelos ajenos o regresar al proteccionismo, sino de entender que competir en el siglo XXI es más que exportar barato, implica construir una industria con visión, con tecnología y talento, con capacidades propias.
A PENSAR EN GRANDE, MÉXICO
La tregua entre Washington y Pekín pudiera anticipar una nueva etapa en el comercio internacional y México no debe ignorarla o tomarla a la ligera. Las empresas que hoy miran hacia Monterrey, Guanajuato, Querétaro u otras entidades podrían replantear sus decisiones si el conflicto comercial entre las potencias se resuelve.
Esta suspensión de aranceles debe de ser más que una pausa para México; lo que el país haga con ella definirá si se consolida como potencia comercial o se queda viendo cómo otras naciones aprovechan la oportunidad.
Sé que las empresarias y los empresarios en México saben competir, pero ahora toca ser parte del liderazgo para consolidar al país como plataforma productiva, tecnológica y sostenible para los años venideros. Toca pensar en grande, México. N
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Martín Pustilnick es CEO de Mundi. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.