Se informó el pasado 27 de noviembre que Tom Homan, el inminente zar fronterizo entre México y Estados Unidos, ya se encontraba en la planeación para las deportaciones masivas que Donald Trump iniciará apenas ponga un pie en la Casa Blanca.
Tiene pleno sentido que Homan comience a planificar, en el entendido que cualquier cosa que se tenga pensado poner en operaciones, tiene que estar bien diseñado. En ese tenor, hay que partir de bases numéricas para identificar lo deseable, lo posible y lo realizable.
Así, hagamos una reflexión veloz de las metas que se propone Homan y que Trump se frota las manos porque ya las pueda anunciar como terminadas.
Lo deseable
Considerando que Homan no es precisamente un novato y trabajó largamente en el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), seguramente sabe lo que tiene enfrente: el magnate le pidió deportar la friolera de 11 millones de migrantes indocumentados que viven en Estados Unidos.
Así, por donde propongo el ejercicio es en el cálculo de lo que hará Homan. La meta en la propaganda de Trump es esta cifra, algo así como diez veces la población de Tlaxcala.
Homan viajó a Eagle Pass para visitar una base militar instalada a orillas del Río Bravo y vio algunas tierras para la construcción de centros de detención de indocumentados. Se le informó que tan solo en Texas habrá 5.2 millones de hectáreas para construir las instalaciones que se requiere para confinar detenidos.
Haciendo cuentas, una hectárea son 10 mil metros cuadrados o si usted quiere, puede pensar en que, cada hectárea es un lote de 100 metros por 100 metros. Pensando 2 metros por persona detenida, en cada hectárea caben 5 mil personas en forma transitoria, no habitando el lugar sino como punto de estancia temporal. Digamos que esas personas tendrían que estar de pie o sentadas, esperando a ser trasladadas. Este sería un concepto: tener a ese mundo de gente en la fila para subir a un autobús, ese mismo día.
Si se pensara en otro modelo, en donde hubiera barracas para que esperara la gente por varios días, considerando lluvia o nieve, habrá que pensar en el cuádruple de superficie, lo que nos lleva a que por cada 4 hectáreas se tenga a un lote de 5 mil personas, habida cuenta que se instalarían camas o colchonetas, baños, cocinas, servicios médicos y administrativos.
En el entendido de que habrá 5.2 millones de hectáreas en Texas, es evidente que el problema no es el espacio de confinamiento sino la transportación y como ya se verá, el de la cacería de migrantes.
Si la meta de Homan es echar a patadas a 1 millón de personas, para acomodar a 11 millones de migrantes, sería suficiente con acomodarlos en 8 mil hectáreas.
Lo posible
Pensando que Trump reventará de indocumentados a su espacio de confinamiento en Texas, si tuviera a los indocumentados ahí listos esperando su turno, deberá contar con autobuses suficientes para emprender el regreso a la frontera. En forma sencilla, los indocumentados de una sola hectárea podrían despacharse en 125 autobuses de 40 asientos cada uno.
Si ya estuviera listo el primer millón de indocumentados para enviarlos a México, para poder hacerlo requeriría de 25 mil viajes para lograrlo. Si contara con 100 autobuses, en 250 turnos podría completar la tarea.
Estoy partiendo de la base que a Trump le importara un comino la física y que esos 100 autobuses funcionaran como trascabo, apelotonando personas en la puerta de acceso hacia México, sin que aquí hubiera siquiera forma de sacarlas y llevarlas a un espacio seguro.
En el entendido que mis números son claramente inexactos, debe usted concluir que despachar a 1 millón de personas, contando con una reserva de 5 millones de hectáreas y 100 autobuses es perfectamente posible.
Dicho de otra forma, en lo físico, es viable zambutir a 1 millón de personas en turnos de 100 autobuses y llevarlos a la frontera. Tiene pleno sentido hacerlo en Texas, aunque también podrían intentarlo en algún punto de la frontera con Tijuana.
Los problemas no están ahí, sino en otros lados. Le explico.
Lo realizable
“Déjenme ser claro, habrá una deportación masiva porque acabamos de terminar una crisis masiva de migración ilegal en la frontera, donde cualquiera podrá ver que nueve de cada 10 personas que solicitan asilo terminarán con una orden de deportación”, señaló Homan a los medios y en esta frase radica la clave del asunto.
Seguramente Homan enviará a México a un tumulto de indocumentados pero no podrá hacerlo con su universo mítico de 11 millones de personas. Los motivos son poderosos:
1.-El primero es el costo social de la medida. Millones de esos indocumentados trabajan ahora mismo en cualquier oficio imaginable en los Estados Unidos y abducirlos en un parpadeo va a producir una tormenta sobre el gobierno federal de aquella nación.
A partir de que empiece la maquinaria federal a funcionar, comenzarán a circular centenas de fotos de las instalaciones en Texas a donde Trump guardará a miles de mexicanos como reses, esperando su repatriación. El magnate generará avalanchas de mártires que irán generándole problemas a la misma velocidad que su cacería humana.
2.-Echando a la puerta trasera estadounidense a confederaciones de indocumentados, habrá que preguntarse quienes serán los que reemplazarán a esa mano de obra barata que permite atender distintos filones de la economía estadounidense.
Toda clase de proyectos productivos resentirán la ausencia de trabajadores que pueden hacer lo que le pidan en las peores condiciones, todavía sonríen y dan las gracias por permitirles obtener un ingreso.
3.-Si bien es cierto que no hay manera de establecer con precisión los números, es un hecho que la mayoría de los indocumentados mexicanos en Estados Unidos no van allá a vender fentanilo ni a lavar dinero.
Es un hecho que miles de indocumentados mexicanos se dedican a alguna labor de delincuencia en los Estados Unidos pero el grueso de quienes viven en esa nación son claramente trabajadores honrados. La hipótesis entonces es que no va a haber un impacto significativo en la venta y consumo de fentanilo en esa nación, porque haya menos indocumentados mexicanos.
Considerando todo lo anterior, me parece que el gran retorno de indocumentados no será tal, sino que, el 80 por ciento de los afectados serán aquellos que pretenden entrar a los Estados Unidos y el 20 por ciento será por redadas.
Dicho de otra forma, los mayores números de repatriados se harán en las fronteras, considerando que es más probable detenerlos en esos puntos que en algún rincón de los Estados Unidos.
Lo deleznable
El gobierno federal mexicano ratificó que se le da “La doctrina Chimoltrufia” en asuntos relevantes: si le bajaron el presupuesto 2025 a la UNAM y en un parpadeo ya estaban aplicándole el “usted disculpe”, no hay sorpresas para que Marcelo Ebrard diga que se echará a andar la Ley del Talión en aranceles y un suspiro después, cambie la estrategia.
En ese tenor, tiene pleno sentido que Donald Trump celebró la conversación que tuvo con Claudia Sheinbaum y considere que llegaron a un mutuo acuerdo con el objetivo de contener la migración ilegal hacia Estados Unidos.
“Ella aceptó detener la migración a través de México y hacia los Estados Unidos, cerrando así de manera efectiva nuestra frontera sur”, dijo Trump.
“México impedirá que la gente pase por nuestra frontera sur, con efecto inmediato. Esto contribuirá mucho a detener la invasión ilegal a Estados Unidos. ¡Gracias!”, informó el magnate de los casinos.
Con su clara anodinia, Sheinbaum empleó la didáctica marinista de “es mi voz pero no es mi voz”: “en nuestra conversación con el presidente Trump, le expuse la estrategia integral que ha seguido México para atender el fenómeno migratorio, respetando los derechos humanos“.
Lo anterior lleva a dos problemas para México.
El tapón fronterizo se correrá al centro
Considerando que la frontera sur ofrece todas las condiciones para que distintos cárteles, clanes y pandillas de alto impacto se dediquen a traficar con centenas de miles de indocumentados, es de entenderse que al encontrar un tapón militar en la frontera norte, optarán por dejar a los viajeros en México.
Habida cuenta que intentar vivir en Tijuana y Nuevo Laredo es por lo menos suicida, se maximizará la cantidad de indocumentados en docenas de estados, lo que de un golpe traerá necesidades específicas y urgentes: espacios habitacionales, trabajo, servicios de salud y educación.
Ya ha demostrado el gobierno federal mexicano que la planeación no es lo suyo. Tal incompetencia verá ciertos puntos de ruptura cuando miles de indocumentados lleguen a un municipio y colapsen la infraestructura de los servicios de emergencia. En ese sentido, hay que entender el punto: los indocumentados no pueden vivir del asistencialismo, por lo que deben ser asimilados por el país como otro grupo social.
Los militares, ¿a qué se dedicarán?
Los militares se han dedicado, entre otras cosas, a construir trenes, vías, edificios, aeropuertos, cuidar instalaciones y como se vio en una minúscula zona de Palenque, a instalar una unidad médica de primer mundo para que algunos puedan ir a tomarse los signos vitales.
Para 2025, tienen que seguir con los proyectos que aún no han terminado y de acuerdo al presupuesto para dicho año, deberán atender otros más. Por otra parte, tienen algunos temas que atender vinculados a seguridad nacional y tal vez aumenten algunos si Harfuch logra descifrar el entramado de intereses, fobias y filias imperante en su contra por parte de algunos personeros de Lomas de Sotelo.
Así, para atender el sellamiento fronterizo en el norte del país, seguramente serán enviados no pocos efectivos militares. El gran dilema es de dónde saldrán esos soldados que inevitablemente serán tomados de otras funciones para ir a taponar la frontera.
Epílogo
Como puede verse, no hay mayores dificultades materiales para que Homan regrese a México a algunos cientos de miles de indocumentados en los años de mandato de Trump, de la misma manera que será un día de campo establecer toda clase de sellamientos fronterizos para impedir que entren otros tantos a la Unión Americana.
El verdadero problema radica en la distracción de recursos que le tocará a México y la inminente asimilación de cientos de miles de repatriados e indocumentados centroamericanos, a un país que cree a pie juntillas que unas cobijas y desayunos calientes son suficiente para ofrecer una vida digna a quien ha perdido todo.
La frontera norte se moverá, hacia el sur.