En el complejo entramado de las relaciones, la interdependencia entre Estados Unidos y México es un pilar del desarrollo social, económico, político y cultural de ambos países. Muchas coincidencias y amistad han labrado ese camino de la relación binacional. Sin embargo, siempre son más vistosos los episodios de conflicto y desazón.
La imposición de aranceles como herramienta de presión política y económica ha generado tensiones que podrían redefinir el futuro de Norteamérica. La aplicación de un arancel de 25 por ciento a las exportaciones mexicanas tendrá un impacto mayúsculo en la economía en México, pues 83 por ciento de las exportaciones tienen como destino Estados Unidos.
Así, los efectos macroeconómicos podrían incluir una contracción económica —que afectaría el consumo—, un tipo de cambio peso-dólar más débil y mayor inflación. Los sectores más expuestos serían automotriz y autopartes, metales y minería, petróleo y gas, agronegocios, bienes duraderos y bebidas alcohólicas.
México y Estados Unidos comparten una frontera de más de 3,000 kilómetros y una relación comercial que supera los 700,000 millones de dólares anuales, así sus economías se han entrelazado a través de cadenas de suministro altamente integradas. Sectores como la manufactura automotriz, la agricultura y la tecnología dependen de la colaboración binacional.
La decisión de Washington de imponer mayores tarifas a productos mexicanos ha sido un golpe directo a esta simbiosis. Desde la perspectiva estadounidense, estas medidas se justifican como una forma de proteger la fuerza laboral interna, incentivar la producción nacional y, de manera extendida, presionar a México a encarar temas de migración y seguridad nacional. Sin embargo, el impacto de estos aranceles se puede traducir en afectaciones para empresas, consumidores y comunidades enteras, lo que puede derivar en una desaceleración del comercio en estas dos naciones de Norteamérica.
SECTORES VULNERABLES A LAS TARIFAS DE TRUMP
El impacto variaría según la duración de los aranceles, la relevancia y sustituibilidad de las exportaciones mexicanas en el mercado estadounidense, el riesgo de que estas sean reemplazadas por otras fuentes y la posibilidad de que México imponga aranceles en represalia. Los sectores más vulnerables son:
Automotriz y autopartes. Debido a la profunda integración de la industria automotriz en América del Norte, los proveedores mexicanos podrían enfrentar desafíos significativos. Aunque muchas exportaciones se realizan directamente a fabricantes (OEM), un arancel podría reducir la demanda y afectar la rentabilidad de toda la cadena de suministro.
Metales y minería. Las mineras mexicanas exportan entre 10 y 40 por ciento de su producción a Estados Unidos, principalmente zinc, cobre y plomo.
Petróleo y gas. Las exportaciones de petróleo crudo y productos refinados a Estados Unidos representan una parte significativa de los ingresos de este sector en México. Pemex exporta alrededor de 25 por ciento de sus ventas totales a Estados Unidos: 474,000 barriles diarios.
Agronegocios. Representa alrededor de 5 por ciento de las exportaciones de México a Estados Unidos, por lo que se puede esperar un impacto medio a alto por los aranceles.
Bienes raíces industriales. De observarse una actividad comercial más débil en el largo plazo esto podría reducir la demanda de espacios industriales, lo que afectaría las tasas de ocupación y renovación
ARANCELES EN NORTEAMÉRICA: CONSECUENCIAS A MEDIANO PLAZO
Algunas empresas y sectores podrían mitigar el impacto gracias a protecciones crediticias, integración vertical de operaciones en Estados Unidos y la posibilidad de negociar estrategias de transferencia de precios con sus socios comerciales. Sin embargo, la imposición aranceles representaría un desafío considerable para la calidad crediticia de las empresas mexicanas.
A nivel macroeconómico, la volatilidad en las relaciones comerciales generaría incertidumbre en los mercados financieros. La depreciación del peso mexicano frente al dólar es una respuesta común a estas tensiones, lo que encarece las importaciones y afecta la inflación interna en México.
La desglobalización, impulsada por factores como el proteccionismo, las tensiones geopolíticas y la reconfiguración de las cadenas de suministro, es una tendencia que ha cobrado fuerza en los últimos años. Países como Estados Unidos han adoptado medidas arancelarias contra socios comerciales tradicionales, mientras que la pandemia y los conflictos internacionales han acelerado la regionalización de la producción.
Para economías emergentes como la mexicana, esto representa un desafío y una oportunidad: por un lado, puede significar menor acceso a mercados globales; por otro, permite atraer inversión en sectores estratégicos, como el nearshoring.
A mediano y largo plazo, la desglobalización podría llevar a un mundo más dividido en bloques económicos, con menor cooperación multilateral y mayor incertidumbre en los mercados. Sin embargo, también incentiva la autosuficiencia, el desarrollo de industrias nacionales y que efectos como los aranceles en la región de Norteamérica causen el menor daño posible.
LOS EFECTOS A LARGO PLAZO NO SERÍAN CATASTRÓFICOS, AL CONTRARIO
Si bien en el mediano plazo los efectos son claramente perceptibles, en el largo plazo la guerra de aranceles puede llevar a cambios estructurales en la economía de Norteamérica. Uno de los mayores riesgos es la reconfiguración de las cadenas de suministro, pues empresas que anteriormente dependían de la producción en México podrían optar por trasladar sus operaciones a otros países de menor riesgo, como Vietnam o la India. Esta deslocalización afectaría gravemente el empleo y la inversión.
Por otro lado, la persistencia de estas tensiones podría incentivar una estrategia de sustitución de importaciones, colocando a México en la posición de diversificar sus socios comerciales, reforzando acuerdos con la Unión Europea, China o América del Sur.
En el caso de Estados Unidos, el uso de aranceles como herramienta de negociación política refleja una estrategia de presión que puede tener consecuencias adversas en sus relaciones diplomáticas, pues otros países podrían interpretar estas acciones como una señal de incertidumbre ante los acuerdos comerciales con Washington, debilitando su credibilidad.
A nivel geopolítico, la guerra arancelaria podría incentivar a México a fortalecer sus lazos con otras potencias económicas. La creciente influencia de China en América Latina presenta una alternativa viable para diversificar las estrategias comerciales, aunque presenta en sí otros riesgos y desafíos.
Frente a este escenario, es vital que México impulse políticas que fomenten la diversificación económica e invierta en infraestructura, innovación y educación para reducir su grado de vulnerabilidad ante cambios externos. Por su parte, Estados Unidos deberá evaluar el impacto real de los aranceles sobre su propia economía y encontrar estrategias que fortalezcan el mercado interno sin sacrificar la cooperación con sus socios estratégicos. N
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Miguel Tovar es director general de Sociedad Plural y analista político. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.