El acoso sexual claramente desconoce fronteras sociales y económicas. Tan presente y arraigado, se expande y aún tiende a normalizarse, ha dejarse pasar. En el transporte, en la escuela, en el trabajo. En la calle, en los parques. En espacios públicos.
A María*, quien todas las mañanas acude a dejar a su hija a un prestigiado colegio al norte de la ciudad de Aguascalientes, le queda claro que quizá “debió gritar” o incluso “perseguir a su acosador” en el momento.
Y es que esa mañana, apenas hace unos días, acudió a la fila para poder recoger a su hija a la salida del plantel. Es habitual que decenas de padres de familia se formen para recoger, de la manera más ordenada posible, a los niños. Sin embargo, fue ahí, a plena luz del día y en medio de la fila, que María se dio cuenta de que alguien la grababa por debajo del vestido.
“Al lado mío estaba un señor, un papá, también esperando. Pero vi que tenía su celular en su pie. Como volteado, pisándolo. Yo lo vi, y al momento, pues te preguntas por qué. Yo misma le dije, oiga, por qué lo está pisando, me está grabando. El dijo que no y se empezó a poner nervioso. Yo pensé, estoy en la fila del colegio de mis hijos, esto no puede pasar.”
Como pudo, buscó la ayuda de las autoridades escolares para reportar lo acontecido, pero sin encontrar una respuesta favorable.
“Busqué un guardia para que me ayudara. Yo entro a la escuela, y él también, y dice que me va a reportar. Él sube a la recepción, pero de tanto que estuvo en el teléfono yo pienso que borró todo. Se dio la vuelta y se fue.”
Y efectivamente, llegó a preguntarse si no lo estaba malinterpretando todo. Pero le dieron acceso a las cámaras y comprobó algo peor: la estaban siguiendo desde un principio.
“Dije, voy a reportar el incidente. Busco a la directora, platico con ella mientras mi hija está en el teléfono. Vimos el video: me di cuenta que desde el momento en el que yo voy caminando, el señor va atrás de mí tomándome fotos en el cabello, en la parte de atrás. Él camina más rápido para que le toque atrás de mí en la fila. Luego, todo el tiempo tuvo el celular en el piso, moviéndolo todo el rato con el pie para que estuviera entre mis piernas.”
Es bien sabido que la gran mayoría de las víctimas de acoso deciden no actuar, ni denunciar. Tampoco es común que algún testigo intervenga en el momento. En el caso de María, la escuela decidió no apoyarla, alegando que es un caso aislado, y que el señalado no es un padre de familia que pertenezca a esa comunidad.
El acoso crece, la cifra negra también.
En el estado, durante este año apenas se han hecho 29 llamadas a emergencias por acoso u hostigamiento sexual (es decir, que al momento estos casos no suelen ser denunciados) ocupando uno de los índices más bajos del país, según lo reportado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública hasta el mes de octubre.
Sin embargo, se han iniciado 98 carpetas de investigación en lo que va del año por este delito. A esta cifra, se le suman aquellos casos que terminaron en una violación: 213 carpetas inciadas por violación simple, y 97 más registradas como equiparadas.
El incremento en estos delitos es tangible y fue recientemente admitido por la Fiscalía General del Estado, desde donde se confirmó que hay un 27% más de denuncias formales recibidas a comparación del año pasado.
En la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, llevada a cabo por el INEGI, se especifica que en 2021, 22.8% de las mujeres en México declararon haber enfrentado intimidación sexual, en comparación con 5.8% en los hombres; mientras que, en cuanto a abuso sexual, el caso de las mujeres es de 7.3%, poco más de cinco puntos porcentuales por encima de los hombres.
Entonces, si tantas mujeres (casi tres de cada 10) están sufriendo acoso de manera constante, ¿por qué no hay denuncias? ¿por qué resulta tan abrumadora la cifra negra?
“Yo fui a levantar mi denuncia a la fiscalía. Haré un escrito por mi parte para explicar cada punto, y lo que he hecho, que no nada más se quede en una queja. Es algo que es complicado, el pasar todo un día en la fiscalía. No espero mucho de esto, pero no me puedo quedar sin hacer algo”, relata María.
La sensación de culpa es común entre las víctimas de abuso, y en el caso del acoso, surge la pregunta ¿por qué no hice más?
“A la fecha sigo con esa sensación espantosa de que pude haber hecho algo en ese momento, y por otra parte estoy intentando entender que no estoy mal yo, el que está mal es él, el acosador” agrega.
Pese a que va a proceder con la denuncia legal, el colegio no ha brindado apoyo u orientación alguna. María cree que más mujeres pudieron ser víctimas de la misma persona, y que efectivamente se trata de alguien que forma parte de la comunidad del colegio.
Hablar para enfrentar: las redes de apoyo.
¿Por qué no se denuncia al momento? ¿Por qué las víctimas de agresiones, en ocasiones, “tardan en hablar”?¿Por qué esto pone en duda la veracidad de las denuncias? ¿Qué tanto se les cree a las víctimas de acoso, de hostigamiento, de violencia?
Angélica Contreras, activista y miembro de la asociación Cultivando Género, específica que a la mayoría de las denunciantes, no les creen. Al contrario, se les revictimiza, se normaliza la agresión, y la realidad es que gran parte de las mujeres ni siquiera sabe a dónde acudir si es que quieren denunciar.
“A la mayoría de las denunciantes, no les creen de hecho. Es la tendencia. Cuando vas a contarlo, no te creen, porque primero van a poner en duda, y además van a cuestionar, y tú qué hiciste para que te pasara eso. Está tan normalizada la cultura del acoso, que se sigue pensando en qué hiciste, y te dicen, eres delicada, no aguantas nada, estás exagerando” explica.
Las víctimas de violencia no suelen denunciar al instante. Hay un proceso que en cada caso es diferente, dado que no todos sobrellevan una agresión de la misma forma. Sin embargo, hay dos sentimientos que prevalecen: el miedo, y la culpa.
“Hay una ruta: cuando pasas por la violencia, lo primero es el callarte. Por esta escuela que hemos aprendido de que no podemos hablar de lo que nos sucede. Y ahí vienen dos sentimientos: el miedo, y la culpa. El miedo de una consecuencia (no me van a apoyar, no me van a creer), y luego la culpa (yo tenía cierta forma de vestir, caminé en la noche, bebí demasiado, etc.) Y luego viene el querer accionar, pero permanece el miedo a la consecuencia. Y como no hay una red de apoyo…” agrega Contreras.
En el caso particular de las escuelas, las instituciones gubernamentales (se supone) tienen protocolos para lidiar con el acoso. Pero en gran parte se ignoran las denuncias o hasta protege a los agresores.
“En el IEA tienen los protocolos, que son para todos los niveles educativos y que aplican no solamente para las alumnas y los alumnos, sino que es para toda la comunidad educativa; mamás, papás, estudiantes, docentes. Lamentablemente, se solapa a los agresores” afirma.
El Centro de Justicia para las Mujeres (449 974 8231) es la dependencia del estado que se encarga de recibir las denuncias, y ahí se deben poner a disposición los protocolos de primer contacto (servicios psicológicos y asesoría legal). Sin embargo, también se puede acudir a los institutos de la mujeres tanto estatal como municipales, que también cuentan con asesorías. O también, a alguna organización dedicada a temas de género.
Sin embargo, una red de apoyo puede empezar de manera más sencilla: con alguien de confianza, un grupo de amigas o alguna compañera o compañero. La escucha activa, relata Contreras, es un buen comienzo para alguien que ha sufrido una agresión.
Más de un año en prisión: tipificación del delito en Aguascalientes
En el estado, el hostigamiento sexual está tipificado, y según el Código Penal (art.114), de comprobarse el delito, el responsable podría ser sentenciado a “6 meses y hasta 1 año y medio de prisión, y de 50 a 100 días multa”, y al pago total de la reparación de los daños.
Incluso, se menciona que si el hostigador fuese un servidor público, además de las penas señaladas se le podrá destituir del cargo, e inclusive ser inhabilitado para ocupar cualquier otro cargo público por un año.
María decidió iniciar un proceso legal, sin el apoyo del colegio de sus hijos. Pero la denuncia ya se hizo ante la fiscalía del estado. Y se encuentra en la fase de pruebas.
“Que vean que es algo que no se queda solo en una queja. En un me hicieron esto. Es algo complicado. Pero es lo que quiero hacer” finaliza.