VEO Y LEO muchos comentarios sobre la reducción de los gases de efecto invernadero, cero emisiones, la descarbonización y dejar de utilizar carros de combustión. Pero toda esta realidad virtual, que pretende llegar a un jubileo energético, no depende de las buenas intenciones o palabras escritas en una computadora y que son transmitidas al mundo. Todo esto requiere de inversiones y una coordinación dentro del mercado mundial y, posteriormente, de que cada nación asuma, tome, arriesgue e implemente, de acuerdo con sus capacidades de negociación, políticas públicas y formas de administrar las energías primarias que existen en su país.
En el planeta, quedó confirmado, hay dos ejes para el mundo: países que pretender eliminar la utilización de hidrocarburos y carbón en 2050, y los que continuarán invirtiendo en estas industrias ante la falta de certidumbre sobre cómo transitar.
En los últimos meses hemos observado diferentes reuniones, como la de Estados Unidos denominada Cumbre Climática; el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, realizado por Rusia, y ahora, la cumbre de G7 en el Reino Unido.
Esta última reunión, la del G7, es la cereza del pastel en cuanto a la visión para 2050 en el planeta. Simplemente fue la confirmación de que la prioridad de los países será la salud del Homo sapiens y convivir con los seres vivos del planeta que no contaminan en forma premeditada y consciente.
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En este 2021, los países del G7 invitaron a otras naciones, que en suma conforman más de 2,200 millones de personas y más de la mitad de la economía mundial. Creando un bloque que pretende, sobre todo, no quedar atrás referente a otras economías, iniciaron una nueva asociación sobre la inversión en infraestructura mundial, cuyo objetivo es impulsar el crecimiento económico verde global, ya que se comprometen a aumentar la financiación climática internacional.
En la cumbre de G7 indicaron: “El nuevo enfoque tiene como objetivo brindar a los países en desarrollo acceso a más, mejores y más rápidos recursos financieros, al tiempo que acelera el cambio global hacia la energía renovable y la tecnología sostenible”. Pero hay que dejarlo en claro: la idea que llaman descarbonización se refiere a dejar de usar el carbón como energía primaria para generar electricidad, y este deberá ser sustituido por lo que se refiere a energía limpia y una mezcla con el uso del gas natural que contamina menos comparado con hidrocarburos líquidos, lo cual ha quedado demostrado por Estados Unidos en la última década. Pero esto deberá estar armonizado con tener tecnologías de captura de calor o gases de invernadero.
Los países productores de la OPEP+ como Rusia y Arabia Saudita indican que el mundo no dejará de usar, al menos en las próximas décadas, la extracción de hidrocarburos líquidos para la utilización en combustibles. Puntualizando que, entre ambos países, tienen alrededor del 25 por ciento del total de la demanda del crudo a escala mundial. En el mundo hay 719 refinerías, y en algunos países de Asia-Pacifico se está incrementando la inversión.
Ante estas declaraciones, los países del G7 indican: “Habrá una eliminación gradual de los automóviles de gasolina y diésel”. Pero no revelan el cómo.
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El cambio a carros eléctricos dependerá de las inversiones que puedan realizarse en incrementar el número de fábricas de manufacturar autos, en función de tener el dinero, energías primarias y minerales necesarios para consolidar esta industria. Por el momento el mundo deberá continuar invirtiendo en combustibles, aditivos, oxigenantes y todo lo que pueda ayudar a tener mas kilómetros recorridos y no afectar la calidad del aire.
Ante la nueva misión, y con datos de la Agencia Internacional de Energía, el mundo pretende invertir un 39 por ciento combustibles; 44 por ciento, en electricidad, y 17 por ciento, en eficiencia energética en 2021. El mundo no dejará de invertir en hidrocarburos, pero sí cambiará la forma de cómo utilizar el gas natural para la generación de electricidad y petroquímica en el mediano plazo.
Las naciones que están bajo una diplomacia ambiental sobre el cambio de forma de usar las energías primarias para ser transformadas y causen menos efectos en la biodiversidad implementarán cambios estructurales tecnológicos, políticos y normativos, en los cuales requerirán del dinero sin ideologías.
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En México continuamos haciendo leyes, modificando y pensando que el dinero de la administración pública deber cubrir la parte energética del mercado. En esta visión de corto plazo no se está incluyendo el nuevo modelo de negocios ambientalista, que será realizado entre la iniciativa privada-pública en las próximas décadas, y donde los países del G7 pretenden implementar una política de poner fin a casi todo el apoyo gubernamental directo al sector de energía de combustibles fósiles.
El mundo está confundiendo al planeta, debido a que la humanidad pretende anteponer sus necesidades de comprensión, alineadas con las agendas ocultas de cada país que conforman la biodiversidad de donde estamos. México… ¿cuál es el camino energético a seguir? N
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Ramsés Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.