La belleza y biodiversidad de sus aguas le han valido el sobrenombre de las “Galápagos del Norte”. Esta región del Pacífico en el oeste de Canadá, también conocida como el Gran Mar del Oso, sueña ahora con servir de modelo para otras áreas marinas protegidas en el mundo.
Tras años de consultas populares, esta zona de unos 133,000 kilómetros cuadrados (más que el tamaño de Nicaragua) y ubicada a 150 kilómetros de la costa de la isla de Vancouver, se convirtió en julio en el área marina protegida (MPA, por su sigla en inglés) más grande del país. Y en un alivio a las poblaciones indígenas locales.
Con la medida, ahora Canadá busca ser pionero en un nuevo modelo de protección integral de las poblaciones marinas contra actividades nocivas en una gran extensión del océano. Pero detrás del paisaje de ensueño de esta región, la realidad es más sombría: la contaminación, la pesca industrial y el cambio climático ya han alterado el ecosistema.
Los científicos calculan, por ejemplo, que la ola de calor que azotó la Columbia Británica en 2021 acabó con 1,000 millones de organismos marinos intermareales (especies que viven en el espacio costero que queda al descubierto cuando baja la marea).
Salmones, ballenas, osos, lobos, así como bosques de algas y cedros milenarios…en total, la reserva marina alberga más de 64 especies de peces, 70 de aves marinas, 30 de mamíferos marinos y 52 de invertebrados como moluscos, erizos de mar y pulpos, entre otras especies.
“Este es uno de los ecosistemas más ricos y productivos del mundo”, afirma Christine Smith-Martin, directora de la organización que agrupa a las primeras naciones que se asentaron en la costa oeste de América del Norte.
El acuerdo para conservar esta vasta zona firmado por una quincena de Primeras Naciones de la costa del Pacífico, el Gobierno canadiense y el de la provincia de Columbia Británica, es un reconocimiento del delicado equilibrio entre la conservación de los ecosistemas y las necesidades de los pueblos indígenas.
GALÁPAGOS DEL NORTE, UN LOGRO DE CANADÁ
“Recientemente, ha habido años en los que hemos tenido que cerrar la pesca a nuestra propia gente”, apunta Danielle Shaw, indígena líder de la nación wuikinuxv, una de las comunidades autóctonas de la región.
La pesca es fundamental para muchos de estos pueblos que “no han podido llenar sus estanterías y congeladores para el invierno”, añade. Los pobladores de estas zonas remotas “cuentan con el territorio para alimentarse todo el año”.
“La esperanza es que, a largo plazo, un ecosistema más fuerte signifique más alimento para los humanos y una economía más fuerte”, explica Shaw.
Pero también es una meta para Canadá, el país con más costa del mundo, que busca llegar a declarar zona protegida 30 por ciento de sus tierras y aguas oceánicas de aquí a 2030.
Este ambicioso compromiso, asumido a finales de 2022 por los países participantes en la COP15, en Montreal, será motivo de debates de seguimiento en la Convención de Naciones Unidas sobre la diversidad biológica que comienza el 21 octubre en Cali, Colombia.
Según biólogos marinos, las zonas protegidas son claves para ayudar a las especies a restablecerse, pero también para permitirles mejorar su diversidad genética, una forma esencial de adaptarse al cambio climático. Los expertos también creen que esta inmensa área del oeste canadiense que funciona como una red de zonas protegidas se beneficiará de múltiples ventajas acumulativas.
En esta área marina protegida, ahora están prohibidas las actividades petroleras y gasíferas, la explotación minera y la pesca de arrastre o de draga, que arruina los corales y los fondos marinos.
“EL ÁREA MARINA ES UN GRAN AVANCE Y POR ESO SOY OPTIMISTA”
Sin embargo, le aguardan grandes retos al ver cómo se intensifica el tráfico marítimo, con los puertos del norte cada vez más solicitados para la exportación de aglomerados de madera, y que pronto verán aumentar los envíos de gas natural licuado.
“Es deplorable ver a qué punto la degradación de nuestro medioambiente ha sido brutal”, señala Bo Owaldi, una joven de la comunidad wuikinuxv y guardiana de la zona.
Considerados como los “ojos y oídos” del mar, estos vigilantes han sido comprometidos por sus naciones para actuar como protectores, administradores y guardianes del océano. “El área marina es un gran avance y por eso soy optimista”, agrega.
Ellos también tienen la responsabilidad de participar en todo tipo de investigaciones para estudiar y contabilizar las poblaciones de peces, cangrejos y de otras especies en el área.
“Las zonas marinas protegidas son una de las herramientas más potentes que podemos utilizar para proteger la biodiversidad en los océanos. Y lo que tranquiliza aquí es el esfuerzo de todos” y ver “que la financiación se ha asignado a largo plazo”, dice Kate MacMillan, de la organización Wilderness Society de British Columbia.
“Tenemos que unirnos y luchar por la tierra, el agua y los recursos (naturales), no tenemos más opción”, indica Bo Owadi, antes de volver al mar. N
(Con información de AFP)