DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS
En el artículo anterior nos referimos a la publicación de Tim Golden sobre el presunto financiamiento que dieron los capos del narco a la campaña de López Obrador para la presidencia de la república en 2006. El artículo de Golden levantó ámpula y de este surgieron los hashtags de #Narcopresidente, #Narcocandidata, #Narcopartido.
Ni el saludo de AMLO en 2020 a doña Consuelo Loera (q. e. p. d.), madre del Chapo Guzmán, ni las múltiples visitas a Badiraguato del presidente de la república levantarán tanto revuelo. Si reflexionamos, el hecho de que el presidente descendiera de su camioneta a saludar a la mamá del Chapo tiene varias lecturas. La primera es que debe haber una enorme deferencia del presidente hacia la familia Guzmán Loera, quizá la relación entre ellos sea añeja.
La segunda es que los cárteles hacen apuestas políticas al apoyar a los candidatos para cobrar el apoyo en favores cuando hayan triunfado. En este orden de ideas, los argumentos de Golden quizá no sean tan descabellados.
La tercera reflexión es: ¿Por que las múltiples muestras de la inclinación del presidente López Obrador hacia los grupos criminales y el narco no levantaron antes la ira ciudadana?
EL EJÉRCITO NO PUEDE ENFRENTAR AL NARCO POR ORDEN DE LÓPEZ OBRADOR
El trato a los delincuentes, por parte de AMLO, ha sido de una tolerancia extrema. López Obrador comenzó por prohibirle al Ejército enfrentar en combate al narco. Fuimos testigos en las redes de cómo, en una carretera de Nueva Italia, en Michoacán, los militares huían a escape con un grupo de sicarios pisándoles los talones. Tan solo este hecho debió levantar la indignación de los ciudadanos y de los militares que se vieron humillados. Luego, también en Michoacán, vimos cómo otro grupo secuestraba a los militares y les quitaban hasta las armas.
Siguieron después evidencias de que los favoritos en el ánimo presidencial no son los ciudadanos, sino los hampones. Para comenzar, el presidente dijo que los grupos criminales son parte del pueblo y que merecen nuestro respeto. Es cierto que son parte del pueblo, pero de cuando acá la parte del pueblo que despoja, agrede, arrebata y asesina merece respeto.
En 2022 dijo el presidente: “También cuidamos a los integrantes de las bandas. Son seres humanos”. Y el pueblo se pregunta en las entrevistas: ¿y a nosotros quién nos cuida de las bandas criminales?
El presidente ha felicitado a los criminales porque, según él, en 2021, en los días de la votación no intervinieron en las elecciones. Sin embargo, la realidad se estrella en nuestro rostro y lo corrige. El lunes 26 de febrero, en Maravatío, Michoacán, mataron al candidato de Morena a la alcaldía del municipio, Miguel Ángel Zavala. Dos horas después asesinaron a Armando Pérez Luna, el candidato del PAN a la misma alcaldía. Ni siquiera el candidato del partido del presidente de la república conservó la vida.
EL MENSAJE DE LA DELINCUENCIA ES CLARO Y SE ESCUCHA
Eso desnuda la intervención del hampa en la elección. En Maravatío no hay nadie preso; y naturalmente, quien sea elegido como alcalde estará sometido a los intereses de los cárteles, y su vida estará de por medio. El mensaje se escuchó.
Es muy probable que en algunas de las campañas políticas haya dinero de grupos al margen de la ley para ganar favores políticos, pero gracias a una aprobación tácita desde la presidencia, ahora la elección se controla asesinando candidatos.
La figura presidencial es una guía para la población. Respetar las reglas del juego es una norma fundamental para celebrar una justa deportiva, pero si el presidente dice que las reglas son irrelevantes, el juego deja de ser una justa deportiva y se convierte en batalla campal. Así, al final, todos salen perdiendo. Las encuestas han sido sensibles a la situación. Hoy día más de 70 por ciento desaprueba el manejo de la seguridad.
Los apoyos sociales le han garantizado una rebanada de aprobación al presidente, pero la indignación crece. El catálogo de crímenes como narcotráfico, robo a transportistas, extorsión, derecho de piso, trafico de personas y robo de combustible —mejor conocido como huachicol— han crecido en las estadísticas de este sexenio mucho más que en los anteriores.
LOS ABRAZOS DE LÓPEZ OBRADOR NOS DEJAN ENDEBLES FRENTE AL NARCO
En diciembre pasado, un grupo de campesinos mató a un grupo de sicarios del cártel de la Familia Michoacana, en Texcapilla, Estado de México. La causa fue que los cobros por extorsión resultaban impagables. Los miembros del cártel, en respuesta a la masacre, secuestraron a 14 integrantes del pueblo, demandando que les entregaran a los responsables del ataque. La gobernadora Delfina Gómez dijo que los pobladores estaban “desaparecidos”, no secuestrados. Un gobernador respetable hubiera solicitado refuerzos al gobierno federal para blindar Texcapilla y eliminar al grupo criminal que extorsiona la zona. Pero la gobernadora, en lugar de hacer su trabajo, le restó importancia al problema diciendo: “¡No es un secuestro! Solo están desaparecidos”.
El gobierno tiene información de privilegio. Sabe dónde están y cómo operan los criminales. Esto se evidenció con las declaraciones de Celso Ortega, líder de Los Ardillos, quien se reunió con la alcaldesa morenista de Michoacán, Norma Otilia Hernández. Sabemos de esta reunión por fotos de esta se colaron a las redes. El líder Ardillo declaró a Latinus que la alcaldesa le vendió la operación en el rastro municipal de Chilpancingo, Guerrero. Si esto es cierto la extorsión al pueblo trabajador de Chilpancingo está administrada por la alcaldesa.
Esto podría extenderse a los campesinos en el Estado de México; posiblemente por ello, el secuestro de los 14 tecapillanos ha quedado impune.
“Abrazos, no balazos” es una frase infame para los campesinos de Texcapilla, pues en la campaña fueron privilegiados, en el discurso, con aquello de “primero los pobres”, y lo que acabaron por recibir es la injusticia de un gobierno que permite que los extorsionen, los secuestren y los maten.
VAGÓN DE CABÚS
El arranque de las campañas para la elección tuvo un lapsus de franqueza involuntaria. En medio de su discurso, la doctora Claudia Sheinbaum cayó en un tropiezo verbal al decir: “Que siga la corrup” para corregir: “Que siga la transformación o que regrese la corrupción”. De seguro doña Delfina y doña Otilia se sintieron reconfortadas con el trastabilleo discursivo. N
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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.