UNA FÁBULA de Esopo indica que la persuasión y el razonamiento son mucho mejores que la fuerza y la violencia. Alguien que piensa en presionar desde su punto de vista y no ser parte de un cambio generacional no será incluyente y deberá estar aislado en un tiempo no definido.
El hombre, a lo largo del camino recorrido desde su concepción, evolución, revolución e inserción en el planeta ha tratado de sentirse cómodo colocándose diferentes abrigos con etiquetas que indican la marca en el tiempo que lo cree conveniente; como la del dinero, discriminación, jerarquías, economías, materias primas, países, regiones, etcétera. Todos estos abrigos están causando en forma continua sentir el calor del peso, y está llevando a no sentirse cómodo.
El mundo está tan acostumbrado a sentirse cómodo, y el humano hace que cambie; se ha vuelto complicado ante tantos intereses económicos, financieros, energéticos y, ahora, de índole ambiental.
El ser humano en el mundo debe adaptar, en forma ya no paralela, la energía con el cuidado del entorno; no hay que obligarle a quitarse el abrigo, sino dejar que se sienta cómodo, y por su propia cuenta entenderá que debe dejarlo a un lado para continuar.
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El mundo empieza a contaminar Marte, y la pregunta es hasta cuándo entenderemos que el ser humano, que por su naturaleza ha sido, será y continuará siendo el que ha realizado cambios en su entorno, y según su fuerza y violencia, obtener lo que desea.
Podrás tener una ideología que pueda ayudar a una sociedad en tu entorno, pero dejas en primer plano a la fuerza de tus pensamientos alineados a lo que tú crees que es mejor; pero dejas de usar la lógica y te conviertes en una mente más que solo pretende trascender en forma individual.
Hoy la fuerza de crecimiento de un país no depende de una sola persona, depende del conjunto de beneficios acoplados en y fuera, utilizando la lógica para poder dar certeza para el futuro.
El mundo tan complejo de supervivencia actual deriva en dos simples palabras: dinero y poder.
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El peculio, según información de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA), indica que el mundo está empezando a quitar ciertos abrigos que pesan, y está dejándolos por sí solos. A partir de 2022, según indica el estudio realizado sobre la transición energética por esta organización, “la inversión en transición energética tendrá que aumentar en un 30 por ciento sobre la inversión planificada hasta un total de 131 billones de dólares de aquí a 2050, lo que corresponde a 4.4 billones de dólares de media cada año, y donde Las políticas sociales y económicas nacionales desempeñarán un papel fundamental para lograrlo”.
Una parte fundamental de la transición energética estará ligada a la forma como generamos la electricidad (el consumo de electricidad más del doble para 2050) y, al parecer, estamos más preocupados por esta parte, cuando aún no sabemos el cómo eliminaremos en su totalidad el uso de combustibles fósiles.
Cualquiera que sea la reacción a seguir, debemos dejar en claro que, sin una política pública acorde, de nada servirá hacer una transición energética hacia la electrificación. El problema en el mundo son los gases de efecto invernadero, y estos están ligados en forma directa con el transporte. Los automóviles de pasajeros, en forma directa, son más de 1,000 millones en el mundo transitando. El problema hay que dejarlo claro, no está en el motor, está en el combustible introducido a él para su movilidad de todas sus piezas.
En México nos empezará a afectar el cambiar regulaciones en cuanto a la calidad de combustibles y no seleccionar en forma correcta el porcentaje de oxigenantes para poder llegar a una combustión completa, ello ante la falta de un plan de largo plazo de la forma de hacer el cambio generacional a autos eléctricos. Una de las políticas de este Estado es contener de MTBE4 no más de 0.05 por ciento en volumen desde el 1 de julio de 2007.
México debería tomar el ejemplo del estado de California, nuestro vecino, en donde se logró tener una armonía entre la calidad y la necesidad de tener una mejor calidad del aire.
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Entonces, el ser humano, tiene diferentes abrigos que ha colocado etiquetas para cada momento que sienta que cambia las condiciones, y hoy día esto ha vuelto más pesado el andar de la humanidad para tener una mejor calidad de vida.
En lo posible tendríamos que regresar al inicio de la humanidad y dejar de usar toda la tecnología a la cual tenemos acceso para no deteriorar cada día más el planeta. O simplemente deberemos dejar ciertos abrigos que nos ayuden a hacer menor la carga y con una menor inversión.
Esperemos que, según la moraleja de Esopo: no sea nuestro futuro en el presente. N
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Ramsés Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.