Sara del Valle, Científica, y Líder de Proyecto, División de Análisis y Sistemas de Defensa A-1
LA JOVEN MATEMÁTICA EN LA PRIMERA LÍNEA DE DEFENSA DEL PAÍS.
Sara del Valle, Científica, y Líder de Proyecto, División de Análisis y Sistemas de Defensa A-1
Por Karla Ruiz
Imagina abrir tu aplicación del clima, pero que en lugar de encontrar información sobre las expectativas del pronóstico del viento, el sol o la lluvia, pudieras consultar cuál es la probabilidad de contagiarte de coronavirus, o de gripe, o incluso de viruela del mono, y con base en ello, decidir qué tipo de medidas preventivas tomarás. Parece una idea salida de una película de ciencia ficción, pero que en un futuro puede llegar a ser una realidad.
La Dra. Sara del Valle es una de las personas que trabaja diariamente para avanzar en esta y otras innovaciones relacionadas con la predicción y monitoreo de las epidemias. Mexicana –específicamente oriunda de Veracruz, en el sureste del país-, del Valle dedica sus días (y sus noches, a veces) a desarrollar modelos matemáticos computacionales que monitorean la propagación de enfermedades infecciosas.
Desde Los Alamos National Laboratory, uno de los bastiones de la investigación y desarrollo en seguridad nuclear, respuesta a emergencias, seguridad energética, manejo medioambiental y más temas de seguridad nacional en los Estados Unidos, cuenta cómo es su trabajo diario a través de una analogía: los videojuegos. “Imagínate un juego de video pero que en lugar de ser Minecraft, veas a los Estados Unidos. Tienes escuelas, hospitales, aeropuertos y una población de más de trescientos millones. Y entonces, a través, de simulaciones uno puede ver qué pasa si, por ejemplo, cerramos las escuelas, qué pasa si todas las personas están utilizando el cubrebocas, o qué pasa si los aeropuertos cierran.”
Es difícil imaginar un momento histórico más pertinente para la labor de la Dra. del Valle y su equipo. Desde finales de 2019, el mundo ha enfrentado una de las enfermedades más letales de los últimos tiempos: el SARS-CoV-2. Ella cuenta que las juntas para discutir el contagio de esta enfermedad empezaron en enero de 2020, antes de que cerrara todo y de que la gente se tomara en serio la situación. “Fue muy rápida la transición que nos hizo darnos cuenta que era algo que iba a cambiar el mundo y la historia.”
Una vez que notaron que los casos crecían exponencialmente, se percataron que iba a ser muy difícil el combatir y mitigar el impacto de la enfermedad. Más adelante, llegó una realización aún más importante: el virus estaba mutando. “Esto era un problema muy grande, porque [significaba que] no íbamos a tener solamente una ola sino muchas olas”, cuenta.
El peso de la responsabilidad de su trabajo es algo que la Dra. del Valle se tomó muy en serio. Su oficina se convirtió en una especie de “centro de comando” virtual que intentaba librar una guerra contra un enemigo invisible. “Trabajamos con el Centro de Control de Enfermedades (CDC), la Organización Mundial de la Salud, con la Casa Blanca. Todas las semanas teníamos diferentes tipos de juntas remotas con cientos de expertos de diferentes estados y países, y todo el mundo contribuía y aprendía”.
La pandemia de COVID-19 ha sido, y tal vez continúe siendo, el esfuerzo de colaboración científica más grande de la historia. La presencia del talento latino, pero en particular, de las mujeres en las áreas de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM), se ha hecho notar. La historia de Sara es ejemplo de ello.
Orígenes orgullosamente jarochos
¿Cómo es que una joven mexicana, cuyo conocimiento del idioma inglés se limitaba a contar del uno al diez terminó en uno de los centros de investigación más prestigiosos del mundo?
La Dra. del Valle recuerda su etapa de preparatoria –junior high– en México, cuando descubrió su pasión por el álgebra. “Tuve un profesor que tenía un doctorado en matemáticas, lo cual no es muy normal, los profesores normalmente tienen solamente una licenciatura. Tenía una pasión y un amor por las matemáticas, que contagiaba. Fue revolucionario para muchos estudiantes”.
A los 16 años de edad migró a los Estados Unidos, donde terminó la preparatoria en Passaic High School, New Jersey. Además de tomar clases intensivas para aprender el idioma, se decidió por la carrera de matemáticas aplicadas en el New Jersey Institute of Technology. Le fue tan bien, que sus maestros la motivaron para proseguir estudiando un posgrado. Así, continuó con una maestría (MsC) en matemáticas aplicadas en el New Jersey Institute of Technology y un doctorado (PhD) en matemáticas aplicadas y ciencias de la computación en la Universidad de Iowa.
Durante su último año de estudios en el New Jersey Institute of Technology, encontró una pasantía de investigación en el Instituto de Biología Teórica y Matemática (MTBI) de la Universidad de Cornell, con sede en Ithaca, Nueva York. Ahí fue donde descubrió las aplicaciones reales de las matemáticas, y donde la introdujeron al mundo de la epidemiología.
“La razón por la que decidí ir a Cornell fue porque el director de MTBI, Carlos Castillo Chávez, era Mexicano”, narra. Castillo Chávez, quien a los 22 años inició su historia en los Estados Unidos trabajando en una fábrica de quesos para pagar sus estudios, fue reconocido en el 2006 como uno de los matemáticos más prominentes de los Estados Unidos. “No solamente lo veía como un modelo a seguir, sino que pensé que tal vez él podía tener un programa en el que yo me sintiera más aceptada y también fuera parte de la comunidad”.
Más tarde, Castillo Chávez aceptó una posición en Los Alamos National Laboratory con la oportunidad de integrar a algunos de sus estudiantes. Así que en 2003, Sara del Valle comenzó su trayectoria práctica como científica en este laboratorio. Una hazaña digna de admirar, pues la representación de mujeres en STEM –como se le conoce a las carreras relacionadas con ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas-, tanto en Estados Unidos como en México, aún es muy baja.
“Para mí Carlos Castillo Chávez es el mentor que más impacto mi vida y mi carrera. Él siempre está tratando de dar oportunidades a otros, a inmigrantes que necesitan ayuda.” Hay dos lecciones importantes que le dejó. La primera es el poder de las redes, de conectarse con diferentes personas, porque no se sabe cómo pueden contribuir en tu carrera en el futuro. La segunda, a no limitarse en alcanzar sus sueños, ya que todos podemos ser exitosos. “No importa de dónde vienes, no importa cuáles son las circunstancias”, asiente.
Por eso, Sara recuerda sus orígenes con cariño, en particular a través de la comida. En Nuevo México, en donde vive ahora, los chiles definen la historia, la cocina, y la economía del estado. “Aquí la comida mexicana nunca va a ser lo mismo. Los tamales o el mole siempre saben diferente en México y hasta los esquites o elotes. En Nuevo México, lo que me aclimata es el chile que encuentras donde sea, como que me transporta a México, así que escogí el lugar perfecto para vivir.”
Los pros y los contras de trabajar en la ciencia
Hay pros y contras de trabajar en la ciencia en la era de la posverdad, de las noticias falsas y de los movimientos antivacunas. “La desinformación es algo que nos frustró mucho durante la pandemia. Hay mucha gente que está trabajando 24 horas al día elaborando información que nosotros estamos tratando de transmitir, y ésta frecuentemente no se valora”, admite.
Para ella, confiar en la ciencia es fundamental para no repetir la historia. “Como ya no vemos a gente que está enferma de polio o de otras enfermedades se nos olvida. Es muy difícil convencer a las personas de que esto [las vacunas] es para el bien de su comunidad, de su familia y de ellos mismos.” El desarrollo de las nuevas vacunas que permiten inmunizar a la población en un año es un avance tecnológico que define como “completamente transformador”. Al combinar la medicina con el procesamiento de datos epidemiológicos, se desarrollan modelos para cuidar la salud de la población.
Aunque Sara es apasionada de su profesión lo que más disfruta de su trabajo no son los números, sino la gente, su equipo. “No importa lo que hagas, si trabajas con la gente que disfrutas estar. Me levanto contenta de saber que voy a trabajar con gente que además de ser profesional, tenemos la vocación de reducir las epidemias y eso siempre nos une.”
Para Sara, no se trata de cuánto dinero ganas, ni el lugar en el que trabajes. Se trata del impacto que tiene tu trabajo en el mundo. Es el esfuerzo diario de personas como ella, lo que representa grandes avances para la humanidad.