No hace falta ser mago para vislumbrar qué nos deparará este sexenio de la flamante presidenta, ya que estamos en un régimen presidencial consolidado, donde la personalidad de Claudia permea en el desarrollo de su sexenio. Conociendo su perfil —preparada, pero con ideas anticuadas (comunistas), gestadas desde su infancia (sus padres participaron activamente en movimientos izquierdistas en la década de los 60 y, claro, en el 68)—, Claudia es una admiradora de los regímenes y líderes comunistas como Castro y Putin, aunque posee una dosis de pragmatismo que le permite adaptarse a las realidades.
Su sexenio, desde el punto de vista funcional, se perfila como esquizofrénico. Por un lado, están las ideas caducas de corte comunista: la soberanía del Estado, el Estado como motor del desarrollo económico, asistencialista y tiránico; y por otro, el diálogo con la IP (Iniciativa Privada), los inversionistas, el desarrollo de energías limpias, y los planes de trabajo conjuntos para impulsar el desarrollo en áreas clave como carreteras, energía y seguridad. Esta última deja atrás el fallido “abrazos, no balazos”. El régimen de Claudia ha mostrado dos caras: la de ideas obsoletas y tiránicas, alejadas de la realidad (como la intención de desaparecer el poder judicial o de prestar dinero a Cuba); y la otra, moderna, abierta a negociaciones con inversionistas, tanto nacionales como extranjeros, y comprometida en fortalecer las relaciones con nuestros socios principales, EE.UU. y Canadá.
Intentando ser optimista, existen diversos escenarios —algunos muy oscuros— ante esta “esquizofrenia”. Hasta cierto punto, las ideas comunistas y otros defectos de Claudia son meras ideas que, aunque la limitan, ahí se quedan en su mayoría. En cambio, la otra cara, enfocada en desarrollar al país, fomentar la inversión, y reconocer que el país opera en un mapa geopolítico globalizado, finalmente prevalecerá. Además, las elecciones en EE.UU., reñidas y de pronóstico reservado, presionarán aún más. Gane quien gane, es claro que los estadounidenses demandarán certeza jurídica, acciones contra los cárteles y contención de la migración en el sur del país.
Otra gran fuerza con la que Claudia eventualmente chocará será el equipo de su antecesor, AMLO. Es claro que Claudia ejercerá el poder con un perfil distinto al del “Peje” y, por ende, formará su propio equipo de confianza, como ya lo está haciendo en el ámbito de seguridad con Omar García Harfuch. Su forma de gobernar es firme y en equipo, a diferencia de AMLO, quien operaba en solitario, relegando a los demás a un papel decorativo.
En resumen, Claudia ya ha dado señales de lo que será su sexenio. Ejercerá el poder, creará su equipo de gente leal, eliminará gradualmente a la gente de AMLO y, eventualmente, si es necesario, lo mandará de verdad “a la Chingada”. Esperemos que, a pesar de sus ideas arraigadas, sea pragmática y reaccione con sentido común ante los retos que enfrenta el país. Ya ha dado señales de que sí, pero veremos. Por lo pronto, no nos sorprendamos de sus contradicciones. N