El gran éxito comercial del arte del pintor italiano Amedeo Modigliani (1884-1920) se debe en gran parte a su primer marchante, el francés Paul Guillaume, una relación que es analizada por primera vez en una exposición que se abre este miércoles 20 de septiembre en París.
“Casi un siglo después de que ambos hombres se conocieran en 1914, esta exposición repasa uno de los momentos más emblemáticos de la vida de Amedeo Modigliani, cuando Paul Guillaume se convirtió en su marchante. Explorará cómo los vínculos entre los dos personajes pueden arrojar luz sobre la carrera del artista”, indica en un comunicado el museo de l’Orangerie.
Modigliani es “uno de las artistas más vendidos en el mercado del arte”, explica Cécile Girardeau, conservadora del museo de l’Orangerie, donde la exposición permanecerá abierta hasta el 15 de enero de 2024. Ese éxito se debe a que es uno de los pintores más reconocibles y populares de las vanguardias del primer tercio del siglo XX en Europa.
MODIGLIANI Y SU ENCUENTRO CON EL ARTE DE LA ESCULTURA
A su llegada a París en 1906, Modigliani, artista judío de origen italiano, era pintor. Su encuentro con Constantin Brancusi, escultor de origen rumano, en 1909, supuso una revelación para él, por lo que se inició en la escultura y se dedicó casi exclusivamente a ella hasta 1914. Su ruptura con esta práctica fue tan repentina como total. Desde 1914 hasta su muerte en 1920, retomó la pintura y realizó numerosos cuadros dedicados principalmente a la figura humana.
Es precisamente esta práctica de la pintura la que constituye la esencia de la relación entre el artista y el marchante. Paul Guillaume lo animó, le alquiló un estudio en Montmartre y dio a conocer sus cuadros en los círculos artísticos y literarios parisinos. Él compró, vendió y coleccionó sus obras.
Fue a través del poeta Max Jacob (1876-1944) como el joven galerista y coleccionista Paul Guillaume descubrió a Modigliani en 1914. Entonces se convirtió probablemente en su marchante, como se desprende de la correspondencia entre Paul Guillaume y su mentor, el poeta y crítico de arte Guillaume Apollinaire (1880-1918), que estaba en el frente.
Fue en este contexto parisino donde Modigliani inmortalizó a su galerista en una serie de retratos pintados y dibujados cuya fama no ha declinado. Entre 1915 y 1916 realizó nada menos que cuatro. El primero de ellos, conservado en el Museo de la Orangerie, proclama la relación privilegiada entre el marchante y el artista.
AFINIDADES ARTÍSTICAS Y LITERARIAS
Guillaume, que entonces solo tenía veintitrés años, aparece representado con traje, guantes y corbata como un visionario piloto de vanguardia, coronando las palabras «Novo Pilota». Esta inscripción sugiere que el galerista despertaba entonces una gran esperanza en el pintor.
A través de sus relatos, Guillaume traza también el retrato de un Modigliani más íntimo con el que comparte afinidades artísticas y literarias. Su interés común por el arte africano es evidente. Ambos se sienten también atraídos por la literatura y la poesía. Guillaume recuerda que Modigliani “amaba y juzgaba la poesía, no a la manera fría e incompleta de un profesor universitario, sino con un alma de misterioso talento para las cosas sensibles y arriesgadas”.
Además de los cinco cuadros de Modigliani que se conservan actualmente en el Museo de la Orangerie, más de un centenar de pinturas, así como unos cincuenta dibujos y una decena de esculturas del artista habrían pasado por manos del marchante. Modigliani murió de una meningitis fulminante en enero de 1920. Su leyenda apenas empezaba en Estados Unidos, donde su obra pronto alcanzó precios considerables. N