Todo el mundo está hablando de los datos macroeconómicos como son el tipo de cambio, el producto interno bruto, la inflación, la canasta básica, el empleo, entre otros, pero nadie está preocupado en forma directa y tácita sobre la forma en el cómo las familias podrán llevar una correlación paralela con el crecimiento de su nación, a un nivel en que cada una de ellas pueda tener acceso a lo básico para sobrevivir.
Sí, aumentan los salarios mínimos, hay planes para desarrollar infraestructura por medio de inversiones públicas-privadas, hay una idea de cómo hacer frente al cambio climático y existe una noción del cómo hacer una transición energética de largo plazo en función de la cantidad de dinero disponible para realizarla (existen dos bandos actualmente que pretendieron eliminar los combustibles fósiles y los que lograron que esta transformación sea en forma progresiva).
Pero habrá un fenómeno que, en 2022, será acentuado en forma definitiva y no podrá ser detenido por el mundo, y es en el que cada día la gente está desplazándose a regiones que puedan darle una mejor calidad de vida y trabajo para incrementar el poder adquisitivo; se están yendo a ciudades dentro de sus propios países o migrando a otras naciones en donde la moneda tenga un valor mayor en comparación con su nación de origen.
Esto traerá como consecuencia una desintegración mayor de familias, el incremento de la demanda de energéticos, productos, servicios y todo lo que conlleve a tener que gastar más para poder cubrir la demanda interna de una ciudad o país. ¿Pero tendrán la capacidad económica para realizarlo?
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Un punto de referencia actual es Cuba. Por décadas ha tenido desplazamientos de personas, y esto ha dado lugar a que la semana pasada hubiera un foro empresarial donde se buscó visualizar que la inversión pública por sí sola no genera economía al estar en forma estacionaria cíclica. Para poder cambiar se necesita captar dinero extranjero para tener crecimiento y cubrir el mercado. Se indicó “la apertura al acceso a financiamiento externo para la creación de nuevas fuentes de empleo y la captación de mayores ingresos” y “autorizar el establecimiento de empresas de capital totalmente extranjero”. Esto tiene el único fin de parar la salida de más personas de la isla.
Hoy cada día es más complicado tener acceso a un futuro. El desplazamiento humano está mal entendido, todo lo ligamos a la migración, pero en la realidad, de acuerdo con el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC), los “refugiados fueron desplazados internos antes de traspasar una frontera internacional, aunque solo fuera por un reducido lapso temporal o durante el tránsito; en segundo lugar, los desplazados internos son candidatos por excepción a convertirse en refugiados o migrantes transnacionales”.
El Centro indica: “La gran mayoría de las personas que abandonan sus hogares huyendo de la violencia, los conflictos y los desastres no llega a cruzar las fronteras internacionales. En los últimos años, el número de desplazados internos por violencia y conflicto armado ha duplicado aproximadamente al número de refugiados, y la brecha entre las estimaciones para ambos grupos no ha dejado de aumentar en las últimas dos décadas.
“De los 65 millones de desplazados forzados que hay actualmente en el mundo —continúa el IDMC—, 40 millones (más de un 60 por ciento) son desplazados internos. Aunque las razones de desplazamiento son exactamente las mismas que las de los refugiados, el sufrimiento de los desplazados internos queda prácticamente en el olvido debido a que permanecen en su país de origen. En este sentido, los desplazados internos constituyen la mayoría invisible entre todas las personas desplazadas”.
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El Centro ha determinado siete áreas en las que una economía se ve afectada por el desplazamiento de personas: vivienda e infraestructura, seguridad, redes de apoyo social, medioambiente, educación, salud y medios de subsistencia.
Los países, entonces, determinarán qué tipo de migración podrán tener derivándola en dos sentidos: desplazamiento humanitario o económico. Y como estamos viendo la situación actual, muchos abrirán paso a la segunda con ciertas restricciones, normas y, sobre todo, aquellos que quieran estar deberán demostrar una capacidad intelectual que ayude a la económica de donde pretenden estar.
Resumiendo: cuando una persona se desplaza en forma interna o externa tiene que dejar su casa y buscar un lugar dónde vivir. ¿Tendrá el acceso para pagar la renta? ¿Cómo resolverán esto? Tendrá que ir a un centro de ayuda, y quién paga esto último para que opere.
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Habrá que determinar el cómo fueron desplazados por la violencia, guerras, conflictos o falta de empleos, y entonces ¿las redes de apoyo social tendrán la capacidad suficiente para reaccionar ante un incremento en el volumen de personas? y al solo poder cubrir una parte, ¿el resto cómo queda dentro de la sociedad?
Esto crearía una tensión en la ciudades, países o regiones a donde lleguen los desplazados debido a que tienen que proteger y cuidar el orden público. Una vez establecidos estos tendrán acceso a salud, educación y la forma de poder subsistir por medio de un trabajo o programas que los ayuden en cierto tiempo.
El incrementar el número de personas a un lugar geográfico incrementa la necesidad de energéticos, y al mismo tiempo, el problema ambiental, el entorno. ¿Se tendrá la capacidad económica para cubrir esta demanda? Muchas preguntas sin contestar. N
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Ramsés Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía. Es autor del canal Energía sin política. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.