La Política nos nutre de compromisos reales con todos las y los actores sociales. Quienes integran nuestra sociedad somos quienes poseemos la energía significativa en los asuntos y necesidades sociales e individuales, las oportunidades y posibilidades de construcción de los proyectos de vida satisfactorios, realizan desarrollo y crecimiento. La integración es base de la cohesión social. Así nos preparamos para atender la real incertidumbre de la cita con las urnas el próximo 5 de junio, las encuestas no son cómputos. Entandamos las campañas electorales como procesos para atender las necesidades de las personas y la sociedad, de manera sana, madura y progresista. Dejemos de culpar a la pandemia, la responsabilidad es atenderla desde el Estado, lo dejamos de hacer, nos conformamos con la propaganda.
De nuestra realidad, los aguascalentenses, hemos recogido el anhelo, sabemos cómo y la urgencia de atender las necesidades de supervivencia básicas, los procesos que afectan nuestra, identidad, integración y autoestima, el incremento de la igualdad de oportunidades, la vida económica, política y social que satisfaga la autorrealización vital. Es el tema de nuestra reconstrucción social en base a nuestras potencialidades y posibilidades. La Política la hemos conectado con las expresiones sociales y apostamos por una ética de campaña que pondere las necesidades de proyectos de vida que enriquezcan la realidad social, individual y colectiva.
La esperanza de la que hablamos requiere atender y perfeccionar las normas en el orden jurídico y social que sean garante de la construcción colectiva. Requiere una nueva cultura político-participativa, de un diálogo reflexivo útil. Llegó el ¡basta de esquizofrenia social!, ¡basta de actores de doble moral!, narciso se hizo viejo y muestra sus arrugas. Este proceso electoral nos llama a la reconstrucción de la pluralidad, la diversidad, de las ideologías que beneficien. Requiere de una cultura humanizada que imagine, elabore, debata, consense, actúe, ejecute, que controle sus decisiones.
Certeza democrática es una alternativa que nace en los procedimientos electorales, la cual está garantizada desde hace 31 años, que nos demanda razones de Estado vinculadas con el bienestar material, la salud física, el acceso a la educación y la cultura y un medio ambiente sano. En este nuevo impulso democrático debemos comprometernos con la seguridad humana, los derechos humanos, en síntesis, empoderar las capacidades del Estado. La sociedad entera demandamos que candidatas y partidos nos acompañen con respeto, métodos y formas de resolver nuestro viejos y nuevos problemas. La certeza democrática permite que el Estado responda contundente ante todo tipo de desviaciones. La política no está fuera del Estado de Derecho. Desde la sociedad debemos exigirles que no traicionen, ni valores ni principios fundamentales, coherencia y lucidez en sus significados sobre seguridad, salud, cultura, desarrollo, crecimiento…, que sean base de una estrategia gubernamental concreta.
No creemos en una relación causal entre orden y seguridad pública, no es un tema policiaco. Se trata de estrategias de gobierno, políticas públicas que enfrenten problemas complejos: crimen organizado, desastres naturales, narcotráfico, armamentismo, tráfico de órganos, trata de blancas… ¡es cierto!, requieren de la participación de los cuerpos de seguridad pública; no menos cierto, es necesario y urgente de la participación de gobierno y sociedad. La certeza democrática asume una agenda amplia que requiere de un legislador sensato que diseñe y legisle facultades para enfrentar este reto civil desde una agenda más allá de coyunturas.
Estamos ciertos que gobernar es una razón de Estado. No se trata de salvar a mujeres, hombres y no binarios; se trata de conducirles en sus conductas y comportamientos públicos para fortalecer el Estado. El primer enemigo es el miedo, no hay razón para ello, es preciso vencerlo desde la seguridad del saber. Nos enfrentamos a la claridad, es preciso tenerla, que acompañe el reto. También enfrentar el poder es un enemigo, el poder es un aliado estratégico para bien, si se acomoda a la ética, es preciso aprender la pedagogía del ejercicio del poder público. Es el poder que sirve, que nos dota de alteridad de ser por y para el Otro.
Para vencer estos enemigos está el Estado, se trata de un conjunto institucional y único patrimonio del pueblo, por ello debe funcionar racionalmente. La razón política se vincula con la fuerza del Estado. Las personas se forman como sujetos democráticos al vivir en un contexto sociocultural pleno de experiencias cotidianas e interacciones congruentes con los principios de la democracia. Fortalecer hábitos democráticos; resolver conflictos de manera no violenta; asumir compromisos comunitarios; adquirir responsabilidades éticas; la realidad permite una visión, transformarla requiere talentos, legalidad, finos impulsos; nos hemos rezagado en las argumentaciones, debemos actualizar el diálogo y la capacidad de escuchar, esto, entre otras habilidades, son las armas para atender a las clases sociales, hoy todas descontentas, poner orden a la violencia… Al final la víctima siempre es el pueblo.