DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS
El ejercicio de revocación de mandato es parte de un estilo político que se ha puesto de moda. Se le conoce como democracia iliberal y es una forma de ejercer el poder utilizada por dictadores que llegaron a gobernar mediante un ejercicio democrático auténtico. Pero que pretenden mantenerse en el poder mediante una democracia simulada. En el actual gobierno de México, el presidente AMLO al parecer, inició con la idea de eternizarse en el poder. Sin embargo, la elección intermedia canceló su anhelo.
Así las cosas, ahora cambia el derrotero y, en lugar de buscar una dictadura personal, intenta crear una dictadura de partido. Esta dictadura no es nueva para nosotros. Estuvimos inmersos en una de 1929 al año 2000. En la serie de artículos “Democracia a la mexicana” I, II, III y IV, publicados en este espacio, narramos cómo nació y murió esa dictadura, que fue encabezada por el Partido Revolucionario Institucional y a la que el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa denominó “la dictadura perfecta”.
La dictadura de partido tampoco le es ajena a Andrés Manuel López Obrador. En 1976 inició su carrera política en el PRI y en ese instituto aprendió el arte de la democracia simulada.
Conquistar una democracia real nos llevó desde 1821 hasta el año 2000. Sufrimos el costo del proceso en crisis, tanto económicas, como políticas, sin dejar a un lado la sangre que se derramó en el camino.
EN LA RUTA HACIA EL RETROCESO POLÍTICO
Así, el ejercicio de revocación de mandato recién creado debe inscribirse en una ruta hacia el retroceso político de nuestro país. Lo sucedido alrededor de la consulta de revocación del 10 de abril tiene varias lecturas. La primera, que el conteo de votos por la opción “Que siga en la presidencia de la república” fue de más de 15 millones. Mientras, la opción de “Que se le revoque el mandato” alcanzó un poco más de 1 millón de votos.
Así, el apego al presidente AMLO fue avasallador, y la oposición mostró que no tiene el músculo necesario para pelear en 2024, por lo que el triunfo de Morena parece asegurado.
Pero también hay otras lecturas. Si vemos las peculiaridades de esta elección, y hacemos números comparativos, la matemática electoral nos da sorpresas.
Lo primero es que en esta elección el presidente AMLO no competía contra nadie. Lo segundo, que la revocación de mandato en lógica estricta se debe de orquestar desde la oposición. Una oposición inconforme al extremo de convocar al pueblo para que vote por la permanencia o revocación del mandatario.
Sin embargo, aquí la oposición no dijo esta boca es mía. No. Aquí el presidente AMLO, como en una cantinela infantil, preguntó: “¿Quien me quiere revocar?”
Al tiempo, compraba descaradamente el voto de los adultos mayores reduciendo por un lado la edad para tener derecho a la pensión y, por el otro, prometiendo duplicarles la pensión. Esto fue una irregularidad electoral. Y es solo la punta de la hebra, pues también uso los recursos y todo el aparato del Estado en la promoción de su persona.
EL PODER DE LA MAQUINARIA MORENISTA
En tanto, siete secretarios de Estado se dedicaron a promover la imagen del presidente AMLO junto con todos los gobernadores morenistas, a los cuales se les asignó una cuota del 19 por ciento de los votantes locales para acudir a las casillas.
Estos gobernadores, por su parte, les asignaron a sus empleados en el gobierno cuotas de votantes en las urnas. Y amenazaron con despedir a quien no cumpliera con su cuota de acarreados.
Todo lo anterior, aunado a la maquinaria del voto amloísta, permitía suponer una votación que podría acercarse al número que validaba la consulta: 40 por ciento de los electores registrados. Pero no se llegó ni al 20 por ciento.
Si vemos las cifras nos percataremos de que en la Ciudad de México AMLO obtuvo 1 millón 358,000 votos favorables. Pero en las elecciones del año pasado Morena obtuvo 1 millón 578,000 votos en la ciudad. Es decir, las huestes morenistas y el aparato del poder dejaron de acarrear a 220,000 electores o AMLO se quedó sin esos 220,000 votos. Dados los recursos y los mecanismos de presión ejercidos es probable que lo segundo, la pérdida de electores, sea la causa de la reducción del voto.
Aquí es necesario decir que, en la elección a la presidencia, la Ciudad de México le dio 3 millones 118,000 votos a López Obrador. Estos votos vinieron de la coalición con el Partido Encuentro Social y el Partido del Trabajo.
Este escenario se repitió en las grandes urbes. En total la votación favorable al presidente como candidato único se quedó por debajo de la votación que Morena obtuvo en la elección intermedia. Y muy por debajo de lo que el presidente AMLO obtuvo en 2018, pues el numero total de votos que cosechó fue de más de 30 millones.
AMLO NO LAS TIENE TODAS CONSIGO
Así las cosas, podemos suponer que Morena perdió una buena parte del voto popular. Esto nos lleva a pensar que el presidente AMLO no las tiene todas consigo para 2024. Este era el verdadero objetivo de la revocación: medir cuánto del voto que lo llevó a la presidencia se ha perdido.
Estos números se enfrentarán en lo que resta del sexenio a una economía estancada, una inflación creciente y un crimen organizado que día a día gana terreno. Si a esto le sumamos una probable baja en la calificación crediticia, que habrá de encarecer el servicio de la deuda, es muy posible que la popularidad del presidente no garantice el resultado electoral en 2024.
Para asegurar este resultado el presidente deberá controlar al INE y orquestar, al mejor estilo priista, un fraude desde el gobierno apoyándose en el Ejército. Los elementos están dados. El consejero presidente terminará su encargo en 2023 y AMLO podría meter a un incondicional en su lugar. Es sabido que el presidente del INE se elige por las dos terceras partes de la Cámara de Diputados, de modo que de ellos dependerá la última palabra.
Otra alternativa es desarticular al INE con las iniciativas que está tratando de colar el presidente en materia electoral. En cuanto al apoyo del Ejército, este siempre ha obedecido al primer jefe sin chistar. Y la elección de 2024 se llevará a cabo con AMLO como presidente.
Así, aquel joven Andrés Manuel, que iniciara su carrera en el PRI hegemónico, ahora convertido en presidente, prepara un retorno a la dictadura de partido. Pero aún faltan 26 meses y, en política, todo puede pasar en dos años.
Con todo esto, la duda sobre qué nos depara en el futuro bien podría plantearla Vargas Llosa: ¿Volverá México a la dictadura perfecta?
VAGÓN DE CABÚS
La reforma eléctrica no logró superar la votación necesaria para convertirse en ley. Un diputado priista aprovechó la Semana Santa para vender su voto a cambio de una embajada para papá, pero ni así se pudo. La mayoría en la cámara anunció plantones y mañas para no permitir el voto de la oposición.
El manejo mafioso de la ley es la marca de la casa, y el pueblo contempla la perversión de las reglas para satisfacer caprichos presidenciales. Pero esta vez de plano no se pudo.
Esto, como novela de García Márquez, fue la crónica de una muerte anunciada. Anunciada por Ken Salazar y John Kerry. Embajador y representante del gobierno estadounidense, respectivamente. La oposición le hizo el favor al presidente de evitarle recular ante la embestida de Estados Unidos.
Con esto se le abre la puerta a la oposición para llegar en 2024 a las urnas con posibilidades. Falta ahora ver la reacción de ya saben quién. N
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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.