Del latín “impunitas”, significa libertad absoluta. De “Impunis”, adjetivo que simboliza sin castigo; del prefijo negativo “in” y “punire”, imponer una pena: imposibilidad de sancionarse. Una forma de escapar de la justicia. La impunidad engendra una actitud de soberbia pues no tiene consecuencias, de esa manera procrea una cultura de violencia y falta de ley, entonces corrupción y violencia “son la neta”, la ley sí es la ley, la ley del YO, el impune. Es un tema importante en política y justicia pues existe una evasión de sanciones por comportamientos fuera de la norma jurídica, moral, ética, por parte de quienes han cometido quebrantamientos.
Se presenta una falta de responsabilidad en las encomiendas, los comportamientos, las facultades legales adjunto a la falta de castigo por transgresión. La impunidad es crisol de la inmoralidad. Hannah Arendt analiza “el concepto de justicia y su relación con la legitimidad”, el tema es cómo actuar con prudencia para construir la justicia. Platón lo plantea en su pedagogía dialógica con la narrativa del “anillo de Giges”, en su libro La República. Reflexiona los términos de moral y justicia. Un pastor al encontrar el anillo y colocarlo en su dedo se hace invisible, hecho que lo faculta para cometer delitos sin penalidad. Si la invisibilidad nos acompaña ¿aplicaríamos la justicia, lucharíamos contra la corrupción? Veámoslo así, la naturaleza humana que nos acompaña puede hacer el bien hasta que puede hacer el mal, siempre y cuando su invisibilidad los haga impune. En este ejemplo aparece la ética y, sobre todo, el servicio que presta a la vida compartida. La posmodernidad acentúa el mal comportamiento y la irresponsabilidad actual.
Lo acabamos de vivir en la página del día dos de junio, la jornada electoral más grande de la historia de México, 20,758 cargos de elección popular en disputa junto a la presidencia de México, la ciudadanía se esforzó al máximo para combatir las impunidades que intimidaron la convivencia democrática. El Estado mancilló el principio de legalidad y todo el aparato trabajó por una sola opción del menú de elegibles. Una lección de las elecciones es, la democracia no funciona sin ética. La autoridad, toda, debe asumir la imparcialidad como su “cruz y su rosario”, metáfora que se traduce en el principio de legalidad que dice que la autoridad puede hacer SOLO lo que la ley le designa, puede hacer sí, siempre y cuando no. Otra lección de las elecciones es: ni autoridades, ni ciudadanía, ni candidaturas poseen la toga de impunidad.
Las elecciones ponen en relieve la ética para lograr la satisfacción colectiva. El carácter de la ciudadanía se empodera para decidir. Nos centramos en las discusiones que provocó “La mañanera”, por todas partes discutimos lo que nos ordenó. Ese foro habitual cuesta mucho al pueblo mexicano que paga impuestos. Con ello nos desatendimos de la impunidad en los demás niveles, es decir, ¿cómo afectó la impunidad en los otros niveles de gobierno?, ¿cómo actuaron políticos y candidatos, gobernantes y gobernados? Lo dejamos pasar, todo el debate y desgaste fue contra el inquilino del palacio nacional. Y, ¿la impunidad a nivel subnacional? ¿Qué dejamos hacer a los pequeños caciques?
Los tentáculos de la impunidad: violencia, inseguridad, afectación de los derechos humanos…, se unen con los conflictos locales, regionales, ejidales…, y sus expresiones críticas. Las narrativas de impulso nacional como los abrazos sustitutos de los balazos violentan las regiones de la nación, se reaviven y empeoran conflictos político-sociales. En esas zonas se extiende la impunidad. Esa es la razón por la que estamos en los primeros lugares de las condiciones estructurales de impunidad que a destruido la vida pública, no la ha transformado, ¡claro que no! Pruebas: el deterioro de la justicia y el pésimo sistema de seguridad pública. En esos escenarios se han destruido los impulsos jurídicos, morales y éticos de los Derechos Humanos.
Se asume la indicación del juego “lo que hace la mano hace la cola”, la impunidad la comandan autoridades federales, pero su efecto de látigo impacta en los espacios subnacionales de manera similar y en ocasiones peores, se centuplica, se refleja en todas la formas de inseguridad y violencia.
El caso emblemático de impunidad que conculcó la “ética cordial” de la vida pública, que no quedará en “el basurero de la historia” es SEGALMEX. En la diaria e improvisada sala de juicio oral nacional, en que la misma voz corresponde al ministerio público, asesor jurídico, defensor público… y juez que sentenció: toda vez que “¡el director… fue engañado por viejos priistas!”, revisadas carpetas de investigación, escuchado a las partes, el inculpado queda EXONERADO; le pongo “el anillo de Giges”, en virtud que Nachito Ovalle se licenció en impunidad con Luis Echeverría y se doctoró con esta administración, le doy el reconocimiento adicional: “Summa cum laude”.