EL ACTUAL presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, desde que se tiene noticias de él, ha resultado un “resentido social”, un “comunista de barricada”, un montonero lírico, amén de un inepto cinco estrellas.
Desde siempre, López ha sido un admirador de la dictadura cubana, de su creador primero, Fidel Castro, a quien llamaba y aún llama “comandante” y otros epítetos deslumbrantes.
López ha recibido con honores de Estado, sus mejillas arreboladas, su mirada desbordada de ternura, al mandatario cubano Miguel Díaz-Canel, puesto e impuesto a dedo en el poder por la mafia castrista que desde hace 62 años devasta a la isla de Cuba.
La pregunta es: ¿Cómo será posible que un presidente llegado al poder mediante elecciones libres alabe a dictadores y sus descendientes?
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El mandatario mexicano, claro, hubiese querido implantar en su país el comunismo totalitario —valga la redundancia—, pero esto, él lo sabe, le resultaría imposible; entre otras razones, primero, porque no estamos en aquella romántica década izquierdista de 1960: y segundo, porque los mexicanos —lo demuestra la historia, revísenla si lo dudan— no resultan tan maleables, tan “embrujables” como los cubanos. ¿Alguien cree posible que algún mandatario podría privar en santa paz a los mexicanos de sus creencias religiosas, sus usos y costumbres, sus buenas maneras, su identidad cultural y nacional, su libertad de acción en general, como sí ocurrió en la Cuba comunista?
Cuánto, en su intimidad, debe rezongar, sufrir Andrés Manuel López Obrador por no poder llevar a cabo lo antes dicho.
Así, el gobernante mexicano, en estos dos años y un poquito que lleva en el poder, cada vez que se la ha presentado la oportunidad enseña sus afanes izquierdosos. Por ejemplo cuando, como antes cité, recibió abierto de amor de par en par al mandatario cubano dizque comunista Miguel Díaz-Canel o ha alabado la figura del extinto guerrillero argentino Ernesto Guevara o —increíble— ha expresado su determinación para ayudar a que “Argentina salga de la crisis económica” —para quien lo ignore: en Argentina se encuentra en el poder un señor tan pasional e inepto como López Obrador.
El pasado domingo, de manera espontánea se manifestaron en más de veinte ciudades de Cuba miles de ciudadanos —negros, blancos, jóvenes, viejos, hombres, mujeres— para protestar por la miseria, la inopia general, el pánico ambiente… pero pidiendo sobre todo “Libertad. Patria y Vida”.
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Como era de esperar, el régimen existente en la Isla ha echado mano a sus tropas especiales, policías —bien comidos, según se aprecia en las fotos y videos que nos llegan—, “al pueblo” —o sea, en su mayoría agentes vestidos de civil que medran en las arcas de las autoridades—, a las llamadas “brigadas de respuesta rápida”, etcétera, para enfrentar a los manifestantes.
Hoy, a la hora de redactar estas páginas, lunes en la tarde, la comunicación vía internet y telefónica con la Isla se encuentra cortada; sin embargo, si bien pocos, mediante otras vías llegan fotos y videos que dan fe de las golpizas y balazos que han recibido al menos algunos de los protestantes ayer y hoy.
Miguel Díaz-Canel dio a conocer ayer que “la orden de combate está dada” y hoy, según los propios medios autorizados en Cuba —todos en la nómina del Gobierno—, que los manifestantes “recibieron lo que merecían”.
En las fotos y videos publicados el pasado domingo por los protestantes se puede apreciar cómo en uno y otro sitio un grupo de jóvenes destruye un retrato con la imagen de Fidel Castro, en otro hacen frente con piedras al embate de la policía o en general presentan batalla a las fuerzas represivas.
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Agencias internacionales de noticias dan a conocer que hoy lunes las calles se encuentran militarizadas —lo cual incluye a esos militares vestidos de civil que citaba en líneas anteriores.
Asimismo, consta que algunos ciudadanos que ocupan determinados cargos públicos han sido llamados para que apoyen al gobierno y se han rehusado y otros, pertenecientes a las fuerzas militares de reserva, no han asistido a la convocatoria recibida.
Se debe considerar que, atendiendo al pánico que el régimen ha inoculado a los cubanos durante seis décadas, la protesta ejercida digamos por un millar acaso debemos acrecerla exponencialmente.
Así las cosas, en cuanto a la valoración de las protestas ciudadanas ayer en Cuba, el presidente mexicano, en su soporífera y extensa comparecencia diaria ante ciertos medios de comunicación en el Palacio Nacional —lo cual, sin dudas, empanza su egocentrismo, su narcisismo— se ha unido a tres gobiernos para nada recomendables en cuanto a devenires y presentes democráticos: Rusia, Nicaragua y Venezuela. Los cuatro, a su manera, pero en medida ostensible, han cerrado filas con la dictadura cubana.
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López Obrador se queja del “inusual despliegue informativo” que han recibido las protestas del pasado domingo en Cuba. Ah, como si no fuera una gran noticia que un pueblo sumido en una total carencia de libre expresión, en el temor impuesto a lo largo de seis décadas, contase de pronto con un nutrido grupo de rebelados públicamente.
Asimismo, ha afirmado el gobernante mexicano: “Si se quisiera ayudar a Cuba lo primero que se debería hacer es suspender el bloqueo a Cuba, como lo están solicitando la mayoría de los países del mundo. Eso sería un gesto verdaderamente humanitario. Ningún país del mundo debe ser cercado, bloqueado. Eso es lo más contrario que puede haber a los derechos humanos”.
Por muy desinformado e ignorante que sea —que lo es, en suma— tiene conocimiento el presidente mexicano de que el gobierno cubano, durante su ya larga estancia en el poder, ha invertido cifras incalculables en “ayudas” a otros países, lo cual incluyen guerra lejanas, costosas y perdidas. De igual modo debe saber que Estados Unidos no ejerce un bloqueo sobre la Isla, sino un embargo parcial —que, estoy de acuerdo, deberían retirarlo para que se terminen las justificaciones de parte de las autoridades cubanas— a partir de las enormes fortunas estadounidenses que “nacionalizó” la revolución cubana en sus inicios —1959—, pero que permite, entre otras posibilidades, que el gobierno de Cuba o cualquier empresa radicada en la Isla compre al país del norte todos los medicamentos, alimentos, productos agrícolas, equipos médicos y artículos humanitarios en general en las cantidades que lo requieran.
Justamente, el gobierno cubano ha rechazado la ayuda humanitaria en medicinas deficitarias y otros recursos que le han ofrecido organizaciones del exilio y otras, alegando que no se trata de una “ayuda desinteresada”.
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En el colmo de la sandez —que ya sabemos que cualquiera de sus sandeces clasifica alto—, ha declarado López este lunes en su invectiva diaria: “El Gobierno de México podría ayudar con medicamentos, con vacunas, con comida, lo que se requiera. Porque la salud y la alimentación son derechos humanos fundamentales, sin el manejo político intervencionista que se le está queriendo dar a este asunto”.
Debemos suponer que al Gobierno de México —a su pueblo digamos— le sobran medicamentos, vacunas, comida y, subrayo: lo que se requiera.
Por último, se ha quejado López en su filípica de hoy, que a este tema de las protestas en Cuba del pasado domingo “se le está queriendo dar un manejo político intervencionista”. Esto lo ha dicho luego de haber opinado en su descarga matutina de hoy, qué hay de bueno, qué de malo, qué se debe decir, qué no, quién bloquea a quien, cuál es “un gesto verdaderamente humanitario”, cuál no.
Cuánto cinismo. Es terrible. N
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Félix Luis Viera (Cuba, 1945), poeta, cuentista y novelista, ciudadano mexicano por naturalización, reside en Miami. Sus obras más recientes son Irene y Teresa y La sangre del tequila. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.