El futuro no nos pertenece, es de las nuevas y actuales generaciones que están por ser parte de las decisiones actuales o futuras. La semana pasada participé en la iniciativa Conéctate con el Debate de la Reforma Eléctrica, organizada por la Cámara de Diputados de México, en el foro 8, titulado “El procedimiento de discusión y aprobación de la reforma energética del 2013”. Ahí fue tratada la raíz del problema actual, la reforma energética de 2013, que fue establecida bajo una concepción (inserción) y no por una creación de naturaleza propia de México.
En el hoy existe una disrupción generalizada derivada de anteponer, durante ese proyecto de inserción para el paradigma del futuro de México, un mercadotécnica radical de una conjetura política-ideológica. Esta fue utilizada por la anterior y actualmente por esta administración.
Hoy se ha radicalizado el concepto de que los costos de los energéticos en el mercado bajarían o mantendrían por debajo de la inflación. Ello a sabiendas de que antes de la reforma de 2013 vivíamos en una realidad virtual. Estábamos bajo la conjetura de que Pemex, CFE y todos los organismos que confeccionaban la política pública energética indicaban que los costos al público eran los correctos.
Pero con base en licitaciones con sobreprecios, subsidios y el no reconocimiento de costos operativos y financieros a las empresas del Estado, el futuro era incierto.
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Hoy tenemos, y será lo único que tendremos en el corto plazo, el poder de debatir con sentido común y anteponiendo la ideología política. Siempre colocando al proverbio del para qué queremos la energía en este país.
En el parlamento solo estamos discutiendo el 20 por ciento del total que representa la energía. Y nos concentramos en el hoy, pero no en el cómo para el futuro. Muchas definiciones, aclaraciones de las leyes, y argumentos del porqué. Pero todo esto no es redituable en el largo plazo porque, para ser realizable deberá haber recursos suficientes tanto públicos como de privados. Y que estos últimos tengan la confianza de invertir.
En México, el 63 por ciento de la energía primaria es tomada de nuestros recursos, y el 37 por ciento la importamos. Del total que utilizamos, más del 41 por ciento lo desaprovechamos. Ahí requerimos el emplearnos a fondo para reducir esta brecha.
La inversión pública asigna un presupuesto a las empresas productivas del Estado de alrededor de 1 billón de pesos. Ante la nueva forma de tomar, generar y aprovechar la energía, en 2030 el mercado energético podría requerir de inversiones, entre lo público y lo privado, de alrededor de 2.5 billones de pesos de los actuales para el futuro.
¿AUTOSUFICIENTES EN COMBUSTIBLES?
La inversión extranjera directa en el sector energético solo corresponde el 7.8 por ciento de 1999 a 2021, según datos de la Secretaría de Economía. Antes de la reforma energética, este sector, su IED, era solo de 3 por ciento. Y hoy, al tercer trimestre, es de 20 por ciento del total.
En el hoy, en este sexenio, hay una política pública energética en el presente que radica en el ser autosuficientes en combustibles. Pero dependemos principalmente de que las refinerías del sistema nacional operen a más del 80 por ciento de utilización, debido a que estas son parte integral de la nueva refinería de Dos Bocas, y la adquisición de Deer Park. Tenemos un precio de combustibles que controla el mercado y que depende de los estímulos que la SHCP otorgue cada semana, y en función de los precios del petróleo.
El costo de la electricidad dependerá del precio del gas natural durante ciertas temporadas del año, y esto es derivado de no contar con la suficiente producción y almacenamiento para cubrir la demanda ante cualquier contingencia. En el mercado eléctrico la disyuntiva se ha concentrado en el sector doméstico, donde el problema radica en los altos costos de distribuir y transmitir la electricidad a cada usuario final. Con ello queda relegado el costo de generar bajo una disputa de quién debería hacerlo. A sabiendas de que la empresa productiva del Estado tiene el control del 78 por ciento del total generado para ser comercializado dentro del mercado eléctrico.
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Preocupante, de los cuestionamientos vertidos en el parlamento, es que existe una concentración masiva en su totalidad de aseveraciones sobre el mercado eléctrico. Centralizados en los usuarios industriales y comercial, con conceptos difusos y confusos, sobre la interpretación en un sentido propio de cada parte a favor o en contra. Sin llevar la discusión a un acuerdo real en el largo plazo, está siendo creada una gran incertidumbre del quién y el cómo podrá tener electricidad para poder operar sus proyectos o negocios.
¿Es acaso que estamos perdiendo el foco del cómo lograr el crecimiento de un país con base en el desarrollo económico para la sociedad? El dinero puede ser finito si no lo sabes operar.
Por tal motivo, propongo, en vez de reformar la Constitución, se revise una propuesta de iniciativa presentada en la Cámara de Diputados. Ahí se presentó el 5 de febrero de 2020. Se refiere a una Ley de Planeación Energética para la Continuidad Homogénea. Dicha propuesta vislumbra un plan a largo plazo, el cómo debemos aprovechar, con planeaciones propuestas transexenales, la energía en su totalidad.
El proverbio para escribir no dependerá de este parlamento. Deberá ser creado en conjunto y no por separado. N
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Ramsés Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía. Es autor del canal Energía sin política. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.