La palabra política tiene un significado importante y esperanzador. La hemos dejado deteriorarse aceptando corrupción e inmoralidades, entre otras barbaridades. Y es triste porque es una actividad salvífica de la vida compartida. Política, por un lado, es “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”; también acoge pretensiones, “Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”; asimismo acoge a la sociedad, “Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo”; desde luego contiene rango moral, “Cortesía y buen modo de portarse”. La palabra político, se refiere a “Persona que se dedica a la política, especialmente a la que interviene en el gobierno de un Estado”. (Diccionario RAE).
Sin duda, hemos sido culpables del deterioró del significado en todos los ámbitos y factores. Aún no me explico la razón por la cual al ejercer la política las personas se adhieren a los escándalos. Me he explicado su amor a la corrupción, aunque siempre sus discursos enuncian una lucha contra la deshonra del orden público, parece como un escudo que nubla la crítica y ciega a las personas. Escándalo y corrupción han sido factores de erosión de la confianza en los políticos, pero más lamentable en las instituciones que representan. La voz de la alborada cotidiana dice, “si tienen pruebas que las presenten…” y no le da rubor. Prueba: Ignacio Ovalle, Segalmex.
El ejercicio de la política ha sufrido también deterioro funcional, ha perdido su ejercicio evangélico, caminar los pueblos para atenderlos. Los políticos se han desconectado del pueblo, palabra que tan bonito pronuncian en sus narrativas y discursos. Pero lo grave es que la desconexión abarca necesidades y preocupaciones ciudadanas. Por otro lado, las ocurrencias “geniales” de esos políticos solo muestran políticas públicas que NO manifiestan la captación de la demanda popular. Prueba: las obras faraónicas sin transparencia “por seguridad nacional”.
El mundo mediático es eje “del mundo de la vida”, los políticos lo saben, los medios de comunicación influyen mucho en sus imágenes, mercadotecnias, fama, popularidad… de la percepción que la comunidad tenga de los personajes y personajas de la política; es un bumerang, lo mismo que les sirve en las campañas electorales en las que les sobra dinero, les ataca en sus puntos oscuros, vicios, ambiciones. Sin los medios no son nada. Prueba: la veremos al término del formato de “la mañanera”.
La narrativa en el debate entre políticos y de estos con cualquier persona cada día es más agresiva, imperativa, impositiva…, entre más gritan más silencios obtienen de regreso, esa polarización entre lideres y gobernados es una manera de mostrar la crisis que se vive de orden ético y moral, cultural y experiencial, amor e intereses pecuniarios. Los enfrentamientos son “a dos de tres caídas” por el control de las haciendas públicas, NO por el bien de la colectividad o la justicia. Prueba: la judicatura “de facto” desde el “salón Tesorería” del Alcázar nacional.
La desilusión es un tsunami, luego de la pasión de las elecciones y la acción del Estado en favor de una y en contra de todos se asoma la realidad: promesas no satisfechas. “respetaré la división de poderes…, no enviaré Ni palomas mensajeras, ni halcones amenazantes”. Ello juega también un papel estelar en el desaliento de ciudadanía.
La política es, sin duda, una de las actividades humanas más noble, más esencial de la vida compartida. Para Sócrates es la ruta de una sociedad justa y virtuosa. Demanda conocimiento y sabiduría; una autoridad ilustrada y justa. Esa autoridad es crisol de las decisiones que benefician o perjudican al “pueblo”. Otra reflexión socrática es que la política no es tema de gobernantes sino de ciudadanía, de personas. Esa mayoría son los auténticos políticos. Para Michel Foucault, la “gubernamentalidad” como el uso de técnicas y estrategias adecuadas en las decisiones; que el poder se ejerza mediante la ley y la soberanía, esencialmente por la gestión de vida y salud de la población. La política no es dominación, se trata de la capacidad de los individuos para transformarse a sí mismos y a las relaciones con los demás, la “Otredad” como eje de la convivencia, en la que ese “Otro” te distingue, te permite existir frente a los demás.
No menos importante es reflexionar sobre su idea de la “parresía” o “decir la verdad”. Punto clave para dar armonía a la existencia social y los medios de comunicación, generar una relación ética con uno mismo y con los otros, una resistencia política. No nos hemos atrevido a exigir que los gobernantes y líderes hablen mediante verdades, arengar con franqueza, para hacerse cargo de sus dichos.
Debemos construir la sociedad mexicana del siglo XXI con exigencia, verdades y diálogo.