Eran los años ochenta del siglo XX y en ese tiempo había una empresa que hacía autobuses de pasajeros y camiones de carga que pertenecía al Estado: DINA. Usted los recordará y seguramente viajó en ellos alguna vez.
Un día de 1989, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari estableció que DINA sería una de las empresas que se privatizarían, como ocurriría también con una red de televisoras, IMEVISIÓN, que pasaría a manos de Ricardo Salinas Pliego y se llamaría Televisión Azteca.
Pues, un personaje desconocido fuera del estado de Jalisco se movió con un grupo de empresarios y ofreció poco menos de 84 millones de dólares por DINA. Se la quedó. A partir de ahí, este personaje comenzó a subir en el mundillo de los negocios, aunque su estilo desentonaba claramente con la élite.
Apenas dos años después, comenzó una venta de garaje de todos los bancos y financieras que estaban a manos del gobierno mexicano y entre tanta polvareda, hubo un consorcio de empresarios que se hizo de uno de esos negocios: Banca Cremi.
A la postre, Cremi fue un desastre y terminó por quebrar. Y en 1993, se ofertó una verdadera joya: nada menos que la empresa pública que producía harina de maíz nixtamalizado para preparar tortillas. Pues, la empresa del nixtamal fue vendida.
La característica de todas estas compras es que fueron hechas por la misma persona, un oscuro personaje de Jalisco llamado Raymundo Gómez Flores, mismo que formó parte de aquella cena de 1993 en casa de Antonio Ortiz Mena, en donde se puso dinero en dólares para apoyar al candidato a la Presidencia de la República por parte del PRI.
En esa reunión, entre tantos otros estuvo Carlos Slim y por supuesto, Raymundo Gómez Flores, personaje que fue parte de los beneficiarios del FOBAPROA, por cierto. Ahí está el librito de Andrés Manuel López Obrador que hasta traía un CD ROM para ver los nombres.
Gómez Flores había arrancado su vida empresarial en Jalisco con una lavandería para hoteles y moteles, que había fundado su señor padre y después se dedicó a la construcción de casas de interés social.
Se recuerda que Gómez Flores quería quedarse con IMEVISIÓN y fue a tocarle la puerta al clan de los Vargas y a la familia de Clemente Serna, pero como era de entenderse nadie lo conocía y lo ignoraron.
En aquellos años se hablaba que detrás de este personaje había alguien de peso completo: el doctor José María Córdoba Montoya, un hombre inteligente y culto que se ganaba la vida como cerebro político de Carlos Salinas de Gortari.
Justamente esos personajes fueron los que incubaron el Programa Solidaridad, que mutaría a Progresa con Ernesto Zedillo, Oportunidades con Vicente Fox y Calderón; Prospera con Enrique Peña Nieto y Bienestar, con López Obrador.
Pues, el sospechosismo alcanzó altas temperaturas cuando Raymundo Gómez Flores fusionó Cremi con Banca Unión, de Carlos Cabal Peniche, un ominoso personaje del que alcanzaría para hacer un grueso compendio.
Sirva la introducción para señalar que la señora Altagracia Gómez, presidenta del Consejo de empresarios que “asesorarán” a Claudia Sheinbaum, es hija de Raymundo Gómez Flores.
Altagracia Gómez es la presidenta de la holding que controla los negocios de su señor padre y CEO de Minsa, la joya que compró en aquella venta de garaje.
Es de entenderse que la señora Gómez Sierra no pinta por sí sola en los pasillos de los hombres más ricos de México y eso se debe en una parte a la fama de su señor padre, a quien todavía hay quienes lo ven como prestanombres del doctor Córdoba Montoya, entre muchas otras cosas más.
En ese sentido, a más de uno se nos hace que el Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización de Empresas, carece por completo del peso para lograr lo que dicen que debe hacer.
En ese grupo, de los pesos completos solo se alcanzan a ver a: Blanca Treviño De la Vega, poderosísima CEO de Softek; a Antonio Del Valle Perochena, CEO de KALUZ e hijo de uno de los banqueros orgánicos a Salinas de Gortari; Eduardo Tricio Haro, CEO de Grupo Lala y, a Armando Garza Sada, CEO de Promotora Empresarial de Occidente.
Espero equivocarme pero no se ve muy poderoso el Consejo como para sentarse a negociar con Trump y sus expertos en aranceles o en bloqueos comerciales a China. Y menos con la impronta del odiado doctor Carlos Salinas de Gortari por las impolutas creencias de la doctora Sheinbaum.
La doctora trae al santo de cabeza con el análisis de perfiles, cabe señalar. Mientras tanto, la señora Altagracia seguirá trabajando para hacer lo que debe hacer. Hay ímpetus que solo brillan en su potencia, no en sus logros. Tal vez sea el caso.