María José, Diana y Alexa son mujeres que pertenecen a la generación Z, y aunque este grupo poblacional en su mayoría ha rechazado la idea de tener hijos, ellas son madres y su propósito es una maternidad y crianza con libertad y mayor desapego.
La generación Z (personas nacidas entre 1997 y 2012), también conocida como “generación de cristal”, se caracteriza por ser la primera nativa digital, es decir, conocen, viven y analizan el mundo desde la pantalla de un teléfono inteligente. En cuanto a lo laboral, vieron a sus padres e incluso a sus abuelos en condiciones laborales que para ellos son imposibles de aceptar.
Otro de los rasgos de la generación Z es que apoya las causas de diversidad, equidad, cambio climático e inclusión, según el estudio “The New Human Age”, realizado por la consultora Manpower Group.
MARÍA JOSÉ, UNA CHICA QUE NO TUVO MIEDO A SER MADRE
María José Gutiérrez Espejel, de 28 años, es madre de una niña de un año y tres meses. “Yo tenía claro que sería madre desde que era una adolescente. Sin embargo, no planeé a qué edad sería mamá, eso no significa que mi hija no fuera deseada y hoy muy amada”, comenta a Newsweek en Español.
La joven no se arrepiente ni duda de su decisión de ser madre porque a su edad, asevera, es una mujer madura, independiente económicamente, y en el ámbito profesional se ha desarrollado de forma satisfactoria.
Señala, a su vez, que una de las características que la identifican como parte de la generación Z es lo “sensible” que puede llegar a ser ante algunas situaciones sociales o laborales que para ella son negativas. “No me valen las cosas y debo decir que sí me tomo personal cierto tipo de situaciones de la vida”. Dicha sensibilidad busca que se replique en su hija en cuanto a causas sociales, indica.
Aunque para la generación Z tener un hijo significa un sacrificio profesional, emocional y económico, María José, quien no niega que esto es real, dice que nunca tuvo dudas de poner en pausa sus actividades personales y laborales para concentrarse en la crianza de Camila, su hija.
Para ella, suspender la diversión, los viajes, los ascensos laborales y otros beneficios personales no la afectó porque “ya he vivido lo suficiente ese tipo de experiencias y hoy estoy satisfecha. Nunca tuve el miedo de ser madre ni pensé que todavía me faltaban cosas por hacer”.
LA GENERACIÓN Z Y LA MATERNIDAD SIN REMORDIMIENTOS
No obstante, aclara que ya decidió regresar en algún tiempo más a sus actividades laborales y personales, sin culpa y sin remordimientos por dividir su vida entre estas y su hija.
“Ser madre no está peleado, para mí, con seguir desarrollándome como mujer. Tendré ciertas restricciones en los primeros tres años de la vida de Camila, posteriormente continuaré de forma responsable siendo mujer y profesionista”, dice María José.
Por ahora, la joven disfruta del tiempo con su hija y de ninguna forma, señala, se arrepiente de quedarse con Camila un sábado por la noche en lugar de ir a una fiesta.
María José tenía tres trabajos. Por ahora labora en el área de ventas de una farmacéutica en la Ciudad de México dedicada a surtir medicamentos a los órganos de salud del gobierno de este país y lo hace desde su casa. Antes también se dedicaba a conseguir clientes, principalmente restaurantes, a una empresa que surte gas, y tenía un negocio de ropa en línea.
Explica que nunca fue una persona “despreocupada de la vida”, pero no tenía tantos miedos y tensiones como ahora que es madre. “Sin duda, tu pensamiento cambia como madre y te haces mucho más responsable”.
La chica piensa en cómo los padres de la generación anterior sobreprotegieron a sus hijos y posiblemente, reflexiona, los convirtieron en personas más vulnerables.
De madre latina y padre europeo, María José califica su crianza como “variada”. Tuvo reglas estrictas con su madre, quien le indicaba lo que no debía hacer, pero por el lado de su padre tuvo un pensamiento abierto en distintos temas, entre ellos, la decisión del aborto, el feminismo y la religión.
“PENSAMIENTOS EQUIVOCADOS” SOBRE LAS MADRES SOLTERAS
Hoy la chica piensa en inculcarle a su hija el respeto a los demás, la comunicación entre ambas y, sobre todo, indica, enseñarle el valor que tiene como ser humano sin importar ningún tipo de ideología, raza, orientación sexual o religión.
“Yo la respetaré siempre. Su padre es una persona machista que quiso condicionarme a que si era niño naciera en Bilbao, España, para que jugara futbol en el Atlético de Bilbao”. Ante ello, fue contundente al decirle en aquel momento a su entonces pareja que si su hija o incluso hijo quería practicar ballet y no futbol con mucho gusto lo impulsaría, y eso no estaba a discusión.
En algunos momentos se cree sobreprotectora con Camila, pero después medita y sabe que su hija debe experimentar caídas, tropiezos, malas experiencias para su propio aprendizaje. “Confío en mi instinto y trabajo en no ser tan intensa para no crearle miedos o inseguridades y después por ello termine alejándose de mí”.
María José es ahora una madre soltera a quien no le preocupa que la señalen por ello ni la afecta no tener el respaldo de una pareja, porque esos son “pensamientos equivocados” de generaciones anteriores. Lo principal para la joven es que a su pequeña hija no le falte educación, alimentación y recreación para crecer en un ambiente sano. En cuanto a la escuela, María José asegura que optará por inscribir a Camila en una institución privada, pero no religiosa, ya que, aunque ella es católica, prefiere que sea su hija quien decida en qué creer.
DIANA NO TEME AL DESARROLLO COMO MUJER
Diana tiene 24 años y es madre de tiempo completo; sin embargo, cuenta que tiene un pasatiempo que al mismo tiempo es un negocio: vender paninis y galletas a una cafetería. Ello no interfiere a la hora de maternar porque la preparación y entrega de sus productos se realizan antes de las 8 de la mañana, cuando su pequeña aún duerme.
La joven se casó a los 18 años, pero ni ella ni su esposo estaban apresurados en ser padres, por ello apenas hace un año cuatro meses nació su bebé.
Diana dice que sabe perfectamente que no “encaja” con los estándares de la generación Z, la cual rehúye a la maternidad en la mayoría de los casos porque quieren dedicarse a la diversión y a desarrollarse laboralmente. “Sí me costó el cambio, sí sacrificas parte de tu vida. Soy joven y veo a mis amigas que están en cosas completamente diferentes, pero me fascina ser mamá porque tengo mucha energía para criar a mi bebé”, comenta a este medio.
No obstante, Diana no ha dejado del todo su vida personal; aunque no gusta de ir a fiestas constantemente, no le pesa y de vez cuando se organiza y puede asistir a alguna.
El ejercicio también es parte fundamental de sus actividades, pero no se atrevía, comenta, a retomarlo porque pensaba que su hija era muy chiquita para dejarla al cuidado de alguien más. No obstante, tras una buena organización ahora lo hace y sin culpas.
LA MATERNIDAD NO IMPIDE A LA GENERACIÓN Z REALIZARSE COMO MADRES
“Mamá feliz, bebé feliz”, dice Diana después de aceptar que le costó mucho manejar “la cruda de madre”, es decir, el sentir miedo o culpa por querer realizar actividades que eran parte de su vida antes de ser madre.
Ahora, tras trabajar en la idea de que no es malo ser mamá y mujer al mismo tiempo, dedica tiempo y espacio a sus actividades personales para poder estar satisfecha y atender a su hija. La chica comenta que, en cuanto a la crianza, su lema es y será: “En una mano la libertad y en otra la responsabilidad”. Ella le hará saber a su hija que puede tomar sus decisiones llegado el momento, pero que en todas habrá una consecuencia buena o mala.
“Sí soltarla para que conozca, pero también pondré reglas y límites en su vida diaria”, añade. Sobre los conocimientos sobre sexualidad, la orientación de género, el feminismo y la religión, considera que hablará ampliamente con ella, a comparación de sus padres y abuelos, que convirtieron en “tabúes” estos temas importantes en el desarrollo de los jóvenes de la generación Z.
La joven madre añade que ella y su esposo hablaron ampliamente de lo que no les gustaba de la crianza que les dieron sus padres con el objetivo de coincidir en un nuevo modelo de maternidad y paternidad que también incluyera lo que sí les gustó de sus progenitores.
Diana asegura que lo indispensable como madre y esposa es el diálogo y los acuerdos para que la crianza sea responsable y sana.
A ALEXA LE PESÓ PAUSAR SU DESARROLLO PROFESIONAL
Alexa de la Luz Cano tiene 28 años, vive en Veracruz, México, es licenciada en química industrial y es madre de un bebé de cinco meses. Tras el nacimiento de su hijo, Alexa solo trabajó dos meses y tuvo que renunciar porque el pequeño no se adaptaba a los cuidados de nadie que no fuera ella.
La joven madre no tiene temor al aceptar que le pesa no haber podido mantener su trabajo y ser madre al mismo tiempo. “Ha sido una experiencia muy dura porque mi trabajo es algo que construí para mí. Amo la maternidad, pero no hubo manera de tener las dos cosas. Sé que es un bien para mi bebé pese a las mil emociones que yo pueda sentir tras la renuncia laboral”.
Ella siempre afirmó que sería la “tía soltera” que consentiría a los sobrinos y cuidaría de ellos de vez en cuando. Lo pensó porque asegura es un pensamiento de la generación Z y como parte de esta solo quería libertad, sin ataduras o responsabilidades extras a su persona.
Hoy que es madre lo ve como una nueva experiencia y asegura que la mayoría de la generación Z no solo no quiere tener hijos, sino que tampoco se considera capaz de hacerlo bien. “Muchos prefieren tener mascotas, no está mal, evitan lo demandante que es el cuidado de un ser humano y su formación”, explica.
La joven fue cuestionada por ser madre. Cuenta que le dijeron que su vida había terminado; empero, su mamá le inculcó la idea de que tener un hijo no significa estancarse.
LA MATERNIDAD REVIERTE GRAN RELEVANCIA PARA LA GENERACIÓN Z
En un par de años más Alexa planea disfrutar su vida de soltera, retomar la profesional e incluso tener en algún momento una pareja, sin dejar de desatender su maternidad. En cuanto a la educación y crianza de su hijo, Alexa dice que no piensa repetir la que ella tuvo porque “fue demasiado estricta”.
“Me enseñaron a que yo no podía llorar y si lo hacía estaba mal. Sin embargo, soy de la generación de cristal y me caracterizo por llorar, por expresarme, por decir lo que me afecta”.
La joven es contundente al confirmar que no quiere que su bebé pertenezca a una “segunda generación de cristal”, pero sí que tenga valores, principios y que exprese sus sentimientos y no se reprima.
El apego tampoco es una opción para Alexa, pues quiere ser cercana a su hijo, hablar de distintos temas sin juzgar o reprimir y que se desenvuelva sin estar todo el tiempo pegado a su madre.
Las mujeres de la generación Z que decidieron tener hijos están decididas a ser un referente para las generaciones anteriores y posteriores. Buscan crear seres humanos fuertes, auténticos y resilientes. N