La política es ejercicio de la persona, de la sociedad, es el área de los ciudadanos, los que están en la “Polis”. Por ningún motivo es patrimonio de la mayoría votada en las elecciones. La política es un patrimonio de todas y todos, es la acción de Mujeres y Hombres de buena voluntad que dialogan para lograr consensos. “La clase política” son gobernantes y líderes que viven de la hacienda pública, una construcción de la colectividad. El 2 de junio de 2024 dio un resultado mediático de regreso al pasado, la tiranía de la mayoría, “regla de oro” nada democrática, esta regla cancela las voces de minorías. La democracia es el conjunto de minorías en discusión por las mejores soluciones a los problemas nacionales, lugar donde está la primera minoría, la que tiene más votos.
Sin duda, los más votados de las últimas pasadas elecciones obtuvieron 36 millones de sufragios, números cerrados, somos una nación de más de 130 millones, es decir, la primera minoría es el 27% y, de la lista electoral el 36%, son la primera minoría. La izquierda académica sabe que el despotismo es un concepto que no se lleva con Marx, Lenin, Engels… “la dictadura del proletariado” es un proceso histórico de 1847. En 2024 “ya llovió” dice la voz popular, el burgués no es el emprendedor, ni siquiera el capital…, se explota por vía de las tasas impositivas. Las circunstancias del siglo 19 al 21 son totalmente distintas. Marx en su reflexión “El Capital” es la fotografía de mediados del siglo 19, como fotografía se detuvo en el tiempo, representa el “ahora ya no”, es una provocación disruptiva de la economía.
En ese chistoso discurso de la “izquierda” triunfadora surgen muchas narrativas. “El mandato del pueblo”, un pueblo que NO VOTÓ, quien votó fue la ciudadanía. Un triunfo inobjetable, sin duda, pero no les dio una franquicia para “hacer y deshacer México”. Les dio la confianza para conducir el Estado Democrático de Derecho, es decir, la legalidad para mejorar las instituciones nacionales, único patrimonio de la sociedad, de manera que todo lo que se hace contra las instituciones daña ese patrimonio.
Un pensamiento en contra de la realidad se esfuma en falacias y fantasías. La realidad es un intercambio, de inicio entre sujetos y objetos, en cada instante los intercambios señalan rutas en todas las actividades humanas. El basureo de la tribuna de alborada palaciega de: neoliberales, derecha, conservadores, fifís, aspiracionistas… es un despropósito democrático, pues en todo caso son adversarios políticos, es decir, riqueza de la democracia, muestra de diversidad y pluralidad.
Las acciones en contra de la justicia están convirtiendo un formato mediante el cual se despoja a la población de un derecho constitucional incontrovertible. Las y los mexicanos nos aprestamos a una vida compartida sin justicia, la mayoría despótica se aprovecha sin miramientos en una narrativa sin argumentos, con interpretaciones a modo.
La ciudadanía está viendo acotada la defensa de sus derechos. Los “políticos de nómina” escuchan una sola voz. Increíble pues ellos fueron los que impulsaron la defensa de los derechos en contra del autoritarismo, del monopartidismo, y la voz presidencial como única fuente de razón. “El pueblo” que tanto cacarean pasa a segundo término, les luce en los discursos, pero en la realidad solo los hace más y más precarios; veámoslo en los ámbitos de la salud, la educación, la seguridad pública…, ni la enseñanza, ni “abrazos no balazos”, ni “salud mejor que Dinamarca, ni mega farmacia” … han sido soluciones.
Aprendimos de Rousseau, que la soberanía reside en “el pueblo”, pero no entienden que la realidad está constituida por poderes que son contrapeso unos de los otros, es decir, la soberanía es la Nación donde caben todas las minorías. La herencia colectiva de Ulpiano, “la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho”. Ha quedado en letra muerta, pues se interpreta la justicia solo para una mayoría no ganada en las urnas. En efecto, si judicaturas, ministerios, magistraturas, no impulsan “lo que a cada una y uno corresponde en DERECHO”, la justicia desaparece en beneficio de unos pocos, del 27% de las y los mexicanos. Se requiere una reforma para actualizar la cartografía de la impartición de la justicia, ¡SÍ!, para mejorarla, para adecuarla a las nuevas realidades. Nunca para ponerla al servicio de una ideología. Los eternos conflictos se deben resolver con agilidad e independencia. Sin justicia no hay paz, no hay economía, ni crecimiento, ni desarrollo, ni cultura…
Nos hemos dejado embabucar con narrativas como el “perdón del pueblo español a México”, un absurdo político, diplomático, ignorancia histórica… Tan irracional como pedirle al secretario de Seguridad Nacional que pida perdón por las masacres del 1968 que tuvo en escena a su abuelo.