Líderes políticos y académicos estadounidenses han mostrado preocupación por la creciente presencia e influencia de China en América Latina. “Estamos perdiendo nuestra ventaja posicional en este hemisferio y es necesaria una acción inmediata para revertir esta tendencia”, afirmó en 2021 el almirante Craig Faller, exjefe del Comando Sur de Estados Unidos.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), durante la última década la inversión de China en América Latina se ha diversificado al pasar de los recursos naturales a otras industrias. China se ha convertido en una fuente importante de inversión extranjera directa en América Latina, así como de tecnología y armas.
De hecho, la inversión china en América Latina se ha desplazado hacia la infraestructura de transporte, la generación y transmisión de electricidad y las tecnologías de la información y las comunicaciones. En algunos países, por ejemplo, China ha intercambiado la inversión financiera por el permiso para que el gigante de las telecomunicaciones Huawei establezca su presencia, sin considerar la amenaza que esto podría suponer para la infraestructura de comunicaciones y la seguridad nacional de muchos de estos países.
A partir de 2021 China es el mayor mercado financiero externo de América Latina, con un valor de 450,000 millones de dólares. Tan solo en 2020, la inversión directa china en América Latina ascendió a unos 17,000 millones de dólares, con el mayor porcentaje en Sudamérica.
CHINA, EL PRESTAMISTA DE LA REGIÓN
Mientras tanto, el Banco de Desarrollo de China, de propiedad estatal, y el Banco de Exportaciones e Importaciones de China se encuentran entre los principales prestamistas de la región. Entre 2005 y 2020 hicieron préstamos a los gobiernos latinoamericanos que en su conjunto ascendieron a unos 137,000 millones de dólares, muchas veces a cambio de petróleo y utilizados para financiar proyectos de energía e infraestructura.
Estos préstamos pueden ser un arma de doble filo. Por un lado, China no exige a los países receptores que apliquen reformas democráticas, que respeten los derechos humanos o que permitan la libertad de expresión y la libertad de prensa.
Por otro lado, el creciente control de China sobre la infraestructura de la energía eléctrica y las comunicaciones plantea algunas cuestiones de seguridad nacional para los países destinatarios. Y en caso de conflicto entre China y Estados Unidos, amenazas a la seguridad estadounidense y canadiense en la región.
“Al tratar de conseguir sus propios objetivos, China acaba afectando profundamente tanto el papel político como el económico de la región en cuanto a quién se beneficia y, por consiguiente, acaba afectando profundamente la seguridad y la posición de Estados Unidos”, señala Evan Ellis, profesor de investigación de estudios latinoamericanos en el Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos.
RIESGOS PARA LA SEGURIDAD ESTADOUNIDENSE
Según el American Security Project, las inversiones chinas en infraestructura en América Latina también suponen nuevos riesgos para la seguridad nacional de Estados Unidos y Canadá.
La edificación de “activos de doble uso”, sobre todo una gran cantidad de puertos de aguas profundas, construidos por empresas chinas, aportan un valor tanto comercial como militar, ya que pueden albergar buques de mayor tamaño, así como buques de guerra.
En el pasado, China ha utilizado su gran poder económico para persuadir a Costa Rica, Panamá, El Salvador y la República Dominicana de renunciar al reconocimiento diplomático de Taiwán en favor de Pekín.
La respuesta de Estados Unidos a la expansión de China en esta esfera tradicionalmente de influencia norteamericana parece dispersa y sin objetivos claros. Además, una política exterior efectiva requiere socios con voluntad.
El hecho de que el presidente Biden no lograra convocar a muchos líderes latinoamericanos a la Cumbre de las Américas de junio subraya el cambio de gran calado en la diplomacia hemisférica. Estados Unidos parece no estar en sintonía con la región.
Mientras algunos líderes latinoamericanos se muestran embelesados por el autoritarismo y se dejan seducir por el dinero chino (con pocas ataduras), Estados Unidos debe luchar contra sus propias divisiones internas y contra la percepción de muchos estadounidenses de que la migración latinoamericana es la principal amenaza hemisférica para su seguridad.
¿UN GOLPE A LA MIGRACIÓN?
En este contexto, algunos estadounidenses tendrían razones para pensar que las inversiones chinas en infraestructura podrían crear, en la práctica, condiciones económicas en la región que sirvan para que los posibles migrantes se queden en sus países.
Según el profesor Richard Feinberg, el equipo de Biden no ha descubierto una fórmula mágica para restaurar la democracia en Nicaragua, Cuba o Venezuela. Las sanciones siguen vigentes y muchos líderes de la región no ven motivos para rechazar el financiamiento chino de infraestructuras muy necesarias, siempre que los proyectos estén bien diseñados, tengan unas condiciones de financiamiento razonables y respeten las leyes locales.
La respuesta de Estados Unidos a la iniciativa china de la Franja y la Ruta, la llamada Build Back Better World (B3W), parece estancada en la planeación y es muy probable que no se ponga en marcha pronto.
Esto dejará a los estadounidenses muy por detrás de China en la pelea por la influencia en América Latina y por el control de recursos, servicios e infraestructuras estratégicas y vitales.
En ausencia de una iniciativa contundente y precisa, Estados Unidos podría perder su influencia hemisférica y convertir a China en una especie de vecino en su propia esfera de influencia habitual. N
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Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.