Desde el año 2000, la Ciudad de México ha sido epicentro de 266 sismos, la mayoría de ellos imperceptibles para la población y se descarta un aumento; los que se han registrado en las últimas semanas están dentro de los límites esperados, de acuerdo con Luis Antonio Domínguez Ramírez, doctor del Instituto de Geofísica de la UNAM.
Al ser el epicentro, los sismos se sienten como un jalón o un empujón súbito como el que se percibió en distintas alcaldías −de magnitud 3−, originado en la alcaldía Magdalena Contreras el pasado 10 de mayo, provocando al menos 13 réplicas de menor intensidad.
La ciudad se encuentra ubicada en una región volcánico-tectónica que es propensa a producir sismos, pero en comparación con 2022, la cantidad de microsismos hasta la fecha se mantiene dentro de los límites esperados.
La UNAM detalló que los últimos microsismos se han sentido intensos debido a que “en los suelos blandos, el movimiento producido por un sismo es mayor”, a eso se suma la distancia al epicentro y la profundidad.
A partir de esta explicación, el sismo ocurrido el 10 de mayo en Magdalena Contreras fue percibido como muy intenso por algunos ciudadanos, “dada su proximidad al lugar de origen y su poca profundidad”.
No hay ninguna nueva falla geológica
Asimismo, el investigador negó que en la Ciudad de México haya una nueva falla geológica.
“Desde el terremoto del 19 de septiembre de 2017, con epicentro en Axochiapan, Morelos, y el terremoto del 19 de septiembre de 2022, con epicentro en Coalcomán, Michoacán, no se ha registrado la aparición de nuevas fallas”, dijo Domínguez Ramírez.
También descartó que el acelerado crecimiento inmobiliario en la capital tenga algo que ver con estos microsismos, aclarando que no es un factor contribuyente.
Entre las fallas geológicas que la capital del país registra está la Mixhuca, Santa Catarina, Xochimilco y Contreras, entre otras.
¿Probabilidades de un gran sismo?
De acuerdo con la UNAM, aunque las probabilidades de un sismo de gran magnitud con epicentro en la capital del país son bajas, no pueden descartarse. En 1912, en el municipio de Acambay, Estado de México, se produjo un sismo de magnitud 6.9 que causó la muerte de 140 personas y provocó graves daños estructurales en los edificios.
El sismo de 1912 fue similar a lo que ocurrió en Puebla en 2017. Ambos fueron terremotos intraplaca, que como su nombre indica, son aquellos que ocurren dentro de una placa tectónica. “Son muy raros, pero su capacidad de destrucción es devastadora”.
“No podemos descartar ese tipo de escenario en la Ciudad de México. El hecho de que la mayoría de los sismos que nos afectan provengan de la costa no significa que no pueda ocurrir uno de gran magnitud con epicentro aquí en la capital”, sostuvo el experto en modelación de propagación de ondas sísmicas, quien también pidió a la población no alarmarse.
Finalmente recordó que los microsismos no activan la alerta sísmica porque su magnitud es menor al umbral de 6, además que la alerta está diseñada para detectar sismos que ocurren en la región sísmica más activa del país: la zona de subducción de la Placa de Cocos y la Placa de Norteamérica, ubicada a lo largo de la costa de los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Puebla. N